Los cuatro hijos y el esposo de Estefani Jiménez Mora, de 58 años, se han tenido que organizar económicamente para asegurar que la mamá de esta familia tenga atención pronta y de calidad para las trombosis recurrentes (coágulos en venas) que sufre desde hace casi tres años.
Por recomendación médica, la familia decidió sustituir un anticoagulante que da la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), llamado warfarina, por un fármaco cuyo tratamiento mensual ronda los ¢50.000 en farmacias privadas.
Anualmente, este hogar de Desamparados invierte más de ¢600.000 en ese medicamento. Aunque el costo los obliga a hacer un esfuerzo importante, este otro fármaco le mejora sustancialmente la calidad de vida a doña Estefani, quien solo toma una pastilla al día para reducir el riesgo de coágulos y derrames cerebrales.
Con la warfarina, por el contrario, esta madre debía tomar varias dosis al día, eliminar los alimentos con hoja verde de su dieta, y acudir una vez al mes al Hospital San Juan de Dios a un examen de sangre conocido como INR. La prueba es para determinar el tiempo de coagulación de la sangre y, a partir de ahí, ajustar la dosis de warfarina para el siguiente mes.
La propensión de la señora a tener coágulos ha provocado, además, que en los últimos dos años sus parientes sumen a la compra del medicamento, al menos tres consultas con especialistas en Vascular Periférico en clínicas privadas.
Este año, agregaron a la lista un angiotac de ¢250.000, que es un procedimiento de diagnóstico por imágenes para ver el flujo de los vasos arteriales.
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‘Alergia’ era trombosis
Estefani Jiménez cuenta que la primera vez que su pierna izquierda se le empezó a inflamar y a doler, a mediados del 2021, le enviaron un antialérgico en el Centro de Atención Integral en Salud (CAIS) Marcial Fallas, de Desamparados. Como las molestias, lejos de aliviarse, aumentaban, regresó al CAIS y le dijeron lo mismo: alergia.
Pero la tal alergia no lo era. Resultó ser una trombosis, con un coágulo que avanzaba peligrosamente, según el diagnóstico del primer especialista que su familia pagó en consulta privada.
La pandemia primero y el hackeo a la Caja después, le complicaron en esos difíciles meses el acceso a los servicios públicos de salud, reconoció Jiménez.
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El médico les aconsejó salir inmediatamente a emergencias del San Juan porque la vida de esta madre corría peligro. En ese hospital capitalino la internaron y le colocaron un stent (malla para abrir arterias), le recetaron warfarina y le programaron citas de seguimiento en Medicina Interna y Vascular Periférico.
A noviembre pasado, iba relativamente bien hasta que la misma pierna volvió a hincharse y el dolor regresó; sin embargo, los médicos del San Juan le recetaron únicamente reposo.
Ante la imposibilidad física para caminar debido a la nueva complicación, hijos y esposo volvieron a revisar su presupuesto como profesionales asalariados, y pagaron una cita con un especialista en Vascular Periférico. Para precisar la sospecha inicial de un nuevo coágulo, el médico ordenó el angiotac, que confirmó otra trombosis en evolución.
Pero lo que sigue, como parte del tratamiento ideal para Jiménez, ya no lo puede pagar esta familia del sur de San José. Son exámenes diagnósticos que rondan entre los ¢3 millones y ¢4 millones, y probablemente un nuevo procedimiento de hemodinamia que está fuera del alcance de este hogar, por más que raspen la olla en un intento por estirar sus salarios.
Doña Estefani contó que la familia decidió esperar a la cita que tiene programada para finales de marzo con el especialista en Vascular Periférico del San Juan de Dios.
Ella promete llevarle todos los exámenes que sus hijos y esposo le han pagado por fuera de la CCSS, con la esperanza de que le programen un procedimiento que la haga caminar de nuevo y recuperar un poco su calidad de vida.