El País

Recorrido de la antorcha

Tras la estela de la independencia

El aguacero de la tarde casi quería apagarla, pero ella, altiva y humeante, se resistía a morir.

Protegida por su traje de hierro y, sobre todo, por las manos juveniles que le servían de base, la antorcha de la independencia marcó el paso de decenas de estudiantes que la guiaron hacia su destino final: Cartago, la Vieja Metrópoli.

El ulular de las sirenas que antecedían su llegada trastocó la rutina de los pueblos por los que pasó.

En el parque de Los Mangos, en Alajuela, la gente se lanzó a cantar el himno cuando la tea hizo su parada oficial, a las 3:07 p. m.

En San Joaquín de Flores, Heredia, la recibieron con toda la pompa posible del tronar de las bombetas en el cielo encapotado, y del retumbar de la banda del colegio local.

Irina y Roberto, primero; más adelante, Gabriel y Luis; después, Marcos, Kendal y César.

Estos muchachos y muchos otros estudiantes de escuelas y colegios, no se cambiaban por nadie. Ellos eran los encargados de asegurar el paso de la antorcha.

Para Irina Alfaro, ayer fue la primera vez que le tocó marcar el paso de la estela de la independencia. Irina es alumna de sexto grado en la escuela República de Guatemala, ubicada en el centro de Alajuela.

¿Qué significa para una chiquita como ella una tarea de tales dimensiones?

"Es un honor. La antorcha es el símbolo de la libertad".

Un grupo de diez empleados del hospital San Rafael de Alajuela también se apuntó como acompañante de la dama de hierro.

Jeannete Jiménez, enfermera de 47 años, corrió junto a la tea por más de dos kilómetros: "¿Entrenamiento? ¡Nada! Me bastan las carreras que me pego todos los días en el hospital".

A su paso, todas las comunidades querían un poco del fuego de la libertad.

Al acercarse al aeropuerto, César Sequeira Molina, alumno de la escuela California, tomó prestada una llama de la tea y la llevó a su escuela, seguido de una estela de compañeros que atravesó, rauda, la autopista.

Estas réplicas de la antorcha surgían en cada estación, cuando cambiaba el grupo de estudiantes encargados de llevar la tea.

La antorcha siguió su recorrido, con todo y lluvia y cansancio y presas, hasta descansar, finalmente, su fuego de 178 años frente a las ruinas de Cartago.

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