La crisis migratoria que afronta el país tiene al Gobierno contra las cuerdas. A cinco meses de reventada la oleada cubana, y ahora con 650 africanos presionando en la frontera sur, el presidente Luis Guillermo Solís pide calma, garantiza que todo está bajo control y se apresta a pedir a la región una respuesta que no tiene el país.
Sin embargo, hay más preguntas que respuestas en esta situación que desborda tanto a Costa Rica como a Panamá.
¿Cuál es la identidad de estas personas? ¿De dónde vienen exactamente? ¿Adónde se les deportaría? ¿Qué país o países los van a recibir? ¿Cuánto cuesta deportarlos? ¿Qué hacer?
Para ninguna de las anteriores preguntas hay una respuesta clara en este momento.
Por el momento, el Gobierno procura asistir a los migrantes y buscar la forma de regularizar su situación migratoria; no obstante, Solís fue claro en señalar que no abrirá más albergues.
“Estamos considerando acciones diplomáticas en el frente latinoamericano, tanto en la OEA (Organización de Estados Americanos) como en la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), y esperaríamos que en los próximos días podamos desarrollar esa parte de nuestras obligaciones, porque este no es un problema de Costa Rica y de Panamá”, dijo ayer Solís en conferencia de prensa en Casa Presidencial.
“No queremos ver a Costa Rica y Panamá convertidos en una suerte de Turquía de América Latina, en que las condiciones en que se encuentran los migrantes lleven a un desorden y a una situación general de violación a los derechos humanos que puedan tener impacto en nuestra propia estabilidad interna”, aseveró Solís ante la prensa.
Mientras tanto, el ministro de Seguridad, Gustavo Mata, sudaba ayer bajo el clima sofocante de Paso Canoas, mientras recorría los puntos de control policial, antes de reunirse con el viceministro de Seguridad de Panamá, Rogelio Donadío, con quien coincidió en la faja fronteriza.
Mata aceptó que, por ahora, tiene más preguntas que respuestas frente a la crisis.
“Ese es el gran tema; usted tiene preguntas como yo también las tengo. Es un reto importante, y estamos trabajando”, dijo el ministro Mata.
Lo único claro por ahora es que estos centenares de migrantes, tanto cubanos como africanos, lo que buscan es llegar a Estados Unidos, y que vienen más, según dijo Solís.
Tanto Costa Rica como Panamá tienen motivos de sobra para preocuparse por la ola de migrantes que, sin papeles ni identidad, se acercan desde naciones como Brasil, las Guyanas y Colombia.
Los problemas de inseguridad que una migración descontrolada puede generar ponen a Costa Rica y a Panamá en una posición comprometedora, no solo internamente, sino frente a los demás países de la región y EE. UU.
Agua entre los dedos. Pese a los esfuerzos por contener a los migrantes, la ayuda de los coyotes les permite a los africanos burlar los cordones de seguridad.
Ayer mismo, la Fuerza Pública y la Policía Profesional de Migración detuvieron a seis africanos sin documentos en una estación de buses en Alajuela. Otros seis sí tenían los documentos migratorios necesarios para transitar por el país, y decían venir de Congo, Mali y Burkina Faso, confirmó a este medio Randall Picado, jefe regional de la Fuerza Pública de Alajuela.
En tanto, con más de medio millar exigiendo un trato humanitario, el pueblo de Paso Canoas se ha vuelto un campamento de refugiados que piden a gritos servicios, agua, comida, pero, sobre todo, que los dejen seguir su ruta hacia Estados Unidos.
En este sentido, Donadío afirmó que la respuesta a esta crisis debe ser regional, y que las naciones deben trabajar en conjunto para frenar el tránsito.
“Esta es la única frontera desmilitarizada de Panamá, esta es una frontera protegida por la Policía Nacional. Aquí hay países hermanos, y el Gobierno de Costa Rica tiene todo el derecho a proteger su soberanía”, aseveró Donadío.
“Vamos a encontrar una solución dentro de lo que manda la ley de ambos países”, y agregó que ordenó al cuerpo de policía panameño retirarse de la frontera, como una señal de buena fe para con los migrantes. Colaboraron los periodistas Francisco barrantes y Danny Brenes