La noche del 5 de mayo, 26 días antes de que lo mataran, un equipo de La Nación acompañó a Jairo Mora Sandoval y a su amiga Vanessa Lizano en un recorrido por playa Moín, en Limón.
Hablaba acelerado y atropellaba una idea con otra; trataba de juntar en una sola frase la frustración de sentirse solos, sin protección, en esa pelea desigual por salvar la tortuga baula.
El Toyota todoterreno que manejaba Lizano revolcaba la arena mientras las luces del muelle marcaban el horizonte. La queja de ambos era que la Policía no hacía los operativos que había prometido. Que si hubiese patrullaje, se eliminaría el robo de huevos y sería menos el tráfico de drogas.
Pocos días antes, el 13 de abril, la Fuerza Pública había dicho que se coordinarían operativos con el Servicio de Guardacostas , el Ministerio de Ambiente y grupos especiales como la GAO y la UIP, con el fin de iniciar patrullajes en Westfalia, Moín, Bocana de Matina y Vizcaya.
Además, un reportaje de este medio había dado cuenta de las denuncias de Mora y Lizano.
Pero Jairo Mora negaba que ese apoyo, reflejado en informes, se diera en realidad. “Si un guardacostas o un policía dice que nos apoya, está mintiendo”, dijo.
Dos horas antes habíamos llamado a la Fuerza Pública de Limón. Se preguntó por el subjefe, Erick Calderón, pero no estaba.
Nos identificamos como un equipo de La Nación que iba a hacer un recorrido con los ambientalistas, pero nos dijeron que nadie podía acompañarnos.
El recorrido con Mora y Lizano terminó al filo de las 3 de la madrugada y en ese lapso no apareció ninguna patrulla.
Sí encontramos nidos de las tortuga saqueados, y a saqueadores que intentaban ocultarse.
Sin embargo, aquella noche del 5 de mayo no sería la última de Jairo Mora y, aunque terminó contento porque logró rescatar 172 huevos de tortuga baula, igual no estaba satisfecho. Los saqueadores habían ganado nueve nidos.
Al terminar, se le preguntó si no tenía miedo de andar por allí sin protección. “Sí, da miedo; pero, sinceramente, en la playa todo mundo me conoce y todo mundo sabe que me llamo Jairo”, expresó.
Lo decía con algo de resignación. Sabía que lo peor podría pasar en cualquier momento. Y ese momento llegó solo 25 días después, la madrugada de ayer viernes, cuando Jairo Mora apareció con un tiro en la cabeza en esa playa que tantas veces había recorrido.