Cada año, la pobreza en Costa Rica alcanza a más adultos mayores, situación que, paradójicamente, condena a miles a tener una peor calidad de vida en la que debería ser la etapa del desarrollo de mayor plenitud de las personas: la vejez.
Entre el 2010 y el 2018, el porcentaje de pobres en esa población pasó de un 21% a un 24%, según la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Sin embargo, más allá de los porcentajes, sobresale la cantidad de adultos mayores que se encuentra en esa condición. El aumento fue de 56.000 personas en este periodo; la cifra pasó de 75.000 a 131.000.
La mayoría de ellos se encuentra en la pobreza no extrema, en la que carecen de ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas. En esa franja, el porcentaje subió de un 16,2% a un 19,2%, o sea, de 58.000 a 105.000 individuos.
En el caso de la pobreza extrema, en donde ni siquiera hay ingresos para la comida básica, el porcentaje se mantuvo prácticamente igual, en un 4,8%, aunque en números pasó de 17.000 a 26.600 personas.
A la vez, aumentó considerablemente la cantidad de adultos mayores con un empleo informal.
Entre los mayores de 65 años que trabajan, el porcentaje con un empleo informal subió de un 66% a un 88% del 2010 al 2018. Es decir, hoy, casi nueve de cada 10 ciudadanos de oro que trabajan lo hacen en la informalidad.
Así se desprende de datos de la Encuesta Continúa de Empleo (ECE) del INEC. Para este caso, este medio comparó el estudio correspondiente al tercer trimestre de cada año.
La cifra de adultos mayores con un empleo informal subió de 36.000 a 80.000, para una diferencia de 44.000 personas.
Dentro de ese grupo se encuentra Róger Vega Molina, un vendedor ambulante de 68 años, vecino de San Miguel de Desamparados.
Él recibe una pensión del régimen no contributivo de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), de ¢78.000 mensuales, pero no le alcanza para pagar el cuarto que arrienda en la localidad de La Capri, por el cual paga ¢90.000 mensuales.
Para salir con los gastos, trabaja a diario vendiendo paños en la intersección de Guadalupe, en jornadas que empiezan a las 6 a.m. y se extienden hasta el mediodía.
“Alquilo un cuartico de latas y tengo que venir aquí, a arriesgar la vida, para poder comer. A la pensión tengo que agregarle ¢12.000 para pagar el cuarto, que es de pura lata y está pegado a la casa de la dueña”, contó Vega.
Por día se gana unos ¢4.000, dinero que, además de proveerle techo, le depara un plato de comida.
“Con eso me voy para la casa, bien asoleado y cansado. Ahí, por el mercado Borbón, pago ¢1.500 por un casado y con eso me voy. Ya en la tarde me tomo un café. De todos modos, como soy prediabético, no puedo comer arroz ni nada de eso”, expresó.
Según los datos de la Encuesta de Hogares del 2018, a mayor edad, mayor es el nivel de pobreza entre la población adulta mayor.
Por ejemplo, entre quienes tienen de 65 a 74 años, un 21,8% carece de ingresos suficientes para sus necesidades básicas, pero el porcentaje crece a un 28,4% entre los que tienen más de 85 años.
¿Por qué tantos habitantes de más de 65 años están empobrecidos?
Según Gilbert Brenes, director del Centro Centroamericano de Población de la Universidad de Costa Rica (CCP-UCR), las generaciones de adultos mayores de la actualidad tuvieron menos oportunidades de acceso a la educación, lo que les restó posibilidades de alcanzar trabajos bien remunerados.
“Los actuales adultos mayores pertenecen a una sociedad en la cual la inversión en educación no era tan amplia, entonces la cantidad de años de educación que la mayoría concluyó es relativamente pequeña”.
“Tiene que ver mucho con el nivel educativo y con el cambio productivo que se dio en Costa Rica durante la última parte del siglo XX y principios del XXI”, afirmó.
En el pasado, la agricultura era la base de la producción en nuestro país, pero el esquema cambió a una economía de servicios que requirió de mano de obra calificada y, en consecuencia, mejor pagada.
Ahí pudo haber quedado rezagada esa población que hoy está envejecida y con limitadas posibilidades económicas, explicó Brenes.
También, miles no lograron acceder a una pensión ordinaria.
Según el Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (Conapam), el principal bastión económico de la población adulta mayor en el país son las pensiones no contributivas de la Caja.
El Conapam asegura que estas representan el único ingreso para el 41% de las personas de la tercera edad.
Actualmente, 119.477 habitantes se benefician con un subsidio de este tipo, y hay 22.440 personas esperando por una de estas pensiones, de acuerdo con datos de la Caja.
En tanto, el régimen de pensiones de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM), el mayor del país, tiene 274.000 pensionados. Miles de adultos mayores no lograron acceder a una de estas porque trabajaron en la informalidad, sin cotizar. A muchas mujeres les asignaban tareas domésticas, lo que les impedía cotizar.
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Fuerte crecimiento de la población adulta mayor
Entre el 2010 y el 2018, la cantidad de mayores de 65 años creció notablemente, al pasar de 357.000 personas a 546.000.
De hecho, fue el grupo de edad que más aumentó entre toda la población, pues se incrementó en un 50%, mientras que las personas menores de 20 años decrecieron en más de un 4%.
No en vano, el grupo de adultos mayores pasó de representar el 8% al 11% del total de la población en solo ocho años.
La proyección del INEC y del CCP es que, en tres décadas, este grupo etario se triplique. Rondaría 1,3 millones de personas en el 2050.
Flagelo heredado
Isela Corrales, directora de programas gerontológicos de la Asociación Gerontológica Costarricense (Ageco), considera que la pobreza es una barrera difícil de superar para quienes nacen en un hogar de ingresos limitados.
De ahí la posibilidad de que los adultos mayores que hoy son pobres, probablemente, provienen de familias de esa misma condición, explicó.
“La pobreza es un fenómeno multidimensional y estructural, o sea, que es probable que este porcentaje importante de personas adultas mayores que se encuentran en condición de pobreza hayan estado en la misma condición de pobreza a lo largo de su vida y que procedan de familias pobres”, comentó.
Por si no fuera suficiente cargar con esa etiqueta de ciudadano de escasos recursos, los adultos mayores deben afrontar la realidad de que el ingreso disminuye con la vejez, agrega Corrales.
Por lo tanto, decrece el poder adquisitivo de la persona, lo que ocasiona un deterioro en la calidad de vida.
Según la experta, ese deterioro lo sufren quienes tuvieron un empleo formal en su juventud, pero, al pensionarse, ven su ingreso disminuido.
Entonces, añade Corrales, los adultos mayores recurren a trabajos adicionales que, en su mayoría, son informales.
“Es cuando nos encontramos adultas mayores haciendo labores domésticas, o revendedores de lotería, o vendedores de productos en la calle”, enumera.
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El reto de ampliar la cobertura
¿Qué tipo de ayudas reciben los adultos mayores pobres en nuestro país?
La presidenta del Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (Conapam), Teresita Aguilar, aseguró que la entidad tiene capacidad de atender solo a la quinta parte de los adultos mayores pobres.
Según dijo, a ellos se les atiende en cuatro modalidades por medio de 72 hogares de larga estancia, 59 centros diurnos, 53 instancias de la red de cuido y 12 órganos del programa para la atención de personas en condición de calle o abandono.
“¿Por qué no ayudamos más? Porque los presupuestos no nos dan. Hay más de 10.000 solicitudes de personas con necesidades que no podemos atender”, enfatizó la jerarca.
El Conapam cuenta con un presupuesto anual de poco menos de ¢20.000 millones, el cual, en lugar de crecer, este año disminuyó, dijo Aguilar.
Siguiendo dos generaciones
Con base en los datos de la Encuesta Nacional de Hogares, este medio le dio seguimiento a dos generaciones que entraron en la tercera edad.
La primera es la que nació entre 1946 y1953, en el periodo de la Guerra Civil y el surgimiento de la denominada Segunda República.
Se trata de personas que nacieron en los periodos presidenciales de Teodoro Picado, Otilio Ulate, José Figueres o en plena Revolución.
La esperanza de vida al nacer era de 47 años en 1940 y de 56 años en 1950.
En tanto, la tasa de mortalidad para personas entre los 20 y los 49 años, era de 239 hombres y de 238 mujeres por cada 1.000 personas en 1940, y de 155 hombres y 158 mujeres una década después.
En 1950, además, fallecían 95 niños por cada 1.000 nacimientos.
En ese año, la población total del país era de 862.000 habitantes y solo un 49% de las personas entre los 5 y los 19 años asistía a la escuela o al colegio.
Volviendo al presente, en el año 2010, toda esta generación de entre 1946 y 1953 todavía no entraba a la tercera edad, pues sus integrantes tenían entre 57 y 64 años.
En ese momento, poco menos del 17% de ellos era pobre. Sin embargo, ocho años después, la pobreza ya cubría al 22%.
Ya para el 2018, el más joven tenía 65 años y el más viejo, 72, todos dentro de la tercera edad.
La otra generación es la que nació entre 1938 y 1945, en los periodos presidenciales de León Cortés, Rafael Ángel Calderón Guardia y el inicio del de Teodoro Picado; en el segundo de estos se crearon las garantías sociales.
Para entonces, en 1930, la esperanza de vida era de 43 años, mientras que la mortalidad para personas entre los 20 y los 49 años, era de 264 hombres y de 265 mujeres por cada 1.000 personas.
En ese mismo año, 516.031 personas habitaban Costa Rica.
De vuelta a las últimas décadas, para el año 2010, quienes nacieron entre 1938 y 1945 ya eran adultos mayores con edades entre los 65 y los 73 años. Y la pobreza era de un 19,8% entre ellos.
Al cabo de ocho años, en el 2018, el porcentaje llegó a alcanzar al 27%. Para ese entonces, ya los más jóvenes tenían 73 años y los más viejos, 80.
Los índices son mucho más alentadores en estos tiempos. Para el 2017, la esperanza de vida en Costa Rica era de 80 años.
Por su parte, la tasa de mortalidad por cada 1.000 habitantes fue de 4,7, mientras que la tasa de mortalidad infantil se reportó en 8 por cada 1.000 nacimientos; ambas para ese mismo año.
En cuanto a cifras de escolaridad, a julio del 2018, el 75,4% de la población entre los 5 y los 25 años asistió a la educación formal, frente a un 24,6% que no lo hace.
Hoy, la población total supera los 5 millones de habitantes.