En su primera conferencia de prensa como presidente electo, realizada este lunes, Rodrigo Chaves Robles declaró que su gobierno sí nombrará embajador ante el gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua, cargo que lleva cuatro años vacante.
Chaves argumentó que, si Costa Rica tiene relaciones diplomáticas y comerciales con el país vecino, también es necesario designar un representante diplomático ante el régimen de Daniel Ortega.
“Mi visión es nombrar embajador en Nicaragua. Si tenemos relaciones diplomáticas, no estamos en guerra, qué es eso de que no hay embajador. No, no.
“Fíjese en Ucrania y Rusia que están dándose balazos, destruyéndose uno al otro —uno más que el otro—, y todavía están conversando.
“¿Quién dijo que conversar es hacer un endoso moral?”, exclamó Chaves, quien insistió en que su gobierno no tendrá paños tibios en ese y otros temas políticos.
El puesto de embajador de Costa Rica en Nicaragua se encuentra vacante desde 2018, luego de que Eduardo Trejos renunciara para asumir la jefatura de la Dirección de Inteligencia y Seguridad (DIS). Actualmente, el funcionario ocupa el cargo de representante del país ante el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE).
Rodrigo Chaves defendió su decisión de nombrar embajador, pese a las críticas internacionales por el proceso electoral en Nicaragua y la vulneración de los derechos humanos en contra de opositores al régimen de Ortega.
“Bueno, cuando expulsen a Nicaragua de la OEA, ahí sí tendríamos que pensarlo (remover al posible embajador).
“Es que esas posiciones de verse bonito no son la manera en la que nosotros queremos operar. Nosotros queremos operar de acuerdo al derecho internacional y al interés de los costarricenses.
“Si hay que romper relaciones diplomáticas con algún país, por razones de mérito, bueno, rompámoslas, pero no estemos en el jueguito de que sí somos amigos, sí conversamos, pero no no hay embajador. Yo creo que más claro no puede ser”, manifestó Chaves.
En noviembre del 2021, Costa Rica desconoció las elecciones mediante las cuales Daniel Ortega se aseguró la continuidad en el poder, por considerar que el proceso no fue creíble, independiente ni justo.
En agosto de ese mismo año, la Cancillería de Nicaragua envió una carta llena de reclamos, insultos y hasta burlas hacia el Estado costarricense, por la crítica que se hizo desde el país hacia las amenazas a las libertades individuales y democráticas de los nicaragüenses.
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Recién en marzo anterior, el embajador de Nicaragua ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Arturo McFields, denunció la falta de libertades y la existencia de “poderes fácticos” en la nación vecina, donde Ortega ganó un cuarto mandato consecutivo con todos sus rivales presos y la disidencia acallada o en el exilio.
“Denunciar la dictadura de mi país no es fácil, pero seguir guardando silencio y defender lo indefendible es imposible”, afirmó McFields durante una sesión ordinaria del Consejo Permanente de la OEA en la que la situación de Nicaragua no estaba en la agenda. “Tengo que hablar, aunque tenga miedo, tengo que hablar, aunque mi futuro y el de mi familia sean inciertos”, dijo McFields el 23 de marzo.