El Directorio de la Asamblea Legislativa eliminó, definitivamente, el suministro de alimentos a los diputados durante las sesiones del plenario.
La medida fue tomada como una forma de aumentar la austeridad en el Congreso.
La decisión se tomó en la reunión del Directorio legislativo de la semana anterior, donde se frenó una licitación por ¢25 millones que tenía la intención de revivir la compra de bocadillos por 12 meses más.
“Esa es la idea, que no tengan bocadillos. Nos planteamos la necesidad de generar mayor austeridad en la compra de alimentos y se puede generar en el rubro de cafetín”, declaró el presidente legislativo, Carlos Ricardo Benavides, quien precisó que se suspende el suministro que se solía hacer de 3 p. m. a 6 p. m.
“Creemos que no resulta necesario, al menos para las sesiones de ese horario".
"Hoy, cuando algunos diputados se enteraron, hicieron la observación de que hemos estado trabajando hasta las 9 o 10 de la noche, pero cuando lleguen esas situaciones, se hará la valoración.
"Pero no es necesario el cafetín, se puede reducir el gasto en compra de café y refrescos; de vez en cuando se puede una fruta, pero se verá.
“Los diputados han preguntado, hemos procurado explicarles que se ha tomado en consideración a la situación del país, en el sentido de que las instituciones deben revisar gastos y, aunque se trate de un gasto relativamente pequeño frente a los costos operativos del Congreso, sí tiene un significado importante. La mayoría se lo ha tomado bien”, relató Benavides.
Según explicó Karla Granados, directora del Departamento de Prensa y Protocolo del Congreso, a los diputados se les servía, durante la sesión del plenario, platillos como chalupas, varios tipos de arroces, picadillos, ensaladas, pasteles, frutas, lasañas, burritos, arroz con pollo y fajitas de carne, por ejemplo.
La compra de alimentos para los diputados con recursos públicos había sido suspendida en febrero pasado, por presuntas irregularidades en los pagos.
Aunque la contratación de servicios de alimentación es por ¢49 millones, incluyendo los bocadillos y bebidas para actividades protocolarias de todo tipo, al final solamente se eliminaría la línea respectiva a los bocadillos del plenario.
En febrero, las autoridades políticas del parlamento advirtieron de que el pago del servicio se venía realizando a través del dinero que había en la caja chica, a pesar de que los gastos anuales en bocadillos ascendían hasta ¢80 millones, monto que ya no cabe pagar a través de ese mecanismo de caja chica.
En ese momento, los encargados de la compra de la comida alegaron que los legisladores constantemente pedían cambio en los bocadillos, cuando ya no les gustaban los que estaban consumiendo y que, por esa razón, se habían venido comprando con caja chica en vez de un proceso de licitación.
En febrero, el director ejecutivo del Congreso, Antonio Ayales, informó de que por día se gastaban ¢150.000 en comida para la sesión del plenario. Eso significa que, por semana, se gastaban ¢600.000 en la comida para los diputados y, por mes, hasta ¢2,4 millones.
Según explicó el presidente del Congreso, el liberacionista Carlos Ricardo Benavides, su idea es que cada diputado compre sus respectivos alimentos para consumirlos durante las tres horas que se prolonga la sesión del plenario.
El verdiblanco agregó que el objetivo principal es aumentar la austeridad en los gastos del Congreso, cuyo presupuesto ordinario aumentará para el próximo año, debido a las obras asociadas con el nuevo edificio parlamentario.