Paso Canoas. El flujo de migrantes irregulares se tornó imparable en la frontera sur, donde centenares de personas entran cada día solicitando un permiso de estadía temporal y rebasando, por mucho, la capacidad de atención del Gobierno.
La oficina de Migración de Paso Canoas recibe unas 150 solicitudes diarias, para transitar por el país por 25 días, pero solo puede otorgar 100 fichas individuales y 15 familiares.
Se agolpan en los pasillos de Migración esperando que algún funcionario salga con sus papeles y los llame por fichas.
Los empleados de Migración no hablan con los medios pero, sin decir nombres, reconocen que en los últimos días, el caos ha crecido y que ya repartieron fichas hasta el martes.
Eso significa que, solo en estos días, al menos 500 migrantes extracontinentales –la mayoría caribeños y pocos africanos– entraron por Panamá sumándose a los 5.600 que el Gobierno registró desde abril.
La mitad de los que habían entrado hasta julio salió del país hacia el norte por sus propios medios y al menos diez murieron, al parecer ahogados, tratando de pasar Nicaragua por el lago Cocibolca.
Pese a la orden que la administración de Luis Guillermo Solís emitió el miércoles para incrementar la vigilancia policial en la zona, con 400 oficiales más, ayer en Paso Canoas no se notaba una mayor presencia.
Más bien, los migrantes pasan ante los ojos de policías panameños y costarricenses, que se miran de frente en el borde.
Todos dicen historias similares, pero entre ellos saben que unos mienten a conveniencia y que no todos dejaron el ombligo en el centro de África.
La mayoría vienen del Caribe, de Haití, y hablan un francés tan enrevesado que confían en que pase por el francés africano del Congo, heredero de la colonización belga.
La situación actual es muy diferente a la que vivió esta ciudad fronteriza en abril, cuando grupos de migrantes dormían en la calle y hacían rezos musulmanes a las horas establecidas, al tiempo que pedían ayuda.
Ahora, solo esperan, reciben papeles y compran tiquetes de buses de Tracopa, que antes de llegar a cualquier lado, los llevan a un Centro de Atención Temporal de Migrantes (Catem), en Río Claro, Golfito, donde se les espulga su verdadero origen, con la intención de determinar si pueden transitar libremente por Costa Rica o si es necesario iniciar un proceso de extradición.
Las autoridades locales no reportan incidentes que comprometan la seguridad de los lugareños, pero sí varios apresamientos de coyotes que buscan aprovecharse de la desesperación de algunos migrantes, para despojarlos del dinero con el ofrecimiento de llevarlos a la frontera norte.
La vida en Brasil. La situación política brasileña también está jugando un rol. Sean o no congoleños, o africanos en general, estos migrantes pasaron en algún momento por Brasil.
Ricky Saque, de 19 años, vivió desde sus 14 en Brasil. Mientras escuchaba un poco de rythm&blues , dijo que él nota quiénes no son del Congo, porque no saben nada del país.
En su caso, afirma que la situación en Brasil lo empuja a Estados Unidos, aunque bien podría haber elegido otro destino, como Francia o Japón.
Las mujeres prefieren no hablar, salvo cuando le piden información para el papeleo mediante un traductor voluntario, exmisionero salesiano, que solo se identifica como Leandro.