Su teléfono vibra constantemente. El fin de semana llega y los diferentes chats están activos como nunca: “¡Qué dicha que hoy nos vemos, el año pasado la pandemia no nos dejó!”, pone una amiga en una de las conversaciones, mientras que en otra, un excompañero del colegio reclama que este año tienen que verse, dado que el pasado no se pudo. Mientras tanto, usted recuerda que se comprometió a hacer un postre para la reunión navideña de la empresa.
En medio de esto, usted no ha terminado de recuperarse de la crisis económica en la que estuvo en el 2020 y parte del 2021, pero siente ese deseo de “reponer” los regalos que no pudo dar (ni darse) la Navidad anterior.
Eso no es todo. Además, continúa trabajando y debe cumplir con los deberes usuales en tiempos en los que muchos de sus proveedores o clientes deben estar también inmersos en actividades de fin de año. Al tiempo, recibe correos de sus jefaturas diciendo que debe dejarse trabajo adelantado para poder “cerrar” la oficina unos días durante el fin de año, o en su defecto, debe hacer asignaciones para no sobrecargar a quienes no tomarán días libres.
En resumen: la época que debería ser de paz, se vuelve de estrés máximo. Y más en un año en el que la pandemia y el proteger la salud sigue siendo motivo de preocupación, pero en el que también es mayor la presión social por reunirse.
Ángelo Argüello, presidente del Colegio de Profesionales en Psicología de Costa Rica (CPPCR), confirma en que esta época siempre ha sido disparadora de estrés, pero el encontrarnos todavía en pandemia, con las preocupaciones de salud y económicas propias de la temporada, la llevan a otro nivel.
“No nos encontramos en lo que quisiéramos llamar una pospandemia. La tormenta no ha pasado. Hacemos recuento de los daños mientras seguimos en una condición de emergencia. La ansiedad anticipatoria sigue estando presente. Y a esto se le une la presión social de cumplir con las reuniones. Esto nos lleva a estrés y nos hace sentir agobiados y exhaustos”, expone.
Su colega Mariana Ramos agrega: “Nuestra agenda se satura porque los espacios que solíamos dedicar al descanso, ahora los destinamos a reuniones y fiestas. Y eso puede pasarnos factura”.
Ambos especialistas coinciden en que no todas las personas están viviendo esta época de la misma forma. Hay quienes sufren pérdidas de familiares y amigos, rupturas amorosas y fracasos laborales y profesionales. Hay quienes prefieren guardar más cautela para evitar enfermar y preferirán ir a menos reuniones o escoger las que tengan menos participantes o en las que haya espacios al aire libre.
Por otra parte, están quienes no han logrado recuperarse de la crisis económica y evitarán los festejos para no gastar de más. O quienes simplemente necesiten tomar un respiro y descansar del ajetreo de estos días e ir a menos compromisos sociales.
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La otra cara de la moneda: el escape social
Según Ángelo Argüello, hay personas que más bien buscarán un escape de todas las tensiones del año y llenarán su agenda de eventos sociales y compartirán con una mayor diversidad de personas. Esto, en sí mismo, no está mal, pues el contacto con otra gente sí estimula la salud mental y emocional.
No obstante, existe el riesgo de intentar abstraerse por medio del abuso del licor y otras sustancias, las comidas y el casi no dormir, conductas riesgosas que atenten contra la salud de las personas. “No podemos olvidarnos de lo que está sucediendo y meternos en un mundo paralelo por la euforia que dan las fiestas y el consumo excesivo”, afirma el psicólogo.
A esto se le agrega que existen personas que no tienen las herramientas para lidiar con el estrés y el tener que, por ejemplo, organizar la cena familiar en sus casas, ya los hace propensos a volverse violentos si las cosas no salen como las tenían planeadas.
Para Mariana Ramos, también existe esa “trampa” de vivir del pasado. En otras palabras, si en nuestra niñez las navidades fueron muy felices, añoramos eso y las queremos calcadas a los recuerdos, pero la realidad es otra. Eso genera frustración en algunas personas y buscan un escape. “Además, siempre ‘aderezamos’ los recuerdos que consideramos lindos, nuestra misma mente tiende a recordarlos mejor de lo que fueron.
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El estrés, aunque sea para algo que disfrutemos, pasa factura
Para los especialistas consultados, uno de los principales problemas es que, aún cuando vamos a ver a gente a la que amamos y queremos ver, en medio de una actividad que más bien estamos esperando y nos hará felices, el estrés de llegar a tiempo, con lo que se nos encargó para el evento, y de que la actividad quede lo mejor posible, tiene sus consecuencias si no las sabemos manejar.
El principal problema se da cuando no es solo un tensor por algo puntual, sino que se unen varias tensiones que se encadenan en el tiempo. A esto se le denomina estrés crónico. Hay gasto de energía. Hay angustia.
“Cuando un estresor se mantiene constante en el tiempo eso lleva a un síndrome de resistencia”, explica el presidente del Colegio de Profesionales en Psicología.
Argüello indicó que el cerebro funciona más como un interruptor donde se gasta y almacena energía, pero no sabe de dónde viene. “El gasto de energía es gasto de energía. Sea por una fiesta, por algo que nos hace felices o por una angustia o un problema. El cerebro dirá: estamos bajo alerta y hay que generar adrenalina y cortisol. Eso también lleva a agotamiento, por más que sea para una actividad que disfrutemos”.
El cuerpo entra en un nivel de sobreexcitación en el que se ven involucrados diferentes órganos y es por eso que algunas personas experimentan problemas de gastritis, a otras se les cae el pelo, otras tienen taquicardia o debilidad o mareos. Cada cuerpo puede reaccionar diferente a los mismos estresores.
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¿Qué hacer?
Los especialistas dan una lista de consejos para evitar que el estrés se vuelva un protagonista de las fiestas.
- Sea selectivo. No tiene por qué ir a todos los compromisos sociales. Si por salud mental prefiere evitarlos, no se fuerce.
- Prefiera reuniones al aire libre y en las que se hagan caminatas o actividades de relajación.
- Procure destinar unas horas a dormir más, descansar más y hacer lo que más le gusta.
- Hable con las personas que quisiera ver y no puede. Videollamadas, llamadas telefónicas.
- Sea consciente de su situación económica y si esta no le permite regalar como antes, limite los regalos (o no los dé del todo).
- Evite los centros comerciales y sus aglomeraciones. Si no queda de otra busque ir entre semana.
- Si hay alguien que está pasando duelos no fuerce a esa persona a estar feliz. Acompáñela, no la deje sola, pero también respete sus espacios.
- No se presione por llegar a una hora exacta a toda actividad (a no ser que esta sea con un horario fijo). Si es una reunión de amigos no tiene por qué estar desde el primer minuto si no le es posible.
- Evite pensar en actividades perfectas e ideales. Los contratiempos surgen, las cosas no siempre salen según lo planeado.
- Saque el tiempo para hacer ejercicio, tanto físico como de relajación y respiración.