La noche del jueves, solo 20 minutos antes de que las piedras y el lodo mataran a cuatro vecinos de Guayabo de Bagaces, una familia entera salvó su vida al convencerse de que la lluvia causada por el huracán Otto traería solo sufrimiento.
Miguel García Morales, de 40 años, apenas pudo salir con su esposa, su hijo y su padre, un adulto mayor de 82 años llamado Hilario García López.
Ellos vivían a escasos 50 metros de la casa donde murieron Orlando Obregón Jiménez, de 44 años; su compañera sentimental, Marisa Socorro Alvarado Méndez, de 45 , y el hijo de ella, Joseph Gerardo Barboza Alvarado, de 24.
García estuvo inquieto toda la tarde, pues desde las 3 p. m. no había parado de llover.
“Comamos y nos vamos”, recuerda haberle dicho a su familia, a eso de las 7:15 p. m.
De no haber tomado esa decisión, hubiese corrido la misma suerte que sus vecinos, porque a las 7:35 p. m., la avalancha arrasó tres casas y devastó las lecherías y los centros turísticos Thermomanía, Guayacán y Yökö Termales.
García era el encargado de la granja de Thermomanía, uno de los sitios de aguas termales más visitados de la zona.
Contó que la tarde del viernes, al volver a su lugar de trabajo, no soportó la impresión al ver muerto, bajo un tronco, a uno de los búfalos.
Sin embargo, faltaba más. Al final, solo pudo recuperar un toro y un percherón. Los faisanes, lapas, chompipes, patos, una avestruz, un emú y los venados, quedaron aplastados entre millares de piedras que dejó la avalancha a lo largo de más de un kilómetro.
Lo único que le quedó fue un carro con el que salió esa noche junto a su familia. Perdió su casa, enseres, ropa y electrodomésticos. Pero, al menos, salvó la vida de su familia.
“Dios nos dio la oportunidad de estar acá”, afirmó, mientras se disponía a compartir con los suyos el almuerzo que los vecinos de Guayabo alistaron para los damnificados en el salón comunal.