El pediatra argentino Gustavo Girard recuerda una de tantas situaciones que le han llegado a su consultorio, en Buenos Aires. Le informaron de tres suicidios de colegiales en tan solo 48 horas.
El colegio de donde eran estudiantes los fallecidos prometió llamar a Girard para que él, como especialista, visitara la comunidad junto a su equipo y apoyara a los sobrevivientes: familiares, amigos y compañeros de estudios de las víctimas. Sin embargo, esa llamada nunca llegó.
“El colegio no hizo nada, ¡nada! ¿Se dan cuenta de esas angustias? Los chicos (compañeros de las víctimas) llegaban a llorar a mi consultorio. Esto es lo que tenemos que evitar. Nos tenemos que movilizar”, exhortó el pediatra en la conferencia que dictó en el Congreso Internacional de Adolescencia y Juventud, a inicios de noviembre, en Costa Rica.
Expertos latinoamericanos, que asistieron a ese espacio de análisis y discusión, coinciden en que escuelas y colegios juegan un rol preponderante en la prevención del suicidio. También en el acompañamiento que se debe dar a los sobrevivientes cuando ocurre una de estas muertes.
El suicidio aparece entre las primeras causas de muerte en la población adolescente. Las mayores tasas de incidencia en Latinoamérica se registran en menores entre los 10 y 19 años, pero más a partir de los 15, informó el psicólogo costarricense Óscar Valverde.
La pediatra argentina especialista en adolescentes, Míriam Gloria Prieto, dijo que estas muertes son un grave problema para la salud pública. Informó de que es la segunda causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Prieto explicó que el llamado “modelo ecológico” para comprender este tipo de violencia incluye a la familia, la comunidad, al colegio y al individuo. Por eso es que el suicidio requiere una intervención preventiva, otra de tipo asistencial y una posventiva.
“La escuela y el colegio tienen un gran rol dentro de la prevención del suicidio”, recalcó la pediatra, quien recordó los signos que deben activar las alarmas:
- Cambio de hábitos del adolescente.
- Falta de concentración.
- Retraimiento con los amigos (se encierra y está solo).
- No tiene comunicación con la familia.
- Presenta un comportamiento rebelde.
- Abandona la apariencia personal.
- Siempre está enojado o está muy triste.
- Pierde interés por las cosas que antes quería hacer.
- Padece de fatiga e insomnio.
- Tiene una elevada frustración y autoexigencia y dificultad para resolver problemas habituales.
“El suicidio no se da de un día para otro. Ellos lo piensan, lo piensan, lo piensan, y dan un paso y otro hasta que lo concretan”, advirtió Prieto.
La pediatra recomienda a los centros de estudio contar con una asesoría de salud integral con espacios de consulta enfocados en las necesidades de los adolescentes. Es en estos espacios donde, por ejemplo, se pueden detectar situaciones de violencia autoinfligida.
También aconseja hablar del tema: “Si los chicos van a un club de fútbol o a talleres, que se hable ahí de suicidio: tiene que ser hablado y plasmado. La inclusión en estos espacios siempre tiene que ser voluntaria, que ellos quieran ir, no que nosotros los obliguemos”.
Directivos, docentes y orientadores de secundaria tienen que intervenir y enseñar sobre la prevención del suicido de manera interdisciplinaria.
Prieto aconseja montar obras literarias donde se exponga el tema para que los estudiantes tengan la visión de lo que significa y se avance en la prevención dentro del ámbito escolar.
¿Qué pasa cuando el suicidio ya ocurrió?
A esa pregunta se contesta con lo que se conoce como posvención. Es decir, la intervención con maestros, otros miembros de la comunidad, médicos, pares (otros adolescentes) y las familias para acompañar y apoyar a los sobrevivientes.
Se trata de fortalecer lazos afectivos. También un diagnóstico de situación para identificar a los más vulnerables a morir por suicidio en la comunidad escolar.
Hay mucho por hacer para prevenir estas muertes, advierte Gustavo Girard. Sin embargo, aclara que el suicidio seguirá existiendo.
“Creer que somos tan omnipotentes que lo podemos evitar totalmente no es factible. ¿Por qué esto es tan importante? Porque cuando una persona muere por suicidio, sus cercanos sienten un dolor devastador.
“Se hacen tres preguntas: ‘¿Por qué lo hizo? ¿Cómo pude haberlo evitado? ¿Cómo me hizo esto a mí?’ Y de ahí viene ese sufrimiento, que hasta puede llegar a producir una situación similar”, advirtió Girard.
Cuando el suicidio está planificado es prácticamente inevitable, asegura el pediatra. Para él es imprescindible conocer esa realidad para poder afrontar la situación y acompañar a los sobrevivientes.
Tanto en la prevención como en la posvención del suicidio, agrega Girard, la primera actitud es no dejar sola a la persona. Un docente, dice, debe acompañar, querer, estimar.
“Todo eso que el ser humano necesita como lo más profundo para su vida. Esto es algo muy importante en la prevención”, enfatiza.
Atención a estos signos y síntomas
La pediatra Miriam Gloria Prieto ofrece una guía a padres y maestros para detectar situaciones de riesgo y crear ambientes protectores para los adolescentes.
Entre los factores de riesgo, Prieto destaca los siguientes:
- Antecedentes familiares y personales de intento de suicidio o de muerte por suicidio.
- Violencia intrafamiliar.
- Abuso físico y sexual.
- Rigidez y autoritarismo familiar.
- Factores sociales como bullying y abuso de sustancias.
- Escasa comunicación en la familia.
- Idealización de figuras.
Entre los rasgos de personalidad que, según la pediatra, aumentan el riesgo de suicidio están:
- Inestabilidad de ánimos.
- Rigidez de pensamiento.
- Conducta agresiva.
- Dificultad para resolver problemas habituales.
- Sentimientos de rechazo de los demás.
- Falta de capacidad de autocrítica.
- Sentimiento de desamparo.
- Vaga identificación de género y orientación sexual.
Finalmente, como factores protectores Prieto citó los siguientes:
- Tener las necesidades básicas del grupo familiar satisfechas.
- Buena comunicación familiar.
- Una fuerte religiosidad y espiritualidad.
- Capacidad de aceptar la realidad.
- Contar con apoyo familiar, escolar, comunal y de pares.