Son las cinco de la tarde de un miércoles cualquiera en San José. Cientos de personas de regreso a sus hogares comienzan a abarrotar una angosta acera capitalina improvisada como parada de autobuses de la ruta San José-Los Guido.
El distanciamiento social aquí no existe. Tampoco las condiciones ideales para cumplir con esa medida sanitaria, pues, si se guardara el metro ochenta de distancia entre cada persona, simplemente la fila tomaría varias cuadras.
Son más quienes portan sus mascarillas en la fila, pero quedan expuestos por aquellos que se niegan a usarla, dejan descubierta parte de su nariz, conversan con otros o aprovechan para comerse un tentempié. Mientras tanto, el virus merodea.
Aunque en el papel se dice que el uso de cubrebocas en las paradas y terminales de transporte público es obligatorio, aquí no hay ninguna autoridad que vigile el cumplimiento de la medida.
Cada quien está en la libertad de elegir entre protegerse y proteger a los demás, o simplemente exponerse al virus y hasta ocasionar un brote de covid-19.
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Aquí, una sola persona contagiada que no use mascarilla puede enfermar a otras que sí tratan de cuidarse. Esos enfermos pueden llevar el virus a su familia y centros de trabajo. Los nuevos contagiados seguirán esa cadena con sus redes de contacto.
En realidad, así es como funciona el temido SARS-CoV-2. Aprovecha incumplimientos, omisiones o faltas a las medidas sanitarias que todos conocemos desde hace más de un año. Entre más oportunidades encuentre de propagarse, más contagios va a ocasionar.
Ese irrespeto a las medidas básicas en tiempos de alto contagio de coronavirus es lo que más atormenta a Juana Hernández cada vez que usa el bus.
La vecina de Desamparados tiene 50 años y tiene que usar el transporte público para moverse hacia su trabajo. Usa mascarilla, careta y guantes para intentar protegerse entre el tumulto y evitar llevar el virus a su casa.
Ella no solamente ve el autocuidado como un asunto de salud, sino también de economía. Enfermarse significaría dejar de generar recursos para su hogar por al menos dos semanas, o por el tiempo que el virus genere complicaciones en su organismo.
“No, aquí no se guarda ni la distancia, no se guarda nada. Es preocupante. Yo vengo todos los días a San José, en la mañana y en la tarde, y es así de apretado siempre, no guardamos la distancia”, dijo la mujer.
Como esta empleada doméstica, otras personas hacen las filas y asumen el riesgo, pues no tienen la alternativa de quedarse en casa en teletrabajo. Tienen que salir a la calle, moverse entre las aceras, arriesgarse en los buses para trabajar y subsistir.
Mientras aguardan en la fila, los gritos de los vendedores ambulantes, otros que se la juegan para llevar sustento a sus hogares, expanden partículas de saliva, haciendo ese entorno peligroso, aunque sea espacio abierto.
“Me preocupa el distanciamiento, es que es mucha la gente más que todo para este lado de San José”, afirmó Kattia Aguero, de 38 años, quien trabaja en una tienda de aparatos electrónicos.
Luis Rosero, demógrafo costarricense que al inicio de la pandemia abogó por la obligatoriedad de las mascarillas cuando la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) aún no las recomendaba, concuerda en que existe peligro de contagios en esos espacios.
El experto señala la poca distancia y la ausencia de mascarillas como potenciales riesgos de contagio, pese a la ventilación y circulación del aire en esas paradas ubicadas en las aceras públicas.
“Definitivamente debería usarse mascarilla en las paradas de buses, claro. Sigue siendo peligroso porque la gente está a muy corta distancia.
“Ahora bien, es menos peligroso que si estas personas estuvieran en un lugar completamente cerrado, como una estación de subway de Nueva York. Por suerte hay circulación del aire y eso hace que sea menos peligroso, aunque sigue siéndolo.
“Esto es un problema más general. Esas aceras de metro o metro y medio que además son ocupadas por quioscos de frutas, de lotería, etcétera”, manifestó Rosero.
El demógrafo del Centro Centroamericano de Población de la Universidad de Costa Rica (CCP-UCR) recordó que la ciencia detrás de las mascarillas es que todas las personas la usen correctamente.
Aseguró, además, que las personas que portan cubrebocas también quedan expuestas por quienes no lo hacen, pues estas no son 100% efectivas en bloquear los aerosoles que hacen viajar al virus.
El médico internista, el doctor Carlos Araya, es del mismo criterio.
“Utilizar inadecuadamente la mascarilla es lo mismo que no usar nada. Al no usar la mascarilla adecuadamente estamos irrespetando el derecho de los demás que sí se están protegiendo.
“No podemos tomarnos el derecho de los demás en nuestras manos. Si los demás están protegiéndose y están aplicando las medidas correspondientes, lo mínimo que podemos hacer es protegerlos”, afirmó Araya.
El especialista recordó que, además de colocarse correctamente la mascarilla, las personas deben manipularla correctamente para evitar que pierda su capacidad protectora contra la covid-19.
“En esto no podemos olvidar que incluso los pacientes asintomáticos transmiten el virus, y transmiten el virus en grandes proporciones”, advirtió.
‘La pandemia vino a ponernos todo en cara’
Esta problemática, por supuesto, no es exclusiva del servicio hacia Los Guidos de Desamparados, sino que es la norma entre casi todas las 266 rutas de autobuses que, según la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep), entran y salen de la capital.
“Llevamos cuatro décadas con un modelo de ciudad insostenible. La pandemia solo vino a ponernos todo en cara”, expresó David Porras, quien es geógrafo, planificador, arquitecto, profesor e investigador del Instituto Tecnológico Costarricense (Tec).
La inmensa mayoría de las unidades del transporte público improvisan aceras como sus terminales. Las presas, la contaminación y la inseguridad que caracterizan al centro de la ciudad, hoy quedan de lado por la pandemia.
El verdadero problema actual son las aglomeraciones de personas, que podrían atenuarse si existieran las condiciones adecuadas, mismas que el país ha evitado propiciar durante años.
“Seguimos con las famosas paradas en las aceras de nuestras calles, una gran problemática. Las aceras no son paradas de buses, no cuentan con las condiciones de seguridad, climáticas y ahora de distanciamiento social.
“Ahora este problema se hace todavía más evidente. Si se tuviera infraestructura, una estación intermodal, perfectamente habría espacio cubierto para que las personas se puedan dispersar, acomodar, atendiendo el tema de distanciamiento. Esta es una de nuestras principales debilidades en transporte público”, manifestó Porras.
Magdaleña Toruño, una usuaria recurrente del servicio de autobús a Pavas añora una solución al problema. Ella espera su transporte en una fila de decenas de personas frente a panaderías, ventas de pollo, sodas y otros comercios en el mercado de la Coca Cola.
“Es muy necesario, vea que los autobuses de Puriscal llegan a una misma estación. Me gustaría que Pavas también tuviera una terminal”, dijo Toruño.
La mujer afirmó que ese tipo de infraestructura no solo es más segura contra la pandemia, sino también contra la delincuencia.
Deuda con usuarios
Manuel Vega, director ejecutivo del Consejo de Transporte Público (CTP), reconoce la carencia histórica de infraestructura para resolver ese tipo de problemas.
No obstante, afirma, es un tema complejo de resolver. Asegura que debido al diseño del sistema de transporte público costarricense, que no cuenta con subsidio para los operadores, se recargaría el costo de esa infraestructura a los usuarios a través de las tarifas.
Según Vega, el Estado costarricense solo exige disponer de terminales a las empresas autobuseras que operan rutas largas o interurbanas. Además, sostiene que si cada concesionaria de rutas cortas tuvieran esas infraestructuras, se generaría una especie de caos en el centro de la capital, aún mayor al actual.
“En el caso de rutas más cortas, no se les exige porque no es para tener terminales. Tendríamos aquí 250 terminales adicionales en el casco central de San José, sería imposible. Si soltamos que cada operador tenga terminales, eso sería un caos más que un beneficio”, afirmó Vega.
Silvia Bolaños, directora ejecutiva de la Cámara Nacional de Transportes (Canatrans) asegura que “la mayoría” de rutas interprovinciales e interurbanas largas tienen terminal en el centro de San José.
La representante de los transportistas también afirma que en el país aún no existe una metodología tarifaria que permita recargar ese tipo de inversiones en el pasaje que pagan los pasajeros y que, por lo tanto, las empresas que tienen terminales deben costear su construcción y mantenimiento de sus propios recursos.
Bolaños también coincidió en que el modelo adecuado no es tener terminales por cada operadora, sino infraestructuras mucho más grandes en donde operen varias rutas.
“Obligar a las empresas a generar ese tipo de inversión en este momento, primero no es posible por el alto costo que tendría y por la afectación que tenemos como sector, siendo el segundo más afectado del país por la pandemia.
“Tendríamos una incapacidad material salvo que exista un financiamiento directo y expedito de los bancos para poder generar ese tipo de terminales.
“Pero obligar a las empresas, en este momento, cuando vamos hacia un proceso de sectorización, donde probablemente vamos a tener terminales por sector, no tendría ningún sentido generar ese tipo de inversión”, afirmó Bolaños.
Asimismo, la directora ejecutiva de Canatrans asegura que le problema de aglomeraciones de personas en las paradas se debe, principalmente, al acatamiento de las medidas sanitarias para que ningún pasajero viaje de pie en las unidades, con el propósito de reducir el número de personas en el autobús.
También mencionó que debido a la construcción de nuevas obras públicas, las unidades de transporte público tardan más en hacer los recorridos, producto de las presas, por lo que las unidades tardan más en regresar a las paradas para volver a hacer el recorrido.
“Evidentemente se ha acentuado la situación o se ha visto con mayor agudeza en época de pandemia, porque se ha tenido que ajustar los esquemas operativos y las construcciones de distintos tramos de carreteras en el país, ha generado que la recuperación de las unidades sea un poco más lenta. También nos genera tiempos mayores de espera para los usuarios”, afirmó Bolaños.
Para tratar de resolver la carencia de infraestructura, existe una idea para construir dos grandes terminales intermodales en la periferia, donde llegarían todos los autobuses que actualmente entran al centro de la capital.
Estas estarían ubicadas en las estaciones del Instituto Costarricense de Ferrocarriles (Incofer) al Pacífico, en Hospital, y del Atlántico, en barrio Aranjuez, donde convergerían con los servicios de trenes.
Desde cada uno de esos puntos saldrían dos líneas de autobuses hacia el centro de la capital, como únicos servicios con permiso para operar dentro del anillo del casco central. Además, se crearían bulevares para incentivar la caminata.
No obstante, hasta el momento el plan para construir megaterminales de autobuses no es justo más que eso: una idea.
“(Todavía no tenemos infraestructura) porque la propuesta que tiene el MOPT es tener grandes terminales, no terminales para cada uno. Se llenarían los centros de ciudades, por eso debemos ir a un modelo más eficiente, más multimodal y eso está ligado al tren, por ejemplo.
“Pero le añado que nuestro sistema no es subvencionado. Todo todo va sobre las espaldas del usuario. Nosotros deberíamos tener un componente subvencionado, hay varias ideas pero tienen todas un impacto económico. En otros países hay subvención a la compra de combustible, compra de equipo, terminales y otras circunstancias, pero son países que tienen recursos, nosotros no.
“Entonces se le traslada al operador y bajo el sistema que tiene la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep) finalmente se le traslada al usuario y ahí es donde hay que tener muchísimo cuidado”, respondió Vega.
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Con estas deudas históricas, la covid-19 tomó a San José, que ahora es una ciudad en pandemia.