Cuatro cuidadores se turnan para estar con ella las 24 horas del día. Al grupo se suman dos empleadas domésticas responsables de la limpieza de la casa de una señora adulta mayor con un tipo de demencia que le ocasiona cambios en el comportamiento y dificultad para valerse por sí misma en tareas como el baño, comer o tomar sus medicamentos.
Los hijos no pueden encargarse de su cuido directo, pero sí tienen los recursos económicos para pagar no uno sino varios asistentes personales, o cuidadores, para asegurar que su mamá esté en la casa con alguien capacitado en su atención básica todo el tiempo.
Esa historia es real. Describe un caso excepcional en un reducido grupo de hogares con los recursos para pagar lo que cuesta cuidar en casa a una persona dependiente de ayuda para actividades de la vida diaria. Se puede tratar de niños, personas con alguna discapacidad física y mental, y adultos mayores con algún grado de dependencia.
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La mayoría de familias costarricenses están en el extremo opuesto. Según la Asociación Costarricense de Alzheimer y otras Demencias Asociadas (Ascada), que guía a hogares donde alguno de sus miembros padece esos trastornos mentales, siete de cada diez de esas familias carecen de capacidad económica para contratar algún apoyo externo para el cuido.
Jimena Mina, secretaria de la Junta Directiva y asesora familiar en demencia de Ascada, recomienda a una familia que esté pensando en contratar estos servicios considerar en su presupuesto un mínimo de ¢350.000 al mes. Ese monto cubre el pago de un cuidador externo (no familiar) unas dos o tres veces a la semana, en jornada de 8 horas diarias.
Si necesitan más días de apoyo, el monto lógicamente aumenta. Según la lista de salarios mínimos del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), contratar un asistente a domilicio de ancianos cuesta ¢15.333 por día, en jornada de 8 horas. Contratarlo un mes rondaría los ¢500.000.
Muy pocos pueden pagar esas sumas, aunque son muchos los cuidadores familiares −casi todos, mujeres− que necesitan algún tipo de soporte en estas labores para prevenir el llamado “síndrome del cuidador quemado”. En los hogares es usual la recarga de esta labor en una sola persona, y la dificultad para administrar estos cuidos.
Los ¢500.000 citados anteriormente son solo para asistentes de cuidado básico porque un profesional, más especializado, está muy lejos de muchos presupuestos.
Los asistentes personales que son formados por el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) califican como técnicos 1. El INA tiene tres programas y uno, por ejemplo, está dedicado al cuido de la persona adulta mayor; otro para niñez y uno más para personas con discapacidad.
La capacitación del INA es de 700 horas. Incluye, entre otros, formación para limpieza y desinfección, prevención de riesgos, movilización, cambio de pañal, estimulación sensorial y recreación.
Un asistente para adultos mayores con ese perfil no debería realizar procedimientos invasivos, como curar úlceras, manejar sondas, administrar oxígeno y hacer enemas a pacientes encamados, los cuales solo deberían estar en manos de personal de salud profesional, como enfermeras.
Un cuidador más especializado, como personal de Enfermería, es mucho más caro y se vuelve prácticamente inaccesible para la mayoría de familias, confirmó Mina.
Según datos facilitados por el Colegio de Enfermeras, el salario mínimo mensual de un profesional en Enfermería oscila entre ¢809.463 y ¢1.620.028, según diferentes escalas de puesto. El salario mínimo mensual de un auxiliar de Enfermería ronda los ¢497.114.
Sin presupuesto suficiente
“Solo un 30% tiene presupuesto para pagar esa ayuda o asistencia. El 70% no lo tiene. Con personas más funcionales y con habilidades motoras no hay tanto problema.
“La dificultad empieza cuando llega la dependencia, por ejemplo en cuidados personales (baño, dar comida): aquí es cuando el cuidador (familiar) necesita y pide ayuda”, explica Jimena Mina, quien asegura que oferta de cuidadores abunda pues unos 120 centros ofrecen esa capacitación en Costa Rica. El límite, aclara, es la capacidad de pago de la mayoría de las familias, aunque tengan necesidad.
La especialista en Gerontología y directora ejecutiva de la organización Orientación Integral para la Familia (OIFA), Kattia Sevilla, coincide con Jimena Mina en el tema de costos para el cuido domiciliar.
Para Sevilla, la demanda de cuidados dependerá de las necesidades de la persona, y el costo se incrementa conforme esos cuidados se vuelven más complejos.
Esa complejidad es inevitable, por ejemplo, cuando son adultos mayores con Alzheimer o alguna otra demencia, pues esas enfermedades son progresivas de larga evolución (en promedio, cinco años). Clasifican como terminales pues quienes las padecen morirán como resultado de las complicaciones.
No es lo mismo, aclara Sevilla, dar cuidado paliativo que asistir a un adulto mayor sano o cuidar a una persona con fallos de memoria que trastornan su comportamiento.
“Las familias, por un asunto monetario, prefieren contratar el 3X1 (doméstica, cuida niños y cuida adulto mayor), o el 2X1 (doméstica y cuidadora de adulto mayor)”, resumió la gerontóloga al describir a lo que recurren muchos de los hogares carentes del presupuesto suficiente para contratar asistencia.
La situación más frecuente a la que se aferran muchas familias es pagar un salario de trabajadora doméstica, que actualmente es de ¢236.655 mensuales, y recargar a una empleada sin formación para el cuido esa la labor.
También es común encontrar sitios que ofrecen servicios de enfermería “en combo”: con trabajo doméstico y cuido especializado incluido. Kattia Sevilla aconseja poner mucho cuidado con esto porque no solo es precarizar el empleo. También es exponer a la familia y al paciente a un riesgo.
Apoyos escasos
Costa Rica no tiene, por ahora, datos oficiales sobre el costo económico para las familias de asumir el cuidado de parientes enfermos o dependientes en el hogar.
Se calcula que aquí hay alrededor de 1,2 millones de personas que necesitan de otras para su cuidado pues padecen alguna enfermedad física, mental, o ambas. De ellas, 280.000 no pueden valerse por sí mismas para comer, limpiarse, vestirse o hacer necesidades fisiológicas.
Desde marzo del 2021, Costa Rica tiene su primera Política Nacional de Cuidados, que busca armonizar, de aquí al 2031, la fragmentada oferta de servicios sociales de instituciones, públicas y privadas, para quienes tienen condición de dependencia y sus familias.
Un estudio del Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (Incae) para la Fundación Partir con Dignidad, que respalda a familias con adultos mayores con enfermedades terminales, calculó la inversión mensual promedio en estos hogares en ¢628.310. Esos datos se publicaron en el 2020.
Son dineros para comprar pañales, suplementos de alimentación, e insumos para el cuidado de las úlceras, por ejemplo. No contemplan la contratación de asistencia.
La inversión en los llamados activos fijos (camas especiales, sillas de ruedas, andaderas, colchones para evitar úlceras y concentradores de oxígeno) rondaba los ¢13 millones por paciente, de acuerdo con el informe del Incae para esa fundación.
Las familias con personas con necesidad de cuido y que no están en ninguno de los extremos de la escala de ingresos (no son ni pobres extremos ni acaudalados), tienen que ver cómo se la juegan para financiar estos servicios.
Por ahora, los hogares en pobreza y pobreza extrema son los que tienen más opciones estatales para buscar apoyos para el cuido.
Las más importantes provienen del Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (Conapam), y del Consejo Nacional de Personas con Discapacidad (Conapdis), que pueden utilizar recursos estatales para la contratación de asistentes personales, o el cuido en hogares de larga estancia y centros diurnos, en el caso de adultos mayores muy pobres o abandonados.
Conapdis, el año pasado, financió el servicio de asistente personal a 220 personas con discapacidad por más de ¢804 millones.
Todavía ‘en pañales’
Luis Felipe Barrantes, subgerente de Desarrollo Social del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), reconoce que en Costa Rica todavía hay poca cultura para el cuido de adultos. La hay más para personas menores de edad.
El 14 de junio del 2022, se publicó la ley que crea el Sistema Nacional de Cuidados y Apoyos para Personas Adultas y Personas Adultas Mayores en Situación de Dependencia (Sinca). Esta ley es hija, por así decirlo, de la primera Política Nacional de Cuidados.
La ley del Sinca obliga a hacer un instrumento llamado baremo, para determinar los niveles de dependencia de quienes necesitan cuidados (leve, moderada o severa), el cual se hará oficial este 14 de marzo.
Ese baremo sumado a un inventario de la oferta institucional para la provisión de cuidados y a servicios como el de teleasistencia, están pendientes de ver la luz.
Recientemente, el IMAS aprobó la modalidad de pago por cuidados, que se entregará a las familias en condición de pobreza o pobreza extrema con personas en situación de dependencia, informó Barrantes.
La transferencia monetaria será para quien quien ejerce el rol de cuidador. por ¢80.000 mensuales para familias en pobreza extrema, y ¢55.000 para las que califiquen en pobreza básica.
“Podría parecer poco, pero es una transferencia de por vida mientras la persona en situación de dependencia esté viva. La ley del Sinca también establece el esquema de copagos: la familia paga algo y un tercero otra parte. Todavía estamos viendo cómo darle forma a este esquema, porque implica también la búsqueda de recursos”, agregó el subgerente.
En proceso está el servicio de teleasistencia y la definición de una categoría ocupacional para el cuidador, a cargo del Ministerio de Trabajo.
“Al final de estos cuatro años, se debería aspirar a colocar el tema de los cuidados en la discusión pública, y hacer la lucha por recursos que no son infinitos.
“Quienes puedan pagar que paguen, y que la liberación de esos recursos nos permita llegar a las poblaciones más vulnerables, estén o no en línea de pobreza”, concluyó Barrantes.
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