Daniel Arce Bobadilla murió de cáncer el 9 de julio del 2008. A pesar de su temprana partida, su nombre es sinónimo de alegría y esperanza para decenas de adolescentes que, así como le sucedió a él un día, hoy enfrentan esa enfermedad.
Los papás del joven, Bernardo y Ligia, cumplieron a cabalidad con la encomienda que les dejó su muchacho antes de morir: ayudar a otros.
Y lo hicieron como los grandes, pues hoy la asociación que lleva el nombre de su hijo suma 1.200 adolescentes y jóvenes, entre los 13 y 25 años, beneficiados con salones adaptados a sus necesidades, en tres de los hospitales más importantes del país que atienden enfermos de cáncer: el San Juan de Dios, México y Calderón Guardia.
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Antes de la experiencia que Daniel Arce vivió en carne propia, los adolescentes que debían ser tratados por esa enfermedad en hospitales de adultos no tenían un sitio diferenciado para ellos.
Compartían espacio por igual con adultos jóvenes y mayores, y eran testigos presenciales de duras escenas que marcaban su vida.
Proyecto Daniel tiene un color, el naranja, y en cada uno de los tres hospitales se han encargado de teñir de ese tono dos salones: uno para mujeres y otro para hombres, para un total de 17 camas, además de tres espacios naranja adicionales.
Los jóvenes que han pasado por ahí en estos nueve años tienen una estadía promedio de una semana por paciente.
Solo en el primer semestre de este año, la asociación ha conocido a 66 adolescentes de los cuales 24 son casos del servicio de Hematología y tienen algún tipo de leucemia (cáncer en la sangre).
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También han ayudado a 42 casos del servicio de Oncología, con problemas como cáncer de testículo, linfoma de Hodgkin y cáncer de tiroides.
La primera sala naranja se inauguró en enero del 2012, en el Hospital San Juan de Dios. Luego, en agosto del 2013 y 2015, continuaron en el México; pasaron en el 2017 al Calderón Guardia, y en el 2018 inauguraron la más reciente: la sala de espera en Hematología del San Juan.
“Nos sentimos muy orgullosos de que las salas de Proyecto Daniel se conviertan en un oasis de amor y de esperanza para nuestros jóvenes y que tanto ellos como sus padres o acompañantes se sientan más cómodos, con una atención más personalizada, pues cada una de estas áreas se convierten para muchos de ellos en su hogar”, comentó Ligia Bobadilla, fundadora y presidenta de Proyecto Daniel.