El 2020 será un año para recordar. No solo porque una pandemia paralizó, como nunca antes, la vida del país, dejando una estela de crisis, enfermedad y muerte.
También porque ese año se aceleraron en Costa Rica los cambios demográficos que se han venido experimentando a lo largo de las últimas décadas.
No solo se registró el descenso de nacimientos más significativo en 20 años, con 6.426 menos, sino que estos representaron un adelanto de 12 años en las proyecciones de los demógrafos.
El año pasado ocurrió lo que se esperaba para el 2032: la tasa global de fecundidad (TGF) cayó a 1,4 hijos por mujer en edad fértil, concentrándose las dos terceras partes de esta caída en las menores de 25 años.
La caída, por supuesto, impactará con fuerza en salud, debido al envejecimiento de la población; en el número de niños que llegarán a las aulas; y en el sostenimiento de las pensiones.
Esa TGF, además, coloca al país entre las 20 naciones del mundo con las tasas más bajas. La lista la encabeza Corea del Sur (1,08 hijos por mujer en edad fértil), y la completan países como Singapur (1,24), Japón (1,37) y España (1,39).
“Entre 1955 y 1960, la tasa global de fecundidad era de seis o siete hijos por mujer, y que 60 años después lleguemos a 1,4 hijos por mujer; en muy pocos países del mundo se ha observado un descenso tan pronunciado”, explicó el director del Centro Centroamericano de Población (CCP), de la Universidad de Costa Rica (UCR), Gilbert Brenes Camacho.
Para 2009, por ejemplo, la tasa de fecundidad era de 1,95; en 2011, bajó 1,86. En 2015, llegó a 1,76 y ya en 2019, en 1,56 hijos por mujer.
En 2020, nacieron 57.848 niños. Un año antes, hubo 64.274 nacimientos. Ni qué decir del 2015, cuando se registraron 71.819.
“Es una caída extraordinariamente acelerada que nadie podía prever o pronosticar. La TGF por debajo de 1,5 ya empieza a ser preocupante. Es posible que esto sea solamente un fénomeno temporal en el sentido de que es una posposición de la edad de entrada a la maternidad que más adelante se recuperará”, manifestó el demógrafo y salubrista, Luis Rosero Bixby.
Un análisis de Rosero concluyó que la caída se concentra en dos grupos: en personas jóvenes, y en mujeres nicaragüenses.
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Según la demógrafa del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), Olga Araya Umaña, las proyecciones de población que realiza la demografía clásica considera casi imposible llegar a niveles de 1,4.
“Siempre se tiene la esperanza de algún repunte. Sin embargo, creo que Costa Rica no va a llegar al repunte de la tasa de reemplazo (2,1 hijos por mujer en edad fértil). Si llegáramos a repuntar sería a tasas menores”, afirmó la demógrafa.
Causas y efectos de descenso
Un repaso a la historia muestra a Costa Rica como uno de los países con menor densidad poblacional en la región desde tiempos de la colonia.
El sociólogo de la Universidad Nacional (UNA), Abelardo Morales Gamboa, recuerda cómo, en el siglo XIX, cuando se comenzó a sembrar café, había preocupación porque la insuficiente mano de obra.
“Lo mismo pasó con la construcción del ferrocarril. Yo tengo la sospecha, y es una hipótesis: puede haber una serie de razones históricas. En la época prehispánica, Costa Rica era uno de los territorios menos poblados. No hay que descartar ese aspecto histórico, que podría tener hasta explicaciones de carácter geográfico”, apuntó el sociólogo.
Morales también atribuye estos cambios demográficos recientes a una urbanización más acelerada.
“Esto no solo se refleja en la construcción de ciudades, sino en la incorporación de la vida urbana al comportamiento social: un mayor acceso a la educación, al mercado de trabajo de una masa importante de mujeres, y a cambios en comportamientos y modos de vida que posiblemente llevó a tomar dos decisiones.
“Una, posponer la edad de la maternidad por proyectos personales y profesionales, y la otra, una decisión de reducir el número de hijos. Es claro que hemos pasado al cabo de tres generaciones, de familias de 3 o 5 hijos a unas que solo tienen uno o dos”, explicó el sociólogo.
Luis Rosero encuentra explicación en un cambio de normas y valores entre las personas jóvenes que, según dijo, arranca en 2016 y se acelera en 2019 y 2020.
“Es casi en su totalidad un cambio generacional, propio de la juventud. Esto es importante. Las dos terceras partes de la caída se da entre mujeres menores de 25 años. Las caídas en los nacimientos de 2019 y 2020 fueron del orden de 20% cada año entre la muchachas de 15 a 19 años de edad, mientras que casi no cayó entre las mujeres de 30 o más”, dijo Rosero.
“Es posible que la educación sexual en los colegios impulsada por el ministro Garnier (Leonardo Garnier, ministro de Educación entre 2006 y 2014) tenga algo que ver. El uso generalizado del celular entre los jóvenes también es un factor a considerar, pues les abrió la puerta a un inmenso mundo de información y de conductas a las cuales antes no tenían acceso; y sí, esto incluye también la pornografía”, agregó.
Rosero agrega otro factor para explicar el descenso: la caída de nacimientos entre madres nicaragüenses.
“Si se toma exclusivamente los nacimientos de madres ticas, estos cayeron en 2020 en 4.600, cifra no muy diferente a la que ya ocurrió en 2019 y que fue de 4.300 partos menos.
“La caída en los nacimientos de nicaragüenses puede ser un efecto indirecto de la pandemia: el desempleo y las restricciones, así como el temor a la enfermedad quizá hicieron que un buen número regresara a su país”, dijo Rosero.
Tomando como base datos del Registro Civil, Rosero encontró una caída de 1.583 nacimientos entre las nicaragüenses en el 2020. Solo en el 2010 se registró una baja importante de nacimientos en ese grupo de migrantes, que fue de 919.
“No me es claro si estos cambios son mientras se reacomoda el calendario en que las mujeres y parejas tienen sus hijos. Si solo se trata de una posposición en la entrada a la maternidad, más adelante, en pocos años, veremos un repunte en la tasa global de fecundidad.
“Pero bien puede ser que estas muchachas que dejaron de quedar embarazadas, no quieran del todo tener hijos o deseen tener solamente uno, en cuyo caso sí estaremos en un cambio permanente con consecuencias a largo plazo en la estructura por edad de la población y la sostenibilidad de los sitemas de pensiones”, advirtió Rosero.
Pensiones, educación y trabajo
La demógrafa Olga Araya considera que estos descensos en la natalidad y fecundidad obligarán al país a prepararse para que, en cuestión de cinco años, se comiencen a sentir, por ejemplo, los efectos en las aulas.
“En dos años (2019 y 2020), acumulamos más de 10.000 nacimientos menos. La población que va a entrar a la educación preescolar va a ser una cohorte pequeña. Hay que empezar a prepararse para eso, y porque también, a la vuelta de pocos años, esto representará el incremento del otro extremo: las personas adultas mayores”, dijo.
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El director del CCP estima que en 20 años habrá mucho menos personas en edad productiva y esto acelerará también los problemas para garantizar el sostenimiento de las pensiones.
“Pero no solo en pensiones. Algo que evidenció el informe del adulto mayor, es que en el seguro de Salud y los servicios médicos hay un impacto del proceso de envejecimiento”, destacó.
El gerente general de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), Roberto Cervantes Barrantes, afirma que la institución se está preparando.
En el seguro de Salud, dijo, promueve una política de prevención de la enfermedad con el propósito de que más jóvenes lleguen sanos a la vejez.
Y en pensiones, justo en estos momentos, la CCSS analiza una nueva reforma porque es un hecho que en el mediano plazo serán mucho menos las personas que aporten para sostener las jubilaciones de los más grandes.
El sociólogo Abelardo Morales considera importante también poner atención a los datos más locales: saber qué pasa con el comportamiento de estos indicadores en diferentes grupos de población al interior del país.
“Puede ser que esta caída sea influenciada por decisiones tomadas por familias de clase media y clase media alta. Pero, ¿cómo están esas tasas en los grupos populares de más bajos ingresos? Ahí emergen dos preocupaciones: no solo la caída del nacimiento y el envejecimiento, sino el riesgo de que la población que se reproduce esté entre los grupos de más bajos ingresos y menos acceso a oportunidades.
“Esto representa un riesgo para el incremento de las desigualdades, por la vía de un incremento poblacional en grupos de menor ingreso y menor acceso a oportunidades”, advirtió.