"Salí de Venezuela porque sufrí un secuestro express, me secuestraron en la mañana y me entregaron en la tarde. Pertenecía a un grupo de resistencia anónimo, que hace resistencia al gobierno".
Las palabras son de Gleidy Mendoza, de 54 años, una corredora de bienes raíces que dejó su país hace un año y se radicó en Costa Rica, donde ahora trabaja en un minisúper en el centro de San José.
"Yo nunca fui activista. Cuando ganó Hugo Chávez, yo lo dije, 'vamos a tener que salir del país algún día'. En el 2002, empezó el paro petrolero, hubo una marcha en Miraflores (palacio de Gobierno) con muchos muertos, tuvimos que correr muchísimo, hubo mucho gas lacrimógeno, empezamos las manifestaciones", relata Gleidy.
Ella sostiene que, si bien disentía del gobierno bolivariano, nunca se integró de lleno a un partido de oposición, sino que participaba en marchas civiles y en reuniones clandestinas que la policía política allanaba.
"Yo vivía en Caracas y, cuando Chávez estaba (en el poder), armó los círculos bolivarianos (grupos afines al gobierno en los barrios). Cada zona tenía su grupo de círculos bolivarianos, con armas tan poderosas como la policía. Me dañaron el carro, me dejaron papeles de que dejara de estar haciendo manifestaciones contra el gobierno".
"Me mudé a la capital de Miranda (Los Teques) y siguió el acoso", asegura, hasta que sufrió el secuestro. "Me soltaron en la noche y me dijeron que dejara de estar oponiéndome al gobierno".
Viajó a Costa Rica con la intención de regresar a su país más adelante, pero dos hechos la hicieron cambiar de opinión. El primero es que su suegra fue agredida y el segundo, que su esposo se quedó sin empleo porque la compañía farmaceútica en la que trabajaba decidió abandonar Venezuela.
"Ya (el esposo) estaba siendo sitiado por los colectivos. Hacían llamadas a la casa, decían 'si su esposa regresa la vamos a matar'. Fueron a la casa de la mamá y la agredieron", afirma Mendoza.
Al quedarse sin empleo, su esposo quedó con una pensión de $20 mensuales (¢11.200), que se le otorga a los mayores de 55 años.
"Él es hipertenso, el medicamento estaba regulado pero no se conseguía. Costaba 100 veces más en el bachaqueo", dijo en referencia al mercado negro.
Según su decir, el bachaqueo lo practican personas que hacen fila en los comercios desde la madrugada para comprar y revender. "Los militares están metidos en eso", aduce ella.
Su esposo llegó en octubre de este año. Ella, por su parte, empezó desde agosto el trámite para pedir refugio en Costa Rica. Una hija de siete años vive con ellos aquí y otra en Perú.
Antes de que Gleidy dejara su país, hace un año, la situación económica también era asfixiante. Tenía que hacer filas para comprar comida, debido a la escasez. A ella le tocaba comprar alimentos regulados los viernes. Hacía fila de 4 a. m. a 11 a. m. y, cuando entraba al supermercado, ya no había nada. Salía a las 3 p. m. con tres o cuatro productos.
También tenía que hacer filas para comprar medicamentos y pañales para un nieto, aparte de que la "inseguridad era terrible".
La harina para arepas costaba diez veces más en el mercado negro, así como el papel higiénico.
En Costa Rica, se instaló en San Joaquín de Flores. Primero trabajó en Heredia centro, en una tienda de ropa de unos venezolanos que luego cerró. Ahora, labora en en San José.
Tuvo que reiniciar la vida. "Yo me traje alguna plata, por la venta del apartamento de mi mamá, pero el dinero se fue en cuatro meses, este país es costoso. Logré alquilar la casa, traje a mis papás como pensionados", dijo la mujer, quien espera una respuesta positiva de Migración a su solicitud de refugio.