El sistema de transportes de Costa Rica es el más contaminante de Centroamérica y República Dominicana, producto de la dependencia del petróleo, el deficiente transporte público y el ensanchamiento desordenado de la Gran Área Metropolitana (GAM).
Los vehículos son los responsables de quemar el 84% de los hidrocarburos consumidos en el país, lo que hace casi imposible reducir las emisiones contaminantes mientras persista el modelo actual.
En promedio, cada costarricense genera 1,18 toneladas de dióxido de carbono (CO₂) al año por el uso de vehículo propio o de transporte público, así como por la demanda de bienes y servicios que requieren acarreo.
La cifra costarricense duplica la de un país como Colombia, el cual tiene ciudades hasta de siete millones de habitantes. Allí, el sistema de transportes emite 0,59 toneladas de CO₂ por persona.
Las emisiones per cápita de Costa Rica superan por mucho a las de República Dominicana (0,67), El Salvador (0,54), Guatemala (0,52), Honduras (0,43) y Nicaragua (0,34).
Guatemala, con una población 3,3 veces mayor a la costarricense, generó un total de 8,5 millones de toneladas de dióxido de carbono en el 2018, mientras que Costa Rica emitió 5,9 millones de toneladas de CO₂.
Por emisiones totales del sector transporte, Costa Rica figura en el tercer lugar de la región, pese a tener la segunda población más pequeña.
En esta zona del planeta, solo Panamá tiene un promedio parecido al costarricense, con 1,15 toneladas de CO₂ por habitante.
El promedio nacional de emisiones se acerca al de Chile (1,51), mientras que una potencia como Estados Unidos genera 5,4 toneladas de dióxido de carbono por persona.
Así se desprende de un análisis elaborado por La Nación con datos de Climate Watch, una fuente de información global sobre cambio climático y gases de efecto invernadero.
Con base en esta fuente, el Informe del Estado de la Región reveló que Guatemala, República Dominicana y Costa Rica encabezan la contaminación por transporte en la región.
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En Costa Rica, la quema de hidrocarburos para el transporte generó más de una tercera parte del dióxido de carbono total emitido en el 2018, con un 37% de 15,8 millones de toneladas.
Además, las emanaciones costarricenses crecieron en cerca de un 30% entre los años 2010 y 2018.
Muchos carros y poca planificación
De acuerdo con Alberto Mora, director del Estado de la Región, toda Centroamérica muestra niveles preocupantes de contaminación provocados por el transporte.
El informe profundiza en el análisis de este sector “dado que buena parte del consumo total de hidrocarburos corresponde al transporte”.
Mora identificó tres causantes que encajan con la realidad costarricense: la alta dependencia de los hidrocarburos, la falta de transporte público de calidad que desincentive el uso de vehículos particulares y el desorden en el crecimiento de las ciudades.
“En el informe que publicamos en 2016, dábamos cuenta del crecimiento acelerado, desordenado de las manchas urbanas configuradas por las ciudades capitales y la periferia.
“Esas manchas urbanas van, sobre todo, hacia afuera de las ciudades, lo cual implica tiempos cada vez mayores de la gente que necesita moverse hacia el centro de la ciudad.
“Esto unido a la falta del transporte público eficiente y a redes que permitan la conectividad entre las distintas modalidades de transporte, con una mayor cobertura, hace que la gente se vea casi obligada a utilizar el transporte privado para satisfacer sus necesidades de movilidad”, afirmó.
La expansión de la Gran Área Metropolitana (GAM) es un caso de crecimiento sin planificación expuesto en el informe del 2016. El proceso de crecimiento hacia los lados de la ciudad comenzó en la década de los 80 sin ningún tipo de control.
Este fenómeno provocó que los habitantes se encontraran cada vez más lejos de sus centros de trabajo y de los servicios públicos. Esta expansión urbanística descontrolada, sumada a un deficiente sistema de transporte público masivo, derivó en una rápida multiplicación de vehículos en el país.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Seguros (INS), a principios de siglo había cerca de 640.000 vehículos en circulación; la cifra casi se triplicó en dos décadas, pues actualmente circulan poco más de 1,6 millones de automotores y menos de la tercera parte son autobuses o vehículos de carga, es decir, la mayoría son autos particulares.
Otro aspecto resaltado por el Estado de la Región es que, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), todas las naciones incrementaron su factura petrolera como porcentaje de su producto interno bruto (PIB), entre los años 2010 y 2018, con excepción de Honduras.
El valor de las importaciones de petróleo y derivados representa entre un 3% y un 5% del PIB en Costa Rica, Guatemala, Panamá y República Dominicana; y entre un 6% y 7,6% en El Salvador, Honduras y Nicaragua.
“Esto es importante considerarlo, sobre todo a partir de la coyuntura que en este momento vive el país por el debate alrededor de si autorizan o prohíben las exploraciones petroleras y de gas natural.
“Primero tenemos que es una fuente de energía contaminante, importada, y, además, que usa tecnología que va de salida. Entonces, ¿qué sentido tiene apostar por ello cuando hay opciones tecnológicas que están en boga, incluso, en las cuales estamos siendo pioneros a nivel internacional y que podrían no solo garantizarnos energía limpia, sino además con producción local y mucho más eficiente?”, planteó Mora.
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Transporte: la principal barrera hacia un país limpio
La contaminación ocasionada por el transporte basado en hidrocarburos es el principal obstáculo de Costa Rica en la ruta de la descarbonización.
Esta actividad representa el 72% de todas las emisiones a nivel energético, y el 37% de las liberaciones totales de dióxido de carbono de Costa Rica.
En octubre anterior, el Estado de la Nación, programa de investigación sobre desarrollo humano que también realiza el análisis del Estado de la Región, urgió al Gobierno a cambiar de paradigma de su inversión pública en este sector: priorizar el transporte público antes que más carreteras.
Aunque reconoce la necesidad de mejorar la red vial nacional, el Programa señaló que la única manera de reducir drásticamente las presas es crear un sistema inteligente de transporte de pasajeros.
Esa, sentenció, es la única vía para empezar a corregir el caos vial, que aumenta los gastos en transporte y las emisiones contaminantes, así como los tiempos de viaje para todas las personas que deben movilizarse en la GAM.
“Lo que las herramientas de investigación nos permiten evidenciar es que la llave es cambiar el sistema. A veces hemos hecho apuestas muy claramente sobre la infraestructura, por ejemplo, hacer más carreteras, y no en cambiar toda la lógica”, había manifestado Leonardo Merino, investigador del. Estado de la Nación.