Es diciembre y en carretera hay más tránsito de lo usual. Hallar un espacio en los parqueos de centros comerciales es una tarea de paciencia, pero –irónicamente– el humor de la muchedumbre es bueno. La razón no podría ser otra: ya anda el aguinaldo en la calle.
Entretanto, mi compañera de al lado está presta a recibir su primer aguinaldo y sus ojos reflejan una mezcla de asombro e ilusión cuando se entera de que aquel pago extraordinario no tiene rebajas de ningún tipo; que llegará íntegro a su bolsillo.
El dinero no compra la felicidad, cierto; pero ¡cuánto se le parece la sensación que genera! Por eso, es irónico también que diciembre haya llegado cargando una estela de luto nacional. Recién había dado su último respiro el exmandatario Luis Alberto Monge, aquel presidente que creyó en la necesidad de reconocer a los trabajadores privados (pues ya los públicos tenían su aguinaldo) un mes más de esfuerzo.
El último constituyente que quedaba en pie, Luis Alberto Monge tenía 90 años cuando un paro cardiorrespiratorio marcó su fin el 29 de noviembre pasado; por cierto, cuatro días después de la muerte del líder cubano Fidel Castro.
Monge también fue un revolucionario –mas no comunista– de su época; fue uno de los compañeros de José Figueres Ferrer en la guerra del 48 contra las fuerzas de Rafael Ángel Calderón Guardia.
Su ideología quedó representada en la Constitución Política que se creó en 1949, en las bases que originaron el Partido Liberación Nacional y en el rumbo que tomó Costa Rica con los programas de ajuste estructural tras la crisis económica heredada del expresidente Rodrigo Carazo.
Muy a pesar de su corazón verdiblanco, Monge fue un áspero crítico de los gobiernos de Óscar Arias y José María Figueres Olsen. Ambos, sin embargo, se hicieron presentes en sus honras fúnebres.
A las 2 p. m. del 1.° de diciembre, justo el mismo día en que se comenzó a depositar el aguinaldo, las notas de El Duelo de la Patria marcaron su adiós.