Luis Diego Jiménez Fernández no recuerda lo que pasó el domingo 23 de octubre del 2022 cuando regresaba en moto a su casa, luego de dejar a uno de los amigos con quien había jugado una mejenga.
Lo que sabe sobre su accidente en moto se lo contaron testigos. Así lo dice, sentado en su silla de ruedas, el ingeniero en sistemas, de 28 años, casado y padre de un bebé que en mayo cumplirá un año.
El miércoles 1.° de febrero anterior, cuando habló con La Nación, Jiménez acumulaba mes y cuatro días internado en el Centro Nacional de Rehabilitación (Cenare), de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
Allí intenta recuperarse de la fractura de la vértebra T8, localizada en la espalda, con invasión del canal medular. La sufrió al caer de la moto y chocar su cuerpo contra una enorme piedra que lo esperaba a la orilla del camino, el atardecer de aquel domingo de mejenga.
Este vecino de Guápiles, en Pococí de Limón, fue atendido primero en el Hospital Calderón Guardia, en San José, en donde estuvo internado hasta el 7 de diciembre. En ese centro médico fue estabilizado e intervenido quirúrgicamente en su espalda.
Luego ingresó al Cenare, el 28 de ese mes, en donde empezó su lucha por recuperar movimiento y sensibilidad en piernas y brazos; un proceso que, según dijo, le consumirá al menos los próximos dos años.
Jiménez está entre los más de 103.000 motociclistas accidentados que han sido atendidos en hospitales de la CCSS y el Hospital del Trauma, del Instituto Nacional de Seguros (INS), entre el 2018 y el 2022.
Este guapileño cumple, al pie de la letra, con el perfil de quienes más se accidentan en moto: más del 80% de quienes llegan a los hospitales por esa causa son hombres, y más del 70% tienen entre 20 y 44 años.
De acuerdo con datos facilitados por la CCSS y el INS, la atención hospitalaria de accidentes de tránsito en moto representó una erogación que superó los ¢266.767 millones, entre 2018 y 2022, para un promedio de ¢53.353 millones al año.
El 36% del monto total tocó las finanzas de la CCSS; es decir, ¢96.242 millones. El otro 63,9% lo cubrió el INS, que destinó ¢170.525 millones en esos cinco años. Pero esta cifra puede ser todavía mayor, pues el Instituto no incluyó en ella el costo de pagar las incapacidades.
Dicha entidad es la encargada de atender a las víctimas de accidentes de tránsito. Lo hace con fondos que salen de la póliza conocida como Seguro Obligatorio de Automóviles (SOA), y con las que adicionalmente pague el conductor. También recurre a la póliza de Riesgos del Trabajo (RT); esta última se utiliza con frecuencia, pues muchos de estos accidentes pasan en jornada laboral.
Hay que recordar que todo conductor, al menos, debe tener SOA. Cuando ocurre un accidente de tránsito, para salvaguardar la vida de la persona y reducir el riesgo de complicaciones, se la traslada al hospital más cercano, que generalmente es alguno de los 29 que tiene la CCSS en todo el país.
Una vez estabilizada, se transfiere al Hospital del Trauma. Si el motociclista solo tiene el SOA y su monto se agota, vuelve a la CCSS para que, en caso de tener seguro, siga el proceso de recuperación ahí.
Las secuelas más frecuentes que sufren los motorizados son heridas, fracturas y traumas en huesos y músculos.
Sangría de recursos
El domingo del accidente, Luis Diego Jiménez estuvo a punto de ir en carro a la mejenga pero como el partido prometía mucha asistencia, se fue en moto por comodidad, recuerda.
De regreso, aparentemente se le cruzó una bicicleta en el camino. “La quise esquivar pero había una vuelta con una fuga de agua y barro en la calle, que me hizo perder el control. Me salí de la carretera, la moto se incrustó en un zanjo y me tiró hacia el frente. Dicen que pegué en una piedra grande.
LEA MÁS: Casco salvó a Eliander Lara de morir bajo un camión ganadero: ‘¡Jamás hubiera sobrevivido!’
“En este momento (febrero del 2023), no tengo ni movilidad ni siento las piernas del ombligo para abajo. Pero hay que darle tiempo al tiempo para ver qué pasa. Se tarda hasta dos años en que la médula desinflame”, comenta esperanzado Luis Diego.
En febrero, el guapileño ya podía pasar sin ayuda de la silla de ruedas a la cama, y viceversa, amarrarse los zapatos y sostener la cuchara para comer. Logros enormes para él en su nueva condición.
Esto lo alcanzó con terapia, una que incluye el apoyo psicológico para superar la pérdida de movilidad y el cambio que significará esto para su vida y para la de la familia que lo espera en Guápiles.
Todas esas atenciones a cientos de motociclistas accidentados elevan a cifras astronómicas el costo de los servicios hospitalarios por percances en moto.
En dólares, lo destinado a esta atención, entre el 2018 y 2022, representó más de $495 millones, un monto con el cual se hubieran construido casi diez nuevos hospitales del Trauma, o cuatro nuevos hospitales como el que se levanta para Turrialba, o también dos parecidos al que la CCSS construye en Puntarenas.
Solo la Caja reporta más de 17.677 egresos hospitalarios por accidentes de tránsito en moto, del 2013 al 2022. Los egresos en el INS, con cifras de los últimos cinco años (2018-2022), ascienden a 95.258.
Diez de los 29 hospitales de la CCSS concentran el mayor número de egresos por esta causa: 13.557 entre 2013-2022; es decir, un 76,7% de todos los egresos registrados en diez años.
La lista la encabeza el Hospital San Juan de Dios, el cual concentra el mayor número de egresos hospitalarios por accidentes de moto, con 2.544 en diez años; en promedio, 254 anuales. Le siguen el México (1.703 egresos en diez años; 170 anuales), y el hospital de Liberia (1.613; 161).
De los egresos en la CCSS por esa causa en ese mismo periodo, 15.358 fueron de hombres; es decir, un 86,8% del total. El 70% de ellos tenían entre 20 y 44 años (10.755 casos).
Entre los hombres, los otros rangos de edad con más egresos hospitalarios fueron, por orden de importancia, en personas entre 45 y 64 años (2.440 egresos; 244 al año en promedio), y en quienes tenían entre 15 y 19 años (1.530 egresos; 153 al año en promedio).
En esos mismos diez años, la CCSS registró 2.319 egresos de mujeres víctimas de accidentes de tránsito en motocicleta; es decir, un 13,1% del total. El 66,7% de ellas tenían entre 20 y 44 años (1.547 egresos).
Luz al final del túnel
La independencia que Luis Diego Jiménez logró en poco más de un mes de terapia en el Cenare lo hace sentirse muy feliz, pues regresar a su casa y trabajo como una persona diferente a la que todos conocieron antes del accidente no deja de asustarlo.
LEA MÁS: Repartidora de comida sufrió serias lesiones por choque en moto: ‘El chasís es uno’
Jiménez labora para una empresa de alcance nacional, que durante este prolongado periodo de incapacidad ha aportado para que el joven reciba el salario completo.
“Me permitirán seguir trabajando, incluso desde una silla de ruedas. Al principio, la noticia fue un poco fuerte para todos, mis padres, mi esposa y para mí. Pero con ayuda de Dios lo hemos ido aceptando”, reconoció.
Consiguió una silla de ruedas prestada y, según adelantó, van a hacer en su casa un cuarto adaptado a sus nuevas necesidades, esto con apoyo de sus patronos.
“No sé si volveré a caminar o no, hasta que pasen dos años. Esto ha sido difícil. Yo odiaba los hospitales. Tenía como diez años de no arrimarme pero ni a un Ebáis, pero cuando uno pasa por esto valora cosas tan simples”, comenta con la ilusión de seguir mejorando.