Paso Canoas y Peñas Blancas. A bordo de autobuses que los llevan a San José, en donde logran tomar otro transporte hacia el norte, grupos de migrantes empezaron a burlar los controles de la frontera sur de Costa Rica para dirigirse hacia el límite con Nicaragua.
La mayoría de los que intentan cruzar el país son africanos, aunque también participaron cubanos, según se desprende de dos hechos ocurridos ayer.
En la madrugada de este jueves, luego del amotinamiento del miércoles en Paso Canoas, la Fuerza Pública detuvo un autobús con 39 africanos y cubanos, en la carretera Interamericana Sur, en el cantón de Corredores.
Los migrantes ingresaron de forma ilegal desde la frontera con Panamá y lograron adentrarse cinco kilómetros. Viajaban en un bus de la ruta Paso Canoas-San José de la empresa Tracopa. Eran 27 hombres, 9 mujeres y 3 niños.
Luego, a media mañana, más de 100 africanos aparecieron en la frontera de Peñas Blancas. Nicaragua los rechazó y ellos montaron una protesta, que incluyó un bloqueo de la vía.
Eran congoleños, senegaleses, ghaneses y guineanos que gritaban “déjennos pasar”, entre otras consignas en francés e inglés, acompañadas de aplausos rítmicos.
Los africanos relataron que entraron a Costa Rica en un bus, por el cual pagaron un pasaje de entre $15 y $25 (entre ¢8.000 y ¢14.000). Este transporte los dejó en San José y, ahí, en un punto desconocido para ellos, tomaron otro bus que los lleva hasta la frontera norte.
Una veintena de antimotines costarricenses reaccionó y detuvo a dos de ellos.
Pasado el mediodía, fue liberado Luis Frantz, uno de los dos detenidos. Pese a que otros de los migrantes dijeron que la Policía los golpeó al detenerlos, este congoleño de 44 años, albañil de oficio, dijo que a él no.
“No podemos pasar, no tenemos dinero para comer. Pedimos solo un favor: que nos dejen pasar”, dijo Frantz, en un español bastante útil que ha armado desde que salió de Brasil, país por el que ingresó a América del Sur, y que ha ido puliendo conforme caminó y atravesó selvas por Perú, Ecuador, Colombia y Panamá.
Ellos relatan que en su travesía, algunos han caminado hasta durante cuatro días por la montaña y que para llegar a Panamá, toman lanchas.Igual que en el grupo de los 8.000 cubanos que terminaron de salír de Costa Rica en marzo, entre los africanos hay mujeres, hay niños, hay embarazadas.
La Fuerza Pública devolvió a los africanos a Paso Canoas, para deportarlos a Panamá, por haber entrado de manera ilegal.
En la frontera sur, en tanto, a las 9:30 a. m. de ayer, un grupo de unos 100 cubanos armó una nueva marcha para pedir que los dejen seguir a EE. UU.
Más de 3.500 isleños están albergados en Panamá, pero el gobierno de Luis Guillermo Solís decidió no aceptar más porque el país ya atendió a 8.000 de ellos, entre noviembre y marzo, y no tiene capacidad para nuevas oleadas, además de que los demás países no están dispuestos a permitir nuevos traslados excepcionales por sus territorios.
Hablarán sobre buses. Sobre el transporte de migrantes en rutas regulares de bus, Gustavo Mata, ministro de Seguridad, expresó preocupación, pero advirtió de que al ser un transporte público, las empresas no están en la obligación de pedir identificación.
“Ellos están dando un servicio, pero sí hemos hablado con algunas de las líneas para que nos ayuden de alguna manera a no provocar esta salida irregular, estamos en esta conversación. Ellos prestan un servicio, aquí nadie en Costa Rica pide una cédula para moverse en bus de un lado a otro, en eso tenemos que ser muy claros”, dijo Mata.
“No hay restricción para comprar tiquetes”, continuó, “cualquiera puede hacerlo o enviar a terceros, esa es una realidad. Con los operativos estamos evidenciando una realidad que se venía dando, que es el uso del transporte público, taxis o autobuses, para movilizar migrantes ilegales, lo que necesitamos es reforzar la seguridad en la zona, aquí se necesita que haya 300 policías de forma permanente”, agregó.
El bus de la ruta Paso Canoas-San José, por ejemplo, cobra $15 y viene desde David.
En Liberia, en tanto, el presidente Solís insistió en la necesidad de que EE. UU. derogue la Ley de Ajuste Cubano, que obliga a recibir a los cubanos que lleguen por mar o tierra. Sostuvo que ese imán activa redes de traficantes de personas que se benefician del conflicto.
Añadió que a la mayoría de los africanos se les rechazó una solicitud de refugio.