La costarricense electa para jueza de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Elizabeth Odio Benito, no es una mujer neutra. Se declara feminista, parte de la clase política nacional y defensora de ideas incómodas en la sociedad tica. El aborto es un ejemplo.
Esta jurista de 75 años, profesora, exvicepresidenta de la República, ministra con Rodrigo Carazo Odio y Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, y jueza internacional en dos foros de máximo nivel, se expresa en contra de criminalizar el aborto voluntario.
Aclara que no pide legalizarlo, pero sí rechaza catalogar como criminal a la mujer que lo haga, a las parejas o a los médicos, tal como ocurre en la ley actual.
“Sé que es un tema sensible porque se mezclan cosas religiosas, pero tengo mi posición. El aborto no tiene por qué ser legal, pero el aborto tampoco tiene por qué ser un crimen. Una mujer puede sentir necesidad o deseo de abortar, o una pareja, por muchas razones, y hay que respetarlo. Eso no convierte a la mujer o al médico en criminales”, contestó en una entrevista este viernes, dos días después de haber resultado electa en Washington como jueza de la Corte Interamericana del 2016 al 2021.
Su opinión no es la de cualquier ciudadana. Es la de una miembro designada para la Corte que resuelve asuntos igualmente sensibles y que podría acoger una denuncia sobre aborto terapéutico contra Costa Rica.
Se trata del caso de dos mujeres que pedían se les aplicara el aborto terapéutico en Costa Rica y, como se les negó, acudieron con su denuncia a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el organismo encargado de analizar cada caso y presentar la demanda, si procediera, contra la Corte Interamericana.
Y si en el aborto ella está en contra de penalizarlo, en el aborto terapéutico es más clara aún.
“Si no queremos despenalizar el aborto como opción, porque como sociedad sentimos que no es momento, sí es obvio que se debe aplicar el aborto terapéutico que ya está en nuestra legislación. Hay médicos que creen que es un crimen el aborto terapéutico y ponen en riesgo la vida de la mujer”, añadió durante una entrevista de 100 minutos en su casa en Escazú, a 7 km de la sede de la Corte.
Ahí nos atendió acompañada de su gata Saskia, esta puntarenense que gusta de la novela policíaca de Agatha Christie y también de la serie Harry Potter.
Ahora el Estado costarricense propone la posibilidad de un acuerdo a las dos mujeres que acudieron a la CIDH. ¿Está Costa Rica reconociendo la responsabilidad en estos casos?
Yo creo que así es. Esa sería una lectura correcta.
¿Votaría usted contra Costa Rica eventualmente?
De todo lo que tenga que ver con Costa Rica, yo me abstendré.
La Corte no la obliga.
Es opcional, pero yo elijo así.
¿Cree usted que Costa Rica viola derechos humanos?
Costa Rica tiene asignaturas pendientes con mujeres, minorías y otros temas que debe cumplir, como lo que se deriva de la condena sobre fertilización in vitro (FIV), aún sin acatar.
¿Cree que lleguen a la Corte casos de parejas del mismo sexo?
No lo sé. Sí sé que es un tema de derechos humanos y hay una discriminación. En el país hay xenofobia, antisemitismo, homofobia y racismo, como se vio en la discusión sobre Cocorí ; se levantaron los fantasmas del racismo. En el 2015, esto no debería ocurrir.
Algo se habrá avanzado contra prejuicios sobre mujeres y homosexuales, ¿no?
Sí, muchísimo. Hay que reconocerlo y hay que abonarlo.
¿Por qué no fue más determinante con estos temas cuando usted fue vicepresidenta en 1998-2002 o por qué no lo han sido otros Gobiernos?
Creo que los Gobiernos han ido incluyendo elementos en materia de educación en derechos humanos, pero siempre se topan con prejuicios y eso es difícil. Sí estoy segura de que se han hecho cosas y en concreto este gobierno. También lo hizo don Leonardo Garnier (ministro de Educación en 2006-2014) contra los embarazos adolescentes que son... ¡una lacra! Es terrible ese problema. El problema es que a veces los esfuerzos topan con prejuicios de una falsa religión. Falsa, porque uno lee al papa Francisco y el sentido es otro.
Banderas y política
Usted es feminista, se opone a criminalizar el aborto, está por habilitar la FIV y por reconocer las parejas del mismo sexo. ¿Cree usted que representa el pensamiento del país?
Yo diría que sí y por eso están contentos con mi elección en la Corte, aunque quizás haya un grupo que no lo esté. Los derechos humanos no son una religión, son una ética de vida. Esa ética dice que no hay diferencias y que, cuando las hay, deben ser compensadas. Discriminar es tratar distinto lo que es igual, pero también tratar igual lo distinto. Deben estar para todos como una opción para que los ejerza quienquiera. Es como votar.
Pero en Costa Rica votar es obligatorio.
Pues yo no estoy de acuerdo en que sea obligatorio. Podría no votar o votar nulo, siempre que no atente contra el derecho de otros.
¿Votó usted por Luis Guillermo Solís?
Claro, era la mejor opción y sigo pensándolo.
¿Debe don Luis Guillermo continuar o enderezar?
El ejercicio del poder no se aprende de la noche a la mañana. Hay que aprender sobre la marcha, como un tren a toda velocidad, y buscar los botones y perillas para seguir corriendo sin descarrilarse. Es importante saber reconocer errores y enmendarlos. Creo que se hace un trabajo excelente en lo social, pero creo que fue un error decir en campaña que no era necesaria una reforma fiscal. Me pareció un horror, pero hay que apechugar con eso y buscar soluciones reales. Mire, desde que estuve en el gobierno de Rodrigo Carazo, se busca una reforma tributaria amplia. Llegará el momento en que no quede otro remedio. No queda más.
Usted militó en la Juventud del PLN en los 60, se fue con Carazo y luego fue vicepresidenta con Rodríguez. Tiene 50 años en política. ¿Qué está pasando ahora?
Los partidos deben mejorar los mecanismos de participación. Son esenciales en la democracia, pero puede haber plataformas con candidatos independientes, como en México. No creo que debamos seguir en este país ceñidos a carriles previamente establecidos. Yo, desde hace años, voto por el que creo es el mejor candidato o la mejor candidata.
¿Debería la ley permitir a alguien postularse sin tener que estar en un partido político?
Yo creo que sí. Si logra hacer una plataforma que cumpla con las leyes electorales.
A la Corte a los 75 años
¿Cómo es meterse en este reto a su edad?
Yo me siento muy bien. Gracias a Dios, tengo experiencia, energía y pasión, aunque sé que hay muchos problemas en el continente. (...). Me encanta el trabajo que la Corte ha venido haciendo con víctimas con perspectiva de género, aunque después se ha quedado un poquito atrás.
¿Va usted con esa agenda?
Voy con esa bandera, como cuando llegué al Tribunal sobre crímenes de la antigua Yugoslavia (TPIY) y a la Corte Penal Internacional (CPI). Siempre va a depender de qué casos uno trabaje, pero, en cada caso, uno puede introducir esos análisis desde perspectiva de género.
¿Cuál es su margen de acción en la Corte Interamericana?
Los jueces trabajamos en los casos que nos llegan. No escogemos los casos ni hacemos activismo. En el caso de la Corte, los casos vienen de la CIDH cuando están maduros. Son casos muy variados y hay que trabajar con las pruebas que se presentan, pero cuando ya se tiene una claridad, eso da al juez un margen de acción para trabajar con los colegas; no es un trabajo solitario.
La idea que hay es de una justicia ciega y sin ideas previas, pero usted tiene mirada propia, con convicciones y ha sido política.
Los jueces son personas con creencias, convicciones y prejuicios, pero el deber es dejar de lado esos sesgos cuando se está frente a un caso para juzgar. En el tribunal sobre Yugoslavia, yo sabía que los serbios eran victimarios, pero tuve en frente un caso de una mujer serbia violada en el contexto de la guerra; fue la primera condena por violación como crimen de guerra.
¿Fue fácil conseguir los votos para que usted saliera electa?
No lo fue. La Cancillería hizo un trabajo fuerte y hubo países que desde el principio dieron un apoyo firme, como Chile, y otros que también, como México y Panamá o Brasil, pero con otros hubo más necesidad de conversaciones y negociaciones.
No hubo manera de tener el apoyo de Colombia, aunque es un país amigo. ¿Por qué?
No sé bien. Una vez, en un foro en Colombia, me preguntaron por la posibilidad de una amnistía y yo dije que los crímenes internacionales no pueden ser amnistiados, aunque luego ya estos temas hay que matizarlos. Creo que ahí le entró al gobierno de Juan Manuel Santos algún temor de que que en sus loables conversaciones de paz, yo fuera a convertirme en un obstáculo. Es la única razón que encuentro posible.
La apoyaron 20 países de 23. ¿Faltaron Colombia y cuáles?
Colombia, Nicaragua por razones que no hay que explicar (conflicto diplomático bilateral) y Uruguay, porque ellos ya se habían comprometido antes y solo les quedó un voto para apoyar a su propio candidato, pero hay las mejores relaciones.
¿Qué problemas hubo en este proceso con el embajador de Costa Rica ante la OEA, Pablo Barahona?
Diría que ninguno. Es un joven profesional, impulsivo y es su primer destino diplomático. Tal vez tenía una forma de llevar la candidatura distinta de como lo estaban llevando en Cancillería. Tal vez hubo por ahí un desencuentro, pero hizo todo lo que pudo.
También quedó electo Patricio Pazmiño, presidente de lo Constitucional de Ecuador... Esa es una decisión soberana del Ecuador. Y de los que votaron por él, incluida Costa Rica, como parte del canje de votos, ¿no?
Bueno, yo pienso que la Corte Interamericana debería tener jueces a tiempo completo, como ocurre en la Corte de La Haya. Si no, se trabaja en otra cosa y podría haber algún conflicto de intereses. Pienso que un presidente de un tribunal constitucional eventualmente sí podría tener intereses.
En Costa Rica, el tema de la FIV pasó por la Sala Constitucional y acabó siendo objeto de juicio internacional en la Corte Interamericana. ¿Podría votar dos veces Pazmiño en distintas cortes?
Vamos a esperar. Esta es una situación que la vamos a hablar cuando se presente. Es difícil anticiparse. Yo esperaría que no se presentara esa situación.
¿No le incomoda?
Mientras no se presente, no. Si se presenta, sí es probable que me incomode.