Durante muchos años, las mujeres sufragistas de Costa Rica tuvieron que soportar burlas, insultos y vejaciones antes de ver concretada su lucha por el derecho al voto directo y universal de la mujer.
Desde el Congreso y desde la prensa, brotaron críticas contra la Liga Feminista, organización fundada el 12 de octubre de 1923 en el Colegio de Señoritas y que, este martes, fue declarada benemérita de la patria por sus esfuerzos en favor de los derechos políticos y civiles de las mujeres.
Incluso, en los debates políticos, un diputado que posteriormente llegó a ser presidente de la República dijo que las mujeres no eran ciudadanas.
La lucha no fue fácil ni rápida; las integrantes de la Liga Feminista lucharon durante un cuarto de siglo (26 años) en contra del numeral 3, inciso 6, de la Ley Electoral, el cual prohibía el voto a “inhabilitados políticos, criminales, imbéciles, locos, dementes, sordomudos, analfabetos, insolventes y las mujeres”.
En un artículo del sábado 7 de julio de 1923, en La Nueva Prensa, se da cuenta de la propuesta que había hecho un grupo de mujeres (que tres meses después fundarían la Liga Feminista) ante el Congreso, en la que pedían el derecho al voto.
El texto, firmado por un hombre llamado Guillermo Alarcón, atribuye la petición a la envidia de las costarricenses por las “costumbres norteamericanas”.
“La misión de la mujer en la vida es la de procrear. La mujer madre es por muchas razones y por muchos motivos superior al hombre. (...) La mujer que ha producido hijos vale mil veces más que la mejor literata, que la que solo ha producido sendos artículos de periódico, que la mujer doctora y que la mejor abogado”, dijo Alarcón.
Ese mismo diario publicó, días después, opiniones de diputados que alegaban que las mujeres querían suplantarlos y que se querían repetir “escenas hombrunas de las chicas norteamericanas”.
Otro legislador de la época alegó que “la mujer está llamada a ser la adoración del hombre y, después de eso, la reina del hogar”.
“Su misión es el de infiltrar la fe a los hijos y ver por el buen gobierno de la casa; pero no la de transformar enaguas en pantalones, abandonar la escoba y los comales, para lanzarse a la calle y desfigurarse la boca al gritar estentóreamente vivando a cualquier candidato”, decía otro congresista.
El redactor de ese texto en La Nueva Prensa decía, entonces, que “eso del voto femenino está tambaleándose en la Cámara de Diputados”.
En diferentes épocas, los discursos de los políticos incluyeron llamados a aplicar la reforma a la normativa electoral y, aunque por momentos los hombres se aliaron a esa lucha, a la hora de los debates legislativos se debilitaba el impulso.
Para 1890, el presidente José Joaquín Rodríguez lo planteó; años más tarde, en 1913, lo hizo también Ricardo Jiménez, y el diputado Álvaro Quirós, en 1917, así como el presidente Julio Acosta, en 1920, incluyendo el derecho de las mujeres a elegir y a ser electas, al menos en cargos municipales.
Un artículo en La Tribuna, el 7 de julio de 1923, reaccionó así: “Se pretende que nuestro eminente Congreso... abandone sus afanosas labores, para entrar de lleno a discutir la tan sonada cuestión del voto femenino. Con toda el alma y hasta con lo que podamos, hemos de protestar de que tal asunto sea llevado al conocimiento de nuestro Congreso... ni ahora ni nunca”.
En 1925, en un enconado debate para aprobar el voto masculino secreto y directo, los proponentes de la reforma siguieron opuestos a permitir la participación de la mujer.
La discusión sobre el voto femenino resultó con 24 votos en contra y 15 a favor, y se produjo un choque entre Sara Casal de Quirós y el entonces diputado León Cortés Castro (que sería presidente en 1936).
Marta Solano recogió lo dicho por Casal en el número 17 de la Revista de Derecho Electoral, del 2014:
“Y es necesario que las mujeres sepan que el representante don León Cortés dijo que las mujeres no éramos ciudadanas y al preguntarle yo qué éramos, dijo: -¡Nada! -¡Pero don León, le contesté yo, nada es nada y necesariamente tenemos que ser algo!; a lo que repuso, de un modo despectivo:- ¡Pues son mujeres!- Como si el ser mujer fuera lo más despreciable del mundo”.
Entre las fundadoras de la Liga destacan las recién declaradas beneméritas de la patria Ángela Acuña Braun y Ana Rosa Chacón, así como Esther de Mezerville.
Para 1948, Costa Rica había firmado la Convención Interamericana sobre Concesión de los Derechos Políticos a la Mujer.
En 1949, entonces, los diputados constituyentes finalmente reconocieron el sufragio femenino en la nueva Constitución Política, con 33 votos a favor y ocho en contra.
En adelante, nuevas reformas han abierto el camino para la participación equitativa en la política, como la norma de paridad en las papeletas.
En el periodo 2010-2014, el país tuvo a su primera presidenta de la República, Laura Chinchilla Miranda, y hoy las mujeres ocupan 26 de las 57 curules del Congreso.
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