Las mascarillas, el distanciamiento, la restricción vehicular sanitaria y los aforos reducidos también serán la constante en el segundo año pandémico.
Este es el escenario que describe Daniel Salas Peraza, ministro de Salud, quien, por ahora, descarta el retorno de confinamientos restrictivos como los que se vivieron al inicio de la emergencia nacional por la covid-19, entre marzo y mayo.
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No. El país carece de capacidad para pagar subsidios que pudieran sostener a miles de familias si se tomaran nuevamente esas medidas.
Sin embargo, todo depende, advirtió, de que las personas continúen respetando los protocolos recomendados por las autoridades sanitarias para evitar el aumento de las muertes y hospitalizaciones por esa causa.
Salas, quien perdió a su padre por causas relacionadas con la covid-19, exhorta a la población a mantener la sensibilidad por estas pérdidas. Las cifras que se dan todos los días, reitera, son personas, seres queridos cuya ausencia deja desoladas a cientos de familias.
El siguiente, es un resumen de la entrevista telefónica con Salas la tarde del 26 de enero.
− ¿A qué atribuye usted, como epidemiólogo, los números de estas primeras semanas del año, principalmente, hospitalizaciones y muertes, que lejos de subir, como se pronosticaba, bajaron? ¿Le sorprende?
– Sí. Pero, lejos de conformarme, tenemos que analizar las tres variables y otras que puedan ayudar a interpretar estos datos: casos generales, hospitalizados y, dentro de estos, los que están en salón y en una Unidad de Cuidados Intensivos; también los fallecimientos. Lo cierto es que a nivel de internamiento, no hemos tenido la presión que eventualmente se vislumbraba, tampoco la cantidad de casos que se vislumbraba, pero hay que tener claro que la capacidad del país ha estado hacia el límite. En medio de todo esto, entran otras variables a jugar, como por ejemplo que antes la población estaba mucho más atenta al comportamiento de los casos.
“Tal vez ahora como sabemos que la mayoría (de contagios) son leves y no ameritan internamiento, puede ser que haya gente que no esté reportando los casos. Es parte de las teorías que explicarían por qué no tenemos tantos como antes. Sí sabemos que ha habido una disminución en hospitalización. En mortalidad, no estamos en una posición para decir que hemos pasado la parte crítica porque estamos reportando unos 15 fallecidos por día en enero. Esto es una cifra alta. En número de casos, pasamos de tener 1.600 a cifras muy inferiores, pero no así en mortalidad.”
“Tampoco es que hemos tenido aumento de mortalidad en las casas, lo cual sería señal de una transmisión muy fuerte y de que mucha gente tendría la infección silente y se manifiesta tardíamente. También podría ser por las medidas sanitarias o porque la población ha colaborado, no tal vez la totalidad, pero sí la mayoría.
“La estación seca en algo colabora con menos lluvias y humedad. Hay variables que no son tan fáciles de valorar en el contexto de la covid. Estoy seguro de que van a haber muchos estudios que nos indicarán cuáles son los factores, por ejemplo, ambientales, ajenos al comportamiento de la población, que pueden influenciar en la disminución de la transmisión.
“Claro que sería mejor tener mortalidades menores a diez por día. La disminución de casos y el no aumento de hospitalización, debería también verse reflejado en los datos de mortalidad. Esas son cosas que debemos analizar a ver que está pasando, porque hay variables que uno no podría meterlas dentro de una matriz de causa-efecto”.
– Es que sucedieron muchas cosas graves a final y principio de año, con comportamientos totalmente alejados de las prácticas recomendadas por las autoridades de Salud (Santa Cruz, por ejemplo), y no vimos una intervención fuerte, con autoridad, como las que nos tenían acostumbrados al inicio de la emergencia. ¿Qué pasó?
– A fenómenos como el de Santa Cruz y algunas actividades que se han estado dando en discotecas y bares, que se prestan para transgredir el uso de mascarillas y el aforo, hemos tratado de darle seguimiento. Cuando hemos encontrado situaciones así, se suspenden permisos sanitarios de funcionamiento, se ponen multas y, si se reincide, se hacen denuncias por desobedecer a la autoridad. A final de año vimos mucha multiplicación de actividades así. Fue un tema de constante discusión, lo vimos también para coordinarlo con Comisión Nacional de Emergencias y con Seguridad Pública.
“No se puede decir que esto sea de la población en general porque siempre hay gente que sigue cuidándose. No podemos decir que lo más visible represente el comportamiento de toda la población. Santa Cruz, diay sí, ocurrió. Ahí, en ningún momento, se dio ninguna autorización. Fue algo que se dio rápido. Al final, hubo sus penalizaciones y detenciones. Sí se abordó, no fue tal vez in situ ni con medidas represivas, pero sí tuvo consecuencias. Sí se actúa, y se toman las medidas que correspondan”.
– A un año de lidiar con esta emergencia, ¿está cansado el Dr. Salas?
– El que se convierta en algo monotemático es la parte más desgastante, que también desgasta a la población. La gente ha tratado en la medida de lo posible de retomar muchas de las actividades de la vida diaria porque también se da un desgaste mental. Pero la falta de focalización puede costar caro a un sistema hospitalario como el costarricense. Ya lo estamos viendo en otras partes del mundo donde, incluso, se le ha llegado a pedir a la Cruz Roja que no lleve a los hospitales personas con cierto perfil porque no tienen opciones de sobrevivir. Es una realidad, triste y dramática, que definitivamente no queremos para nuestro país.
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– ¿Pero está usted cansado? ¿Ya llegó al límite?
– No, al límite no, porque también es un tema que tal vez no es dentro de la epidemiología el único tema. Está el control de brotes, los modelos predictivos y los determinantes de la salud que rodean estos fenómenos. Al final, es uno de los temas que más encanta: la Epidemiologia y la Salud Pública.
“¡Claro que tiene que haber un desgaste! Es imposible decir que estamos fresquitos como si nada hubiera pasado. El cansancio, sin embargo, no es solo del jerarca. Pero seguimos aquí con esa mística todo el equipo de Salud, de la Comisión de Emergencias y del Sistema de Gestión de Riesgo. El que exista ese desgaste a lo largo del tiempo no implica que haya pérdida del entusiasmo para enfrentar los nuevos retos”.
– ¿De qué depende que volvamos a ver medidas más restrictivas, confinamientos como los de otros países, o eso ya está totalmente descartado?
– Esa va a ser la política vigente mientras no tengamos situaciones demasiado extremas, con mortalidades muy, muy elevadas, con aumentos de tasas de muerte extrahospitalarias a nivel domiciliar. La gente se restringe automáticamente de salir cuando ve que hay un riesgo muy alto de contraer la enfermedad y fallecer. En Costa Rica, ya estamos en una cifra de casi 3.000 fallecidos. Es una cifra muy alta pero eso todavía no significa que en cinco millones de habitantes la mayoría de la gente haya vivido en carne propia una muerte familiar.
“Pienso que, si tenemos una mortalidad extrahospitalaria muy alta, habrá que tomar medidas más fuertes. La misma población, la industria y el comercio estarían de acuerdo. Pero ya hemos indicado que no hay posibilidades de subvenciones, el desempleo y la pobreza pueden ser problemas más graves que la covid si seguimos con modelos restrictivos.
“Tratamos de aproximarnos a las medidas más apropiadas, pero en esto hemos ido aprendiendo mucho de camino, con las medidas, protocolos, con los modelos predictivos que han planteado cómo se puede hacer mejor, y con la vacunación... Es una constante en medio de situaciones en las cuales nadie tiene experiencia previa. No hay una forma correcta de abordar esto completamente. Hemos tratado de manejarnos entre rangos apropiados, pero no hay una fórmula correcta y absoluta”.
– ¿Ganó la economía?
– No, más bien diría que hemos logrado esa convivencia entre salud y economía. Sin economía no hay salud y sin salud no hay economía. Es una simbiosis. Lo sanitario tiene que apoyar a lo económico y viceversa. En un primer momento, teníamos duda de qué tan rápido iba a avanzar esto. En un principio, el riesgo era enorme: la famosa curva exponencial, que todos teníamos el desafío de aplanarla y que logramos contener.
“Desde el punto de vista de mortalidad y no colapso de servicios la salud ha salido ganando. Pero decir que ha ganado solo porque tenemos 2.300 fallecidos, eso no quiero decirlo, claro que el escenario pudo haber sido mucho peor (si no se hubieran tomado medidas). No solo por las muertes directas: por un aumento rampante en las cifras de pobreza, desempleo y hambre, de deficiencias nutricionales, de no poder controlar muchas enfermedades.
“La salud es un balance, es bienestar. Es un equilibro que debe tender a ese bienestar. No es solo la ausencia de enfermedad. Lo económico es también salud. Los determinantes están en todos los ámbitos: económico, comunitario, familiar, de las relaciones interpersonales. No hay forma de ver la salud solo como la falta de enfermedad, virus y muerte. Es mucho más complejo”.
– ¿Qué nos espera en este segundo año pandémico?
– Nos espera seguir con medidas sanitarias. Es claro que si no hemos logrado una inmunidad de rebaño no podemos empezar a levantar las medidas, como el uso de mascarillas, el mantenimiento de burbujas, y los protocolos más estrictos en los diferentes establecimientos. Hay cosas que deberían quedarse. El año pasado, el SARS-CoV-2 aplacó los demás virus. Hubo muy poca circulación de influenza, del sincitial respiratorio. Pero al final hay enfermedades que se transmiten de la misma forma durante todo el año y para los cuales también vale seguir con hábitos como la ventilación natural, el lavado de manos, el protocolo del estornudo. Tenemos que hacer más conciencia como sociedad para que la gente enferma o con síntomas respiratorios no salga de sus casas hasta que no esté sin síntomas. Esto tenemos que seguirlo trabajando como parte de una cultura que debe permear en todos los sectores.
“Eso es lo que nos espera. Seguir aplicando protocolos hasta que no tengamos una inmunidad fuerte y colectiva. La dinámica de este año va a ser vacunación, incentivar a la población, lograr los mayores porcentajes en los grupos meta, y tener vacuna para los que inicialmente no estaban contemplados, que son cerca de 700.000 personas dentro del grupo de adultos. Tendremos que seguir, y dependiendo de la presión hospitalaria, del comportamiento en las comunidades, y del avance en la vacunación, podremos ir permitiendo que algunas medidas que han estado más rígidas, puedan flexibilizarse, y retomar algunas actividades que han estado más restringidas. Es un año para ver cómo podemos, dentro de esta complejidad, tomar un rumbo.
“Este sí es un año donde nos enrumbamos con más claridad y herramientas más fuertes. Vamos hacia una aceptación de estas medidas y con la esperanza de que ya estamos vacunando. Yo quisiera vacunar al ritmo de como lo hacemos con influenza, de varios miles por semana, pero estamos supeditados a la disponibilidad de la vacuna. Nuestras expectativas son avanzar con vacunación y llegar a final de año con un panorama diferente. Esto nos llena de esperanza y es un aliciente”.
– ¿Hay menos incertidumbre que el año pasado? ¿Podemos tener más esperanza?
– Ya hemos transitado muchos meses en el escabroso territorio del mundo pandémico. Recuerdo cuando hablábamos de los primeros 200 casos... ¡era una tensión la que vivíamos! Todo ese factor de sorpresa se ha ido perdiendo. El escenario hoy es muy diferente. Que no nos quite la sensibilidad hacia los fallecimientos o ante una eventual saturación de los servicios de salud el hecho de ser veteranos de la pandemia. Que en Costa Rica se mueran 15 personas al día por una sola entidad, eso no es normal.
“Tenemos en nuestras manos la posibilidad para hacer que esas muertes disminuyan. Eso es lo que tenemos que trabajar y entender que todavía estamos transitando en medio de la pandemia. La vacuna llegó, pero eso no significa que ya se acabó. Al final, no es solo con la inmunización.
“La otra forma de evitar muertes y la infección es no exponerse, es del todo no salir de las casas, algo que para muchas personas no es factible. Pero si lo hace, que sea cumpliendo protocolos. Estos son tiempos inusuales. Las cifras, que ya a muchos no impactan, son personas, son seres queridos... Podrían ser muchos más si no aprendemos de esta experiencia”.