La familia Figueres comunicó este miércoles el fallecimiento de Henrietta Boggs, primera dama de Costa Rica entre 1948 y 1949, cuando José Figueres Ferrer presidió la Junta Fundadora de la Segunda República después de la guerra civil.
Tenía 102 años y falleció de causas naturales en su casa de habitación en Alabama, Estados Unidos, acompañada de su hija, Muni Figueres Boggs.
Henrietta Boggs nació en Carolina del Sur, Estados Unidos, en 1918. Llegó a Costa Rica en 1940 a pasar un verano con sus tíos. Durante ese viaje, conoció a quien llegó a ser su primer esposo de 1941 a 1954, el expresidente José Figueres, con quien tuvo dos hijos, José Martí (qepd) y Muni.
Estuvo casada en segundas nupcias con el doctor Hugh MacGuire.
Henrietta Boggs fue escritora y fundó su propia revista, Montgomery Living, en Alabama, Estados Unidos, donde continuaba trabajando hasta hace pocas semanas. Escribió el libro Casada con una Leyenda, publicado en 1992, que sirvió de inspiración para el documental “Primera Dama de la Revolución”.
Doña Henrietta decía: “Está el país donde uno nace y el país que uno escoge...y yo escogí Costa Rica”.
“Su familia y amigos la recordarán siempre por su sentido del humor, encanto y optimismo que fue inspiración para muchos”, informó la familia Figueres.
Según su voluntad, su cuerpo será donado a la Universidad de Montgomery.
En marzo del 2016, Henrietta Boggs concedió una entrevista en la Revista Dominical de La Nación.
En el artículo, se relata que su matrimonio con Figueres se gestó en un viaje en motocicleta, según recuerda en su libro de memorias, Casada con una leyenda. En este texto, la exprimera dama cuenta cómo, en un día de sol, don Pepe la invitó a viajar al volcán Irazú. De camino, se volteó a mirarla y le dijo: “Creo que deberíamos casarnos. Puedes pensarlo mientras llegamos a la cima”.
Se casaron el 18 de octubre de 1941, en San José. La vida la llevó, entonces, a residir en la finca La Lucha, en la que Figueres había desarrollado su negocio cafetalero y desde donde se indignaba con las decisiones del gobierno de Calderón Guardia.
Luego, llegó el exilio: “Era una vida muy agitada. Viajábamos de un lugar al otro, conversando y convenciendo a gente para que prestaran el dinero para comprar armas en México y luego traerlas a Centroamérica. En la vida hay que buscar y atesorar los momentos silenciosos. Durante la revolución, no había muchos momentos de silencio. Había mucho miedo, mucha agonía, mucha angustia”, recordó en aquella entrevista.
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