En la referencia que le dieron a Carlos Madrigal García en el Ebáis de Purral Abajo, en Goicoechea, se lee una frase de puño y letra del médico: ‘Favor: prioridad’.
Este exmaquinista del ferrocarril al Atlántico tiene 68 años y una catarata total que le nubla la visión en su ojo derecho desde hace varios meses.
Tras hacer fila frente a una de las ventanillas en Oftalmología del Hospital Calderón Guardia, Ana María Romero, su esposa, casi cae para atrás cuando leyó la fecha de la cita que le asignaron a su marido: 7 de febrero de 2019.
Sencillamente, Romero no lo podía creer. Mucho menos su esposo, quien ha sentido limitada su rutina diaria porque no ve bien.
”¡Nosotros tuvimos suerte! Una señora que estaba en la misma fila me contó que al esposo se la dieron para el 2023. ¿Dónde quedó la prioridad?”, se quejó la señora.
Madrigal tendrá su primera cita con uno de los oftalmólogos del Hospital Calderón Guardia el jueves 7 de febrero del 2019, a la 1 p. m. Pero él no irá.
Se supone que en esa consulta le confirmarán el diagnóstico que le dio un médico conocido gracias a la intermediación de un pariente. ¿La cita para la cirugía? Ese es otro gran misterio que él, por ahora, no piensa desgastarse en descubrir.
La catarata le ha causado a este señor tantos problemas que no tuvo más remedio que poner a responder un ahorro de ¢1 millón para sacar un préstamo en el banco, por poco más de ¢500.000, que cancelará mensualmente durante los próximos cinco años.
Con ese dinero, Madrigal y su familia planean pagar la operación en una fundación privada, la más barata de todas las que encontró. Esa sí es su prioridad.
Oftalmología: una especialidad crítica
Preocupado porque no podía ver bien, Carlos Madrigal acudió a un pariente que conocía al oftalmólogo del Hospital Tony Facio, en Limón. Le pidió que abogara por él ante el médico para que lo atendiera.
Esta cadena de favores le permitió conseguir un criterio confiable sobre el problema que, según él pensaba, se resolvería con un simple cambio de anteojos.
Pero la solución es más compleja de lo que se imaginaba. Necesitará una operación para recuperar la vista.
Hacérsela en la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) significará mucho tiempo de espera, una enorme dosis de paciencia –que ya no tiene– y el riesgo de desarrollar complicaciones mayores en su salud; sobre todo, la depresión que le genera sentirse cada día “más inútil”.
Oftalmología está entre las tres especialidades quirúrgicas más críticas en los hospitales de la Caja, solo superada por Cirugía General y Ortopedia, según la Gerencia Médica.
A setiembre anterior, había 14.054 pacientes en espera de una operación, informó la gerenta médica de la Caja, María Eugenia Villalta Bonilla.
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De ellas, 12.004 corresponden a daños como la catarata que padece Madrigal. Estos problemas representan más de la mitad de todas las enfermedades visuales registradas en Costa Rica.
El resto de pacientes tienen otras enfermedades; entre ellas, glaucoma o retinopatías asociadas a la prevalencia de diabetes entre la población.
El envejecimiento de la población y el consecuente aumento de los problemas visuales asociados a una mayor edad, son los principales detonantes de plétoras en los servicios oftalmológicos de la Caja, explicó el presidente de la Asociación Costarricense de Oftalmología, Felipe Centeno Rodríguez.
Esa lista, sin embargo, no es tan enorme como la que se sospecha podría haber en la consulta externa de los hospitales.
Según Villalta, en los últimos años se han dedicado a sacar la lista de espera quirúrgica en Oftalmología, enfocados en resolver las cataratas, y no es sino hasta ahora que se aventurarán a conocer cuál es la situación con las citas en esa especialidad.
Ya hicieron un plan piloto en el Hospital Max Peralta, de Cartago, donde se tienen los plazos más prolongados (citas para el 2023), con apoyo de médicos de familia y optometristas encargados de depurar las listas.
Es por eso que no se atreven a dar un número de personas que, como Carlos Madrigal, esperar su primera cita con el oftalmólogo para dar el siguiente paso hacia la cirugía.
Solo en el Hospital San Rafael de Alajuela hay 6.641 personas tras una revisión de la vista; la gran mayoría, por sospechas de catarata.
“Si hoy viene un paciente a sacar cita por primera vez, el plazo está a 429 días: un año y dos meses”, confirmó Francisco Pérez Gutiérrez, director médico del hospital de Alajuela.
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En el San Vicente de Paúl, en Heredia, esa espera es de 800 días y hay una lista de alrededor de 3.000 pacientes.
Los plazos en Heredia, sin embargo, han bajado en los últimos dos años, cuando se pasó de más de 1.000 días a los 800 de la actualidad. La cantidad de pacientes también bajó de 4.000 a 3.000 en el mismo periodo, dijo Mario Ruiz Cubillo, director interino del San Vicente.
“Nosotros nos dedicamos mucho a cataratas (en la parte quirúgica) porque limita mucho la funcionalidad del adulto mayor, y no queremos adultos mayores ciegos. Lo importante es atenderlos a tiempo, pero nuestro problema es la consulta externa que no está bien clasificada.
“Eso es en lo que tenemos que trabajar mucho. Hemos trabajado mucho, mucho, mucho la lista de espera quirúrgica, con alrededor de tres proyectos en la Clínica Oftalmológica, donde traemos gente de todo el país”, recalcó Villalta.
Los datos del Área de Estadística en Salud de la Caja muestran que las operaciones de catarata en los hospitales púbicos pasaron de 3.178 en 1997 a 11.448 el año pasado.
Calvario para llegar a una cirugía
Madrigal tiene una catarata total en el ojo derecho. Esto quiere decir que su cristalino –esa parte del ojo que funciona como un lente de cámara y permite enfocar la luz– está opaco.
Por eso, ve borroso, con destellos o halos alrededor de las luces, y tiene dificultad para definir el contorno de los objetos.
Su catarata se corrige con una operación que se prolonga, si acaso, una hora. El cirujano le coloca un nuevo lente con el que recupera su capacidad visual.
En la mayoría de los casos, el paciente no necesita ser internado pues el procedimiento se realiza de forma ambulatoria.
Sin embargo, llegar hasta la operación significa pasar por un cuello de botella de varios meses y hasta años de espera para conseguir un diagnóstico, realizar los exámenes previos a la intervención y ser operado.
La intervención es, además, doble porque, tarde o temprano –y también por cuestiones de edad–, el otro ojo necesitará ser intervenido, advirtió Centeno.
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María Eugenia Villalta reconoce que hay problemas con las referencias y contrarreferencias desde otros niveles de salud –Ebáis, por ejemplo– hasta hospitales regionales o nacionales –el San Rafael, el San Vicente, o el Calderón–.
Dificultades de agudeza visual (disminución de la capacidad por otras causas, como miopía), y los fondos de ojo que requieren grupos específicos (diabéticos, por ejemplo), son referidos en su totalidad al oftalmólogo, sin filtros, generando listas de espera, dijo la gerenta en un intento por explicar la existencia de historias como la del exmaquinista.
“No se sabe cuánto es el volumen. Solo sabemos que el grueso de los casos referidos son por esas causas: problemas de la vista que llegan al oftalmólogo para su primera prueba”, explica Villalta antes de referirse a un proceso que se ha vuelto común cuando se trata de listas de espera: la depuración de las listas.
“Hay que mejorar la calidad de la referencia y dirigir el diagnóstico”, agregó Villalta.
Para la consulta externa, los hospitales y el nivel central de la Caja están apostando a probar varias estrategias que le permitan filtrar los datos, aligerar los plazos y reducir la cantidad de pacientes y los plazos de espera.
Villalta puso, como ejemplo, las tres jornadas que se han programado en la Clínica Oftalmológica para ayudar a otros hospitales a resolver las cataratas pendientes, y proyectos específicos que trabajan los hospitales por su propia cuenta.
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En Alajuela, han recurrido a contratar a uno de sus ocho oftalmólogos para que trabaje en un segundo turno (de 4 p. m. a 10 p. m.), resolviendo consultas de primera vez y, cuando es necesario, haciendo cirugías.
El Hospital San Rafael ha recibido el impacto del retiro de dos especialistas en el hospital Carlos Luis Valverde Vega, de San Ramón. Esto provocó que, en los últimos dos años, todos los pacientes ramonenses de Oftalmología incrementaran las listas en Alajuela más de lo esperado.
“De lunes a jueves, operamos en el segundo turno porque tenemos un médico contratado para operar en la noche. Se sacan unos 16 pacientes por semana. En el día, en promedio, se operan unos 25 por semana.
“Tenemos que fortalecer el trabajo en red, dándole personal a San Ramón cuyo hospital tiene quirófanos y equipos. Y ojalá, en un futuro cercano, la Caja pueda abrir en Grecia el servicio. Mejorar la red no es darle todo a Alajuela: es fortalecer a nuestros proveedores y si ellos trabajan bien yo salgo ganando”, dijo Francisco Pérez, director del hospital San Rafael.
Mario Ruiz Cubillo, director interino en el hospital de Heredia, reconoce que la demanda va en aumento de la mano del envejecimiento poblacional.
Solo en el primer semestre de este año, atendieron a 5.200 pacientes en citas de primera vez en Oftalmología, a 7.050 en consultas de seguimiento.
Aquí han optado por capacitar a los médicos generales de las áreas de salud para que ellos, a su vez, mejoren la referencia de pacientes.
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“Se crearon guías de referencia y contrarreferencia. En la parte quirúrgica estamos por encima del punto de equilibrio porque se opera en el día y en la noche, y hay un programa de referencia”, dijo Ruiz.
Él coincide con Pérez: “El hospital de Heredia lo que necesita es que se refuerce el primer y segundo nivel de atención: más Ebáis, que las clínicas periféricas abran las 24 horas, que hayan especialistas en las clínicas periféricas para que resuelvan”.
Su ojo ya no puede esperar
Sentado en el sillón de su casa, en urbanización Kurú, Carlos Madrigal García muestra los papeles con la referencia “prioritaria” que le enviaron al Hospital Calderón Guardia para que le quiten esa catarata en su ojo derecho.
La cita para febrero del 2019 le dibuja una mueca en la cara en un forzado intento para no llorar de la tristeza o la cólera.
Trabajó desde que era un adolescente en el ferrocarril al Atlántico. Primero, como ‘office boy’, haciendo mandados y cualquier otra cosa que los capataces le ordenaran. Luego, condujo pesadas máquinas del ferrocarril por rutas tan peligrosas como el famoso Codo del Diablo.
Un enorme aparato le cayó en el pie derecho y le amputó dos dedos.
Trabajó así hasta que, luego de muchos años de intentos infructuosos, la Caja le concedió una pensión por invalidez que hoy le permite sobrevivir con ¢198.000 mensuales.
Está acostumbrado a luchar, pero ya con esta cita no piensa gastar más energías.
Por eso, se embarcará en un nuevo préstamo para pagar la operación por aparte. Si lo hizo para comprar la refrigeradora, los muebles y hasta la humilde casa en esa urbanización del INVU, ¿por qué no hacerlo para recuperar la vista?
Faltará a su primera cita con el oftalmólogo, el 7 de febrero de 2019, a la 1 p. m. Su ojo derecho no puede esperar tanto.