
El Reporte Mundial de Felicidad 2025 deja a Costa Rica como sexto país más feliz del mundo, y, además, el más feliz de América. ¿Pero realmente puede medirse la felicidad? ¿Tienen estos índices algún sentido? ¿Sirven para algo?
La respuesta es compleja. Para navegarla, La Nación habló con el neurobiólogo Andrey Sequeira Cordero, quien es investigador del Instituto de Investigaciones en Salud de la Universidad de Costa Rica (Inisa-UCR).
Su línea de estudio es precisamente los diferentes aspectos que llevan a una persona al bienestar y también de los mecanismos cerebrales que llevan a las personas a los determinantes de su salud mental.
Con esto en mente, Sequeira es de la idea de que el concepto de felicidad es “sumamente esquivo”, porque el concepto puede ser muy subjetivo. Por eso, él y otros investigadores prefieren usar el concepto de bienestar.
No obstante, sí hay aspectos que pueden medirse, teniendo en cuenta las limitaciones de cada escala.
“Entre diferentes grupos no hay un consenso de qué es feliz, pero sí hay definiciones válidas, como un estado de bienestar y emociones positivas para la cual sí hay varias escalas que permiten dar un puntaje a los individuos y a las poblaciones”, señaló Sequeira.
Sin embargo, señaló el investigador, si es difícil medir la felicidad o bienestar en una persona, lo es aún más en una población y todavía más complejo en un país. Todavía más cuando se trata de comparar países que pueden ser muy diferentes y variar ampliamente en formas de ver la vida y en lo que se requiere para alcanzar esa satisfacción.
A esto se le debe añadir que no todos los índices miden lo mismo ni con las mismas variables y por ello los resultados no necesariamente son iguales. Dicho esto, sí pueden dar información sobre el bienestar de una nación.
“Si uno conoce las limitaciones sí puede usar esos índices con cierta seriedad. (...) Funciona para dar información de algo. No es que no sirvan”, afirmó.
La situación país también puede influir en ese estado de bienestar. Un aumento en los índices nacionales de inseguridad y violencia, o de desempleo y pobreza, tal vez solo cambiará de manera abrupta la situación de bienestar de quienes son afectados muy directamente. Sin embargo, a mediano y largo plazo, sí podrían influir en la población general con una sensación de desesperanza e impotencia que la aleja de lo que consideran ser felices.
No obstante, los mismos indicadores negativos de un país pesarán menos si a una persona le pasa algo realmente importante o consigue un logro que tenía mucho tiempo de buscar: ahí esa sensación de euforia pesará por encima de las preocupaciones por la situación nacional.
El problema de definir qué es la felicidad
Para el especialista, uno de los principales problemas para medir la felicidad es que no hay una definición “de diccionario” y que no todos tienen el mismo concepto. Sin embargo, se habla de parámetros de lo que necesitan las personas para sentir ese bienestar y cómo ellos se sienten.
Pero, más allá de eso, no puede suponerse que este es un estado mantenido a lo largo del tiempo.
“Decir ‘yo soy feliz’ no significa que yo soy feliz hoy, mañana, en abril y el año entrante y el resto de mi vida. Resulta que no, la felicidad es fluctuante y obedece a situaciones particulares”, destacó Sequeira.
“Usted puede tener una circunstancia hoy que le hace alcanzar un estado eufórico. Y conforme pasa el tiempo va bajando y vuelve a un nivel más basal. Y eso pasa con todo. No existe la felicidad como un estado sostenido. Es una sumatoria de momentos”, añadió.
Pero también puede pasar un acontecimiento que nos haría felices en circunstancias normales, como ganarse un premio o la lotería, pero que si coincide (o es seguida de) situaciones que generan dolor el efecto se perderá. Se puede estar eufórico por un galardón, pero esta celebración o será la misma si se vive en simultáneo con un duelo por la pérdida de alguien cercano.
“Una cosa que me hizo muy feliz la semana pasada y sigue hoy, pero mi problema o enfermedad ya opaca ese estímulo que me generó la felicidad”, dijo el especialista.
Otros determinantes de la felicidad
La salud, dijo el especialista, es uno de los principales determinantes de la felicidad. Enfrentar una enfermedad o la de una persona cercana bajará esa percepción.
A esto se le debe añadir también que hay personas que, por su balance de química cerebral, están expuestas a trastornos que, sin la terapia o medicación necesarias, alejarán a las personas de ese estado de bienestar al que muchos llaman felicidad.
Más allá de índices, cada persona debe definir qué lo hace feliz y buscarlo, pero teniendo en cuenta que la felicidad no es estática, que las cosas malas suceden, que la tristeza es parte de la vida y que no hay forma de permanecer en un estado eufórico en el que no existan los problemas.
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