Cientos de ojos seguirán de cerca la travesía de los indígenas ngöbes entre los cafetales, desde San Vito de Coto Brus, Turrialba y Pérez Zeledón, hasta Naranjo, San Ramón y Palmares en una jornada de trabajo que les consumirá los próximos seis meses.
La pandemia de covid-19 obligó a las autoridades de Salud a reforzar los controles sanitarios a una población usualmente vulnerable a enfermar por sus condiciones sociales y económicas, pero de la cual depende en estos momentos gran parte de la recolección de 2,1 millones de fanegas previstas en la cosecha 2020-2021.
Los primeros 239 indígenas ngöbes ingresaron hace más de 20 días por el puesto migratorio de Río Sereno, en la zona sur, con destino a San Vito de Coto Brus: 199 adultos y 40 menores de edad, confirmó Eduardo Cambronero Hernández, director de Red de Servicios de Salud de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS). También se reportan ingresos, pero en menor cantidad, por la frontera de Paso Canoas.
“El primer ingreso se dio el jueves 20 de agosto. Fueron los primeros 18. Ayer (2 de setiembre), el dato que pasó Migración es que tenían 200 personas en Coto Brus. En teoría, esperamos entre 7.000 y 10.000 para las próximas semanas.
"Todos han entrado por Río Sereno, y el lunes (7 de setiembre) entran entre 10 y 17 por Canoas”, dijo Víctor Vargas Gamboa, coordinador del Departamento de Producción Sostenible, de la Gerencia Técnica del Instituto del Café de Costa Rica (Icafé).
Se espera la entrada al país de unos 13.000 indígenas de esa etnia procedentes de la comarca Ngöbe-Buglé, en Panamá.
Sin embargo, hay interés en salir a buscar más por la dificultad que la pandemia impuso al mantenerse cerrada la frontera con Nicaragua para el ingreso de peones de ese país.
Los nicaragüenses son la principal fuente de mano de obra en el café (alrededor del 45% de los 70.000 recolectores que se requieren en toda la temporada), confirmó Vargas.
FUENTE: Icafé || DISEÑO / LA NACIÓN.
El plan del personal de salud, dijo Cambronero, es seguir a estos indígenas de cerca por toda la ruta cafetalera: desde la Región Brunca, donde están ahora, pasando por la Central Sur (en la zona de Los Santos), hasta llegar a los cafetales de Occidente en su destino final a Naranjo, San Ramón y Palmares, entre otros cantones con cosechas en ciernes.
Para esto, informó, se ha reforzado el personal de los equipos de atención básica y de epidemiología: hay dos equipos más en la frontera del lado de Coto Brus; otros tres en Los Santos y también en Naranjo.
“Los que se requieran de acuerdo al impacto en la migración, o al impacto que se dé en casos positivos, de los cuales no hay reporte hasta la fecha”, informó Cambronero en entrevista el 4 de setiembre. Siete días después, tampoco había reportes de casos sospechosos o positivos de covid-19 entre los ngöbes.
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Los cafetaleros aprendieron de la experiencia que dejó el impacto de la covid-19 en la zona norte, en abril, cuando la enfermedad tomó por sorpresa a productores de yuca o piña, así como a las instituciones y generó brotes importantes que paralizaron plantaciones.
Esto explica por qué la preparación en los cafetales ha sido intensa. Solo en Coto Brus se censaron 14 fincas de café, algo que no sucedió en la zona norte en abril, confirmó Cambronero.
“Ha habido un grado de responsabilidad empresarial importante. Hay una clara actitud ética. En Los Santos lo hemos visto. Ahí se han unido el gobierno local, Migración, Salud y los cafetaleros”, describió el funcionario de la CCSS.
Esta institución y el Ministerio de Salud han dado soporte en todo lo relacionado con el cumplimiento de los protocolos ―que son varios― para reducir el riesgo de brotes entre los recolectores.
Las principales medidas están relacionadas con el respeto al distanciamiento físico en los albergues y dentro de las fincas; es decir, los dos metros mínimos entre personas de diferentes burbujas, y una persona por cada tres metros cuadrados en cada albergue.
También se relacionan con reforzar la educación entre los indígenas para prevenir el contagio, con medidas como el lavado de manos y la práctica del protocolo del estornudo y el tosido; la confirmación de que se cumpla con la instalación de servicios básicos como agua, luz y con el suministro de equipos de protección personal (mascarillas) para estos trabajadores.
Burbujas y mascarillas
Las escenas de mujeres rodeadas de niños pequeños mientras ellas recolectaban el grano, incluso cargando a sus bebés a la espalda mientras el canasto les colgaba de la cintura, no se verán por bastante tiempo.
Temporalmente, como en el resto del país, las plazas donde antes jugaban las familias recolectoras estarán cerradas y se procurará distribuir alimentos y otros insumos en las mismas fincas para evitar el desplazamiento de los peones a la comunidad.
Una de las medidas anunciadas desde hace varias semanas es que, contrario a lo que sucedía antes de la pandemia, no podrán ingresar al país menores de 15 años ni embarazadas entre estos indígenas.
FUENTE: Icafé || DISEÑO / LA NACIÓN.
Son parte de las medidas para reducir el riesgo de infección con la covid-19 y la aparición de brotes. También para asegurar la cosecha, que para esta temporada se proyecta un 7% mayor que la 2019-2020.
Desde su ingreso, los indígenas son sometidos a una revisión general de su estado de salud, y pasan luego a las fincas, tras dejar sus datos con el personal que los atiende en alguno de los puestos migratorios. Esa información servirá para darles seguimiento en su travesía por diferentes fincas cafetaleras del país.
“Es una población que tiene un instrumento muy importante, el carné sanitario binacional. Ahí a todos se les está registrando, en una acción donde participa Migración, Fuerza Pública, Salud y CCSS. Es la malla de captación. La otra acción es que se está intensificando el elemento educativo para el uso de mascarillas, el distanciamiento físico y el lavado de manos", agregó Cambronero.
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Paralelamente, se intenta controlar una de las actividades en las cuales incursionan estos indígenas: la mendicidad a su paso por las grandes cabeceras de provincia. El objetivo, dijo Cambronero, es emitir una orden para prohibirla.
Este año, al menos, tendrán que hacer la recolección con mascarillas, respetando la distancia física mínima entre cada cogedor en las conocidas ‘calles’ o hileras de matas de café.
Se asignará una calle de por medio a cada recolector, es decir, se dejará una hilera libre entre peones para aumentar la distancia.
“En ese protocolo, está establecido todo: cómo se maneja la limpieza en la finca, cómo se maneja los protocolos de trazabilidad de personas que llegan a la recolección en las mañanas. El protocolo es una gran burbuja que encierra unos 35 lineamientos y directrices que también el gobierno dio, y aplican para el sector café”, resumió Víctor Vargas Gamboa, del Icafé.
“En el cafetal habrá dos metros entre calles. Lo que vamos a hacer es empezar a dar calles impares (1, 3, 5 y 7...), luego las pares. Nunca van a estar a menos de dos metros juntos. Cuando se terminan las calles impares, asignamos las pares”, explicó Vargas.
¿Y si aparece un caso? "¡Quiera Dios que no! Pero si sucede, hay que llamar al 1322 para que el Ministerio de Salud intervenga. En la finca, hay que acondicionar un albergue especial para los casos positivos y dar aislamiento sanitario.
“Todo está coordinado. Tenemos una comisión nacional de mano de obra, y comisiones regionales donde estamos trabajando interinstitucionalmente”, garantizó el funcionario del Icafé, para quien nunca habían enfrentado nada como esto en los 200 años de historia del café en Costa Rica.
“Hemos tenido cosechas en medio de huracanes, nos han atacado plagas de roya y broca, pero nunca una cosecha como esta en medio de una pandemia”, agregó.
El ministro de Agricultura, Renato Alvarado Rivera, asegura que, desde hace meses se ha venido trabajando para que sacar adelante esta cosecha.
Explicó que con los indígenas de Ngöbe-Buglé existe el protocolo binacional, donde Panamá se compromete a que ellos ingresarán sanos por la frontera. Costa Rica, por su parte, es responsable de revisar y confirmar la situación de salud de esos recolectores.
"Los recibimos con un proceso de verificación. Se incorporan a las fincas, donde se levantan listados y ahí se les da seguimiento, con revisiones permanentes, todos los días, incluyendo control de temperatura y síntomas. Estoy totalmente convencido de que vamos a salir airosos de este esfuerzo que estamos haciendo.
“El compromiso del Ministerio de Agricultura es seguir trabajando fuerte con los agricultores para que no se quede la cosecha en el campo por falta de mano de obra”, manifestó Alvarado en referencia también a los esfuerzos por registrar a la mayor cantidad de inmigrantes con arraigo en el territorio para dar soporte a esta cosecha, cifra que el MAG desconoce.
Tras el grano de oro
Esta es la ruta de entrada y salida de los indígenas ngöbes quienes participan en la recolección de café.
FUENTE: ICAFÉ. || INFOGRAFÍA/ LA NACIÓN.
Salvar la cosecha
Miguel Badilla Ureña, de 56 años, pertenece a la cuarta generación de una familia dedicada a sembrar café. Casi un siglo desde que su tatarabuelo, José María Ureña Mora comenzó a plantar cafetos en Santa María de Dota, territorio de Los Santos.
"Por lo menos en lo que yo tengo conocimiento, nunca se había tenido algo como esta pandemia. Siempre han habido diferencias en la producción, a veces falta mano de obra o los precios se vienen al suelo... Todos esos aspectos que cualquier empresa los tiene, pero nunca ha habido nada que realmente ponga en peligro la recolección de la cosecha.
“Sí, hay un peligro. Esto podría determinar la pérdida de hasta un 80% de la cosecha”, comentó Badilla, quien ha dedicado casi 40 años de su vida a todo lo que involucra la producción de este grano: desde hacer el semillero hasta tomar la taza de café, que le gusta negro, bien fuerte y sin azúcar.
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Ya él solicitó un crédito a Coopedota para empezar a hacer todos los cambios que requiere su finca, de 16 manzanas sembradas de catuaí rojo. Los ajustes en el albergue y en el cafetal comenzarán a mediados de octubre, porque en esta zona lo fuerte de la recolección se espera para finales de noviembre. Invertirá alrededor de ¢6 millones.
En su caso, ha sido muy importante el apoyo financiero de la cooperativa, que también lo ha acompañado a él y al resto de asociados en el proceso para comprender y dimensionar las medidas estipuladas por Salud para minimizar el riesgo de la pandemia.
Coopedota tiene 850 asociados; 780 de los cuales recolectan menos de 100 fanegas de café por cosecha. Con cinco o seis peones, logran sacarla, informó Andrés Piedra Fallas, de comunicación de la cooperativa.
La cooperativa ha dispuesto de ¢500 millones para este tipo de apoyo, que se suman a los ¢1.000 millones dispuestos por la Banca de Desarrollo para todos los productores de café del país, explicó Piedra.
Las adaptaciones nunca estuvieron contempladas en el presupuesto del 2020. Obviamente, nadie previó una pandemia.
Las de infraestructura son importantes, pero las más básicas se relacionan con el comportamiento de los recolectores. La prueba de fuego, admite Badilla, será cuando ya él tenga a los 17 recolectores que necesita para sacar las 30 fanegas proyectadas en cada una de sus 16 manzanas.
“Sí hay cosas que uno puede se pone a pensar. Por ejemplo, el distanciamiento. Ellos pasan a ser una burbuja de trabajo, y no es una que se rompe en la tarde, permanentemente estarán en la finca, y todo el tiempo que dure la recolección. Es una cosa que se debería acatar, yo acataré todo lo que en mis manos esté”, comentó.
Enrique Carvajal Amrhein, vicepresidente de Agrícola El Cántaro y Hacienda Santa Anita, en Naranjo de Alajuela, es la quinta generación en su familia que también se dedica al cultivo, recolección y procesamiento del café.
Su familia incursionó en la actividad desde 1826, solo cinco años después de la Independencia. “Mi tatarabuelo, Juan de la Rosa Sánchez, transportaba café en bueyes de Heredia a Caldera. El primero con fincas fue Julio Sánchez, mi bisabuelo”, recuerda.
Solo la hacienda familiar, en Naranjo, tiene 140 manzanas. Ahí, la granea empieza en octubre y es cuando se requiere la mano de obra. Para el “centro de la cosecha” ―el momento de mayor producción, en cantidad y calidad― calculan que necesitarán alrededor de 260 recolectores.
Pero lo que ha sucedido este año, asegura Carvajal, es “totalmente inusitado en la historia de la caficultura".
"Desde que se inició esto y se declaró una emergencia mundial y nacional, empezamos a implementar un manual de instrucciones para recibir a los recolectores, adaptar los espacios comunes, comprar equipo de protección personal... ¡todo lo que se puede imaginar!
“De hecho, fuimos los primeros que tuvimos un manual, que fue revisado por el Ministerio de Salud, el Icafé y ahora se usa de referencia. Como sabíamos que se trata de una enfermedad infecciosa, lo primordial ahí es evitar el contacto al máximo durante la recolección, que son cuatro meses de pasar recogiendo café en una finca”, comentó Carvajal.
Según explicó, la cogida apenas es una tercera parte de todo lo que se hace en una cosecha. Está todo lo demás: dormir en un albergue, comer con los compañeros de trabajo, las actividades en el tiempo libre, después de la jornada diaria de recolección...
Todo eso cambia este año, explicó. “Tuvimos que segregar: los pabellones están codificados con colores y números dependiendo del rango de edades y de dónde vengan. No solo vienen de Panamá. Este año viene gente de diferentes nacionalidades: Cuba, Venezuela, Colombia, Guatemala...”, comentó el productor.
Los productores saben que un solo contagiado de covid-19 en esta cosecha puede poner en jaque todo.
Primero, se le debe aislar dentro de un lugar seguro en el campamento. El sitio debe ser abierto. En Naranjo, comentó Carvajal, entre varios caficultores de la zona y con apoyo municipal, se está contratando un hotel como albergue, totalmente equipado, que funcionaría como hospital de contingencia.
“Porque no se puede parar ni un día la recolección: el café madura todos los días y si hoy no se recoge, se pierde”, advirtió Carvajal.