Cuando el Ministerio de Salud dé su reporte epidemiológico este martes 22 de diciembre, las muertes relacionadas a la covid-19 muy probablemente superen las 2.000. El viernes, esa cifra estaba a cuatro pasos de rebasar ese límite fatídico.
El demógrafo y salubrista público Luis Rosero Bixby califica el comportamiento de la mortalidad por esta causa como ‘devastador’.
“Es el año más difícil en generaciones”, afirma Rosero en referencia no solo a los efectos en mortalidad, sino también lo que podría pasar con indicadores como esperanza de vida y natalidad.
Desde el Centro Centroamericano de Población (CCP), ha realizado sus aportes como científico en los análisis del comportamiento de las principales variables asociadas a esta emergencia sanitaria: la mortalidad, la letalidad, la tasa de infección...
Las siguientes, son sus respuestas a cuatro consultas enviadas por este medio. Hay que ponerles atención.
― ¿Cuál es el balance que usted, como especialista, realiza en retrospectiva del 2020 pandémico?
— Es el año más difícil en generaciones. Nos ha puesto a prueba en lo personal y como comunidad. Ha sacado lo mejor y lo peor de nosotros. Hablando desde mi especialidad, Demografía: el aumento en la mortalidad ha sido devastador: 2.000 defunciones registradas como causadas por covid-19 y otros cientos más no registradas como se ha estimado en otros países.
“Sin embargo, a partir del 2022 es posible que se gane el terreno perdido y que incluso haya una situación más favorable porque habría tenido lugar un clásico y odioso proceso darwiniano de selección de los más fuertes. Pero el efecto demográfico más profundo podría provenir de una importante caída en la tasa de natalidad que se espera ocurra el 2021 y el 2022. Esto, sin embargo, es más difícil de cuantificar en estos momentos. Si la natalidad cayera en 10% dejarían de nacer unos 15.000 bebés en 2021 y 2022.
“Otro aspecto a considerar es la importante disrupción en el sistema de transferencias generacionales que está causando la pandemia. Las transferencias públicas en salud y pensiones (y que van a las personas de mayor edad, principalmente, que ya tenían problemas), enfrentarán una situación más dificil por la caída en la recaudación de la CCSS y el aumento del gasto en salud. Las transferencias intrafamilares seguramente se verán afectadas por las altas tasas de desempleo. Muchos quizás hayan tenido que mudarse a vivir con sus padres. La salida de la fuerza de trabajo de las mujeres será importante y perturbadora del sistema de transferencias”.
— Se habla de un ‘burn out’ social, natural en el comportamiento humano. ¿Cuáles son los riesgos potenciales que proyecta de ese desgaste para los próximos meses en el caso de nuestro país?
— Difícil opinar para mí. Una cosa que sí veo venir es el aumento de las desigualdades económicas y sociales. Parece que en lo económico quienes más han perdido son los grupos de menores ingresos y el sector informal de la economía. Y una grave brecha social se está acentuando: la de la educación. Esta brecha es sobre todo cualitativa. Los niños de los estratos sociales más bajos están recibiendo una educación de mucha menor calidad que los grupos con buen acceso a Internet, computadores, y con apoyo de sus padres o tutores en la enseñanza virtual.
— Hemos ganado tiempo, dicen. ¿Será suficiente para contener un incremento en contagios y muertes? Los datos de movilidad de Waze evidencian un incremento en los kilómetros recorridos por la población en las últimas semanas, y una reducción de la permanencia en casa.
— Así es. Ganamos tiempo valioso con el “aplanamiento” de la curva en los primeros 3 o 4 meses. Esto ha hecho que la severidad de la pandemia sea menor que en otros países. Si medimos la severidad con la mortalidad ocasionada en la población, Costa Rica ocupa el sexto lugar entre 22 países de Iberoamérica con la mortalidad más baja. Tenemos una tasa de mortalidad por covid-19 que es la cuarta parte de la de Perú y México, los países de mayor mortalidad, pero que al mismo tiempo es 20 veces más alta que la de Uruguay y Cuba, los países más exitosos.
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“La historia es diferente de agosto para acá. La incidencia y mortalidad de covid-19 en Costa Rica ya es muy similar al promedio iberoamericano. Y desde mediados de noviembre, la situación de la pandemia en Costa Rica es muy extraña e inesperada: no se produjo el aumento en la tasa R que debía resultar con motivo del viernes negro, el feriado largo del 30 de noviembre y el pago del aguinaldo. El vecino Panamá, por ejemplo, ha pasado de 500 casos diarios a cerca de 3.000 en mes y medio y esto en un país que tiene 30% menos población que Costa Rica. Algo extraño está ocurriendo entre nosotros. Ojalá no sea un artificio o sesgo de menor grado de detección de casos. Y ojalá y este inesperado fenómeno se repita y no haya aumento con las fiestas de Navidad y fin de año. Sin embargo, objetivamente, lo que cabe esperar es un repunte importante de la pandemia.
“Pero, aunque no aumentaban los casos en estas semanas, sí han aumentado los fallecimientos y hospitalizaciones. Ello en parte está asociado a un incremento en la proporción de casos que son personas adultas mayores (PAM). Hemos pasado de 6% de casos que son PAM hasta agosto, al 10% de casos que son adultos mayores y, por consiguiente, con más complicaciones. Claro que este aumento puede ser un artificio de que estamos detectando menos casos de covid-19 entre personas jóvenes”.
— Desde su expertiz, ¿cómo se comportará la pandemia con el inicio de la vacunación en grupos de riesgo? Al menos, un 80% de la población de 18 años y más en Costa Rica será protegida. ¿Creará esto la inmunidad de rebaño que todos esperan?
— Creo que sí. Que si se logra inmunizar al 80% de la población adulta, se podría alcanzar cierta forma de inmunidad colectiva. Hay 3,8 millones de personas de 18 y más años de edad, esto significa que el país deberá aplicar 6 millones de dosis de vacunas (2 por cabeza) para llegar al 80%. Sería deseable incluso subir la meta al 90%, puesto que hay que recordar que 1,3 millones de menores de 18 (es decir 26% de la población) quedará sin inmunizar y ellos pueden ser portadores del contagio, aunque la enfermedad en ellos no sea letal ni muy problemática.
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“En teoría , la inmunidad colectiva debería alcanzarse en Costa Rica con el 60% de población inmunizada, dado que el R0 o R-básico del país parece ser de 2,5. Esto cierra bien con las cifras anteriores y cálculos oficiales. Pero aplicar esos seis millones de dosis de vacunas es una tarea monumental que difícilmente se logrará en todo 2021. ¡Habría que aplicar 500.000 dosis por mes! Comenzando el 1.° de enero.