El 1.º de mayo del 2010, Néstor Manrique Oviedo Guzmán se alejó de su esposa, de sus cuatro hijas, de sus cuatro hermanos, de sus papás y de sus vacas, para trabajar cuatro años como diputado por el partido que ayudó a fundar, junto con Ottón Solís, en el 2000.
Desde esa trinchera se modeló a sí mismo como el defensor del “ottonismo” dentro del Partido Acción Ciudadana (PAC), que entendió como el apego a los principios éticos y morales bajo los cuales Solís creó esa agrupación.
Tres años y medio después de ver a su ganado solo los fines de semana, Oviedo es uno de los 57 diputados que ha generado más enemigos políticos. Tema que toca, tema en el que se vuelve protagonista.
Según su vecina de curul y aliada incondicional, Jeannette Ruiz, es porque Oviedo estudia y, una vez que ha tomado posición, nadie logra cambiar su criterio.
Figura como acusador en cada uno de los escándalos sobre proyectos estatales de infraestructura cuestionados, pero también ha tropezado con los monstruos que generan sus discursos en el plenario.
El más sonado de esos discursos fue en el que se refirió al vicepresidente Luis Liberman como kapo (judío colaborador de la policía secreta nazi) y con el cual se ganó la etiqueta de antisemita.
Con todo y que su estrategia sea decir lo que piensa, aunque ello sea todo lo contrario a lo que piensan sus compañeros de fracción, Manrique Oviedo cumple “en un 98% el perfil ideal de diputado del PAC”, según Ottón Solís, el fundador.
¿Dónde radica la diferencia entre Oviedo y Solís? Solís la reduce a un par de temas: él apoya la fertilización in vitro y las sociedades de convivencia entre parejas gais, mientras que a Manrique Oviedo no se lo permiten sus creencias.
“Estoy en contra del aborto, del matrimonio homosexual, de la fertilización in vitro ”, ha dicho.
El sancarleño es padre de cuatro hijas, veterinario y propietario de una lechería. A él se le reconoce, en sus tiendas políticas y fuera de ellas, como el más cercano a Solís.
Pero la etiqueta de “ottonista” no le gusta, porque lo “encasilla”. Sin embargo, cuando se le pregunta su opinión sobre el fundador del PAC, dispara sin titubeo: “Es un patriota, le ha entregado alma, corazón y vida al país, sin pensar en su beneficio personal”.
Para Oviedo, la diferencia entre ambos está en que él le cae mal a la gente con más facilidad.
Eso explicaría que no sea santo de la devoción de la mayoría de sus 10 compañeros de fracción. Entre ellos, la jefa de la bancada, Carmen Muñoz, quien prefiere no definirlo; ambos viven en franca guerra fría.
“Prefiero hablar de lo positivo”, dice ella, y en seguida acepta sin tapujos que Oviedo ha sido incisivo en temas de infraestructura, “lo ha hecho bien”; pero apunta que hay un divorcio entre las posiciones de Oviedo en materia de derechos humanos y lo hecho por el partido.
Los adjetivos que le da Carlos Ricardo Benavides, ministro de la Presidencia, son de una benevolencia más bien ambigua: “tozudo, tenaz, frontal, de verbo fuerte”.
La misma distancia que aplica Oviedo al resto de la fracción la tiene con el candidato, Luis Guillermo Solís.
Acusaciones recíprocas apartaron al diputado de la campaña. “Yo he respetado esa distancia”, dice el aspirante presidencial, quien sí reconoce al sancarleño como diputado aguerrido en temas de infraestructura y agropecuarios.
Oviedo es, según él piensa de sí mismo, “un típico costarricense, de clase media, formado en la zona rural, con todo lo que eso implica en lo intelectual, lo social y lo moral”.