Carolina Morice Ruiz todavía va a la escuela. En marzo, cumplirá 10 años y es muy probable que sea una de las 35.000 niñas de esa edad que serán protegidas contra el virus que causa el cáncer de cérvix.
Nunca tendrá esa enfermedad. Ese es el propósito que busca la incorporación de la vacuna contra el virus del papiloma humano en el esquema nacional, a partir de este año.
Su mamá, Fabiola Ruiz, ya tomó la decisión de vacunarla. Ella tiene el panorama muy claro: “Hay que hacer todo lo que sea por proteger a los hijos de situaciones peligrosas de enfermedad; si hay ciencia y vacunas es el deber de uno como papá aplicárselas a los hijos”.
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Carolina también fue vacunada contra el virus del sarampión. Su mamá está ciento por ciento a favor de las vacunas y no comprende cómo hay personas que se oponen a una medida preventiva como esta.
“A uno le da miedo y, por supuesto, esto lo hace proteger aún más a nuestras hijas”, comentó Fabiola, quien le ha explicado a su pequeña todo lo relacionado con educación sexual y el autocuidado de la salud.
"En la familia no han habido casos de cáncer de cérvix, pero las mujeres sí han tenido algunos problemas ginecológicos, como quistes o displasias.
“La vacuna es un paso que hay que tomar antes de que ella empiece su vida sexual activa, que yo espero que sea como a los 20 años”, dijo soltando una risa.
Un segundo milagro
La llamaremos Nidia. Es una mujer que contagia su alegría y buen ánimo con solo escucharla.
Por eso, con un buen talante, cuenta que ella espera un segundo milagro. El primero que recibió hace pocos meses fue la curación de un cáncer de cérvix en etapa avanzada.
El segundo, que aún aguarda, es poder convertirse en madre. Confía en Dios, el mismo que la levantó varias veces en el duro camino de los tratamientos para curar el cáncer.
Las posibilidades de la maternidad, según los médicos, son nulas, pues sus ovarios quedaron secos a raíz de la quimio, la radio y la braquiterapia que recibió durante todo un año.
Es obvio que Nidia no tuvo la suerte de Carolina.
“Si en mi tiempo hubiera existido esa vacuna, por supuesto que me la habría puesto”, comentó esta mujer al borde de los 40 años.
El diagnóstico se lo dieron hace un año. Pocas semanas antes de conocer la noticia, profusos sangrados llamaron su atención, aunque no así la de los médicos de un Ebáis de La Unión, que no hicieron caso a sus peticiones, según contó.
Tuvo que acudir a un médico privado para conocer que padecía un cáncer de cérvix en estadio 2B: “estaba a medio camino entre la vida y la muerte", resumió.
"Yo ni a mi peor enemigo le deseo lo que tuve que pasar. Como mujer, la dignidad se va al suelo. ¡Si el útero es la parte más sagrada de nuestro ser! De repente, cuando empecé con esto, un montón de gente que yo no conocía, conoció mi vagina. Tuve que perder la vergüenza porque me estaban curando.
"Cuando veo ese anuncio de la muchacha de la vacuna (uno en el que una mujer con cáncer de cérvix pregunta a sus padres si sabían que la podían proteger), se me pega un nudo en la garganta. Si mis papás y yo hubiéramos tenido esta opción la hubiéramos elegido”, comentó Nidia, que además es hija única.