Cuando nació, Bianka pesaba solo 790 gramos y medía 24 centímetros (le cabía en la mano al papá). Le faltaban las cejas, las uñas y los pulmones no estaban desarrollados. Estuvo dos meses y medio en la incubadora con oxígeno, el cual tuvo hasta 15 días antes de que le dieran de alta, pues tenía que aprender a respirar por sí sola.
Bianka celebró en setiembre pasado sus 13 años, ya va para segundo año de colegio. Aunque es una adolescente sana, que le sonríe a la vida, era difícil de imaginar que así fuera cuando nació.
La niña llegó al mundo a las 27 semanas de gestación, una semana más del tiempo del embarazo considerado como límite de viabilidad, el momento a partir del cual hay más posibilidad de que el bebé viva.
Su mamá Georgina Alvarado Martínez recuerda el embarazo y el nacimiento como un tiempo muy difícil.
“Planificaba con la T de cobre y, desde el inicio, fue un embarazo de alto riesgo porque no me pudieron sacar ese método de planificación y sangraba mucho, por lo que me mandaron a reposo absoluto; solo podía ir al baño y otra vez a la cama”, relató esa madre, vecina de Tablón de El Guarco, en Cartago.
La ilusión se empañó de preocupación. Su situación se complicó y los médicos decidieron hacerle una cesárea a las 27 semanas. Doña Georgina asegura que tanto ella como su hija recién nacida recibieron muy buen trato en el Hospital Max Peralta.
“Desde el momento en que la sacaron de la pancita, ellos corrieron mucho. No tengo ninguna queja, me la cuidaron demasiado, también cuando estuvo en cuidados intensivos durante dos meses. Le dieron varios paros respiratorios; también la cuidaban mucho porque se le podía meter una bacteria, pero gracias a Dios nunca pasó”, narró.
Nació un 29 de setiembre y salió del hospital el 24 de diciembre.
Esta madre cuenta que siempre les dieron esperanzas de vida, por lo que le cuesta entender lo ocurrido esta semana en el Hospital La Anexión, en Nicoya, donde nació la pequeña Isabella del Milagro, a los 26 semanas de gestación. Los médicos optaron por entregársela a su mamá para que muriera en sus brazos.
La madre pidió ayuda mediante un mensaje en su perfil de Facebook para que trasladaran a la niña a otro centro médico donde le diera atención. La niña sobrevivió muchas horas sin incubadora y sin oxígeno, hasta que fue llevada al Hospital de Puntarenas, donde falleció este viernes.
A doña Georgina, según cuenta, el pediatra siempre le advirtió de que a la niña le faltaba mucho por desarrollar y no sabía si lograría sobrevivir.
“Siempre tuve la fe puesta en Dios y María de que mi bebé iba a seguir adelante. Gracias a Dios tiene 13 años y eso que los doctores no le daban muchas esperanzas de vida. Cuando en las noches me venía del hospital, me decían que estuviera pendiente del teléfono por cualquier emergencia”, recordó.
Ya con la bebé en casa, pasó un año sin salir a centros comerciales o a sitios con aglomeraciones. Si la gente quería ir a conocerla, debían lavarse las manos y usar mascarilla porque la bebé tenía las defensas muy bajas y era muy propensa a adquirir una bacteria.
Los médicos le dijeron, además, que la menor tendría problemas de salud y podría caminar hasta después de los dos años, pero aquellos pronósticos no se cumplieron. Bianka superó todo, siempre bajo atención del Hospital Nacional de Niños.
“Siempre estuvo en control y me le dieron de alta cuando cumplió los 12 años”, celebró la madre. Al recordar su experiencia, comprende el dolor y la frustración de Angie Herrera Guzmán, al ver a su pequeña Isabella del Milagro batallar por la vida.
La historia de Summer
Esa batalla también la dio Summer Ainara, quien nació de 32 semanas de gestación luego de un embarazo de alto riesgo de su joven madre de 17 años.
Según cuenta su abuela, Magaly Montero Jiménez, vecina de San Nicolás de Cartago, todo ocurrió el 30 de noviembre. Ese día le informaron que, aparte de los problemas de hiperémesis gravídica (náuseas y vómitos intensos y persistentes) de su hija, detectaron un retardo de crecimiento uterino, por lo que debían internarla.
Sin embargo, ya en Maternidad, le informaron de que las vidas de su hija y su nieta estaban en peligro, por lo que debían operar. A las 5:52 p. m. de ese 30 de noviembre, nació Summer, de 1.740 gramos y 41 centímetros.
“Inmediatamente, fue a incubadora con oxígeno y estuvo tres días en cuidados intensivos con sueros; al tercer día, pasó a cuidados intermedios, donde duró 27 días; luego la pasaron a un anexo por siete días más”, precisó
En el hospital corrieron mucho, añadió, pues la niña presentó síndrome de dificultad respiratoria del recién nacido, pues los pulmoncitos no estaban listos, aunque un mes antes la madre había recibido cuatro inyecciones para ayudar a madurarlos.
“Pensamos que duraría más tiempo internada ya que cuando nació bajó muchísimo de peso, hasta llegar a 1.340 gramos y costó mucho que volviera a subir de peso. No toleraba la leche materna ni la fórmula, estuvo varios días con suero para mantenerla”, detalló doña Magaly.
En su caso, dijo, toparon con personas muy humanas que corrieron mucho y se preocupaban por los neonatos. Dada su vivencia, fustigó la situación vivida por la madre de la bebé prematura en el Hospital de Nicoya.
Summer ya cumplió un mes y 12 días (al viernes). Aún no tiene la vacuna de nacimiento y habrá que esperar a los dos meses para aplicarla. Por eso, explicó, uno de los cuidados es que nadie la toque y que no haya personas enfermas cerca de ella.