Más de 300.000 personas lidian, todos los días, con la soledad y el cansancio que significan cuidar a algún pariente que requiere asistencia para realizar tareas básicas, como bañarse, comer, vestirse o ir al servicio sanitario.
La gran mayoría no reciben remuneración alguna por su trabajo, el cual realizan de manera intensa con un importante desgaste físico, económico y emocional como consecuencia.
Carecen también de sistemas de soporte familiar y comunal que les faciliten la capacitación para asumir su rol y, sobre todo, para velar por su propio cuidado personal para no enfermarse.
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En un 43% de los casos, esos cuidadores son hijos de personas dependientes, y en un 32% son cónyuges, con un rostro mayoritariamente femenino, según el informe Envejecimiento y Atención de la Dependencia en Costa Rica, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Dicho documento, presentado en noviembre del 2019, revela que, al menos, un 8% de la población adulta costarricense se encuentra en alguna situación de dependencia funcional.
Ese porcentaje representa cerca de 280.000 personas, con una prevalencia marcada en los adultos mayores. Según el estudio, la tasa de dependencia entre quienes tienen más de 60 años es de un 15%: tres veces más alta que en el resto de la población adulta.
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Presión y riesgos
En más de un tercio de los hogares ticos hay un adulto mayor, y un 7% de los pobladores viven con alguien de 80 años y más.
Actualmente, 13% de los adultos mayores viven solos y un 24%, con otros adultos mayores, lo cual complica la tarea de cuidado pues cada vez es más común ver a un anciano cuidando de otro.
De las personas en situación de dependencia, según el BID, 61% son mujeres, 46% tiene 60 años o más, 15% es mayor de 80, y 35% se ubica en el quintil de menores ingresos versus un 12% que está en el de mayores ingresos.
El incremento de la población que requiere asistencia está generando una fuerte presión sobre las familias que, en su mayoría, apuestan por delegar las tareas de cuido en alguno de sus miembros.
Un análisis del servicio de Atención Comunitaria Geriátrica, del Hospital Nacional de Geriatría, que revisó 3.190 ingresos del 2012 al 2019, encontró que la edad promedio de los 2.826 cuidadores identificados ahí es de 53,5 años.
La mayoría, tiene entre 40 y 70 años, destacando la década de los 50 a los 60 con el mayor número de cuidadores (945 personas, o 33,4%).
El estudio destaca que el 18 % de los cuidadores son adultos mayores de 65 años. Por otra parte, revela que el 85% son familiares, 58% hijos, y solo un 14% es personal contratado para atender a la persona dependiente.
Ante la ausencia casi absoluta de herramientas de apoyo, los cuidadores de personas con alguna dependencia corren un altísimo riesgo de desarrollar el llamado síndrome del cuidador quemado (burnout).
Alexis Cruz Alvarenga, coordinador del Centro de Atención Integral para Personas con Deterioro Cognitivo, del Hospital Nacional Psiquiátrico, ha visto pasar por su programa cuidadores deprimidos y hasta con ideas suicidas debido a la enorme presión con la que lidian.
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Cuidadores en esa condición no solo pueden enfermar o morir; también pueden incluso convertirse en un factor de riesgo de maltrato para las personas que cuidan.
También pueden desencadenar situaciones de abandono y negligencia de adultos mayores. Katia Sevilla, de la organización Orientación para la Integración en Familia (OIFA), sostiene que esta es una situación que hasta hoy ha permanecido completamente invisible para la sociedad.
Debería existir un sistema que contemple espacios de cuido al cuidador, que en la actualidad escasamente existen.
En lo privado, además, la provisión de herramientas para enseñar al cuidador a realizar su tarea son caras y exclusivas para quienes puedan pagar ¢30.000 por una hora para aprender a pasar de la silla a la cama y viceversa.
Dependencia crece
Una persona dependiente, explica el informe del BID, es aquella con dificultad física, mental, alguna enfermedad permanente o de edad muy avanzada, que no puede hacer actividades por sí misma y requiere que otra persona destine tiempo diariamente para su apoyo.
Se trata de hombres y mujeres con dificultades para hacer actividades de la vida diaria: las conocidas como instrumentales (hacer compras o ir a la clínica, por ejemplo), y las básicas (ir al baño, alimentarse o acostarse y levantarse de la cama).
En el caso de Costa Rica, esta situación aumentará en el futuro inmediato debido al envejecimiento de la población e implicará una demanda creciente de servicios de atención y una presión sobre las políticas sociales y sanitarias, advierte el estudio.
“Pero, sobre todo, ejercen presión sobre las familias y especialmente sobre las mujeres, que son las que actualmente asumen la mayor parte de las tareas de cuidado. Y es que las familias no solo son más pequeñas, sino que más mujeres participan en el mercado laboral y tienen menos horas disponibles.
"Esto resulta en un escenario donde existe una oferta limitada de servicios financiados por el Gobierno, y los recursos de las familias para brindar cuidados están sobreexigidos”, apunta el informe del Banco.
Según proyecciones demográficas, en el 2050 se duplicará la población adulta mayor, que para entonces representará un 31% de todos los costarricenses. Actualmente, los adultos de 60 años y más son un 16% del total de la población: alrededor de 800.000 personas.
Entre ese grupo, la dependencia se dispara por complicaciones de enfermedades crónicas que comienzan a detonarse en esa etapa de la vida. Existe una relación estrecha entre esos padecimientos, la aparición de discapacidades y la dependencia.
Cálculos del BID basados en la Encuesta Nacional de Discapacidad (Enadis, 2018), indican que si se mantiene la tasa de dependencia actual, el porcentaje de personas con dependencia de 60 años y más pasará de 46% en el 2018 a 62% en el 2050.
Límites a la vida diaria
Porcentaje de la población con dificultad para realizar actividades básicas e instrumentales a la vida diaria
FUENTE: ENVEJECIMIENTO Y ATENCIÓN A LA DEPENDENCIA EN COSTA RICA, BID. 2019, ELABORACIÓN PROPIA CON BASE EN EL ESTUDIO GLOBAL DE CARGA DE ENFERMEDAD || J.C. / LA NACIÓN.
Política de cuidados
En medio de la creciente necesidad de cuidadores, el BID advierte de que en Costa Rica no existe un sistema integrado de atención a la dependencia, ni políticas ni programas cuyo foco sea la población con dependencia y a sus cuidadores o asistentes.
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El informe, no obstante, reconoce que "Costa Rica está lista para avanzar a paso rápido en la construcción de un sistema nacional de cuidados de largo plazo, un asunto que ya está incluso en la agenda pública.
“El país cuenta con instituciones robustas, un seguro público de salud de amplia cobertura, un marco normativo favorable y, sobre todo, una visión de los derechos sociales que hacen factible la adopción del cuidado, sobre todo en la vejez y en condición de dependencia, como un ámbito prioritario de su sistema de bienestar social”, señala el documento.
De hecho, el informe del BID es uno de los insumos principales del Gobierno para desarrollar la primera Política Nacional de Cuidados, que estaría lista en el primer trimestre de este año. Así lo confirmó el viceministro de Desarrollo Humano e Inclusión Social, Francisco Delgado Jiménez.
Delgado reconoció que el sistema enfrenta el enorme desafío de la sostenibilidad financiera.
En entrevista con La Nación, el funcionario adelantó que se revisan opciones como el copago, las acreditaciones de centros de cuido y la formación de los cuidadores, el fortalecimiento de la atención domiciliaria bajo el liderazgo de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), y el trabajo conjunto con municipios, Estado y empresa privada.
En estos momentos, detalló, se encuentran en la etapa de definición de la población objeto de esa política y en la medición de los costos y fuentes de recursos para garantizar la sostenibilidad financiera.
El BID recomienda, en este caso contemplar, la diversificación de las fuentes de financiamiento, incluyendo el copago (identificar cuándo es posible que el usuario pague un monto parcial) y la participación del sector privado en el desarrollo de la oferta de servicios.
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El segundo vicepresidente, Marvin Rodríguez Cordero, ha impulsado desde su despacho esa iniciativa. Asegura que para él ha sido prioridad fortalecer la institucionalidad vinculada con la población adulta mayor, y el tema del cuido se ha vuelto prioritario.
Por su parte, la directora médica del Hospital Nacional de Geriatría, Milena Bolaños, identificó dos grandes vacíos en el tema de los cuidadores, que deberían ser considerados seriamente dentro de la política: la capacitación para asumir la tarea y reducir el nivel de ansiedad, miedo e incertidumbre; y herramientas para el autocuidado.
“Tenemos un porcentaje alto de envejecimiento, pero sabemos que en los próximos años se disparará astronómicamente. Este es un buen momento para organizar y tomar decisiones, como fortalecer la red de cuido para que las personas adultas mayores se mantengan en su hogar y comunidad”, recomendó Bolaños.