Luis Sandí, médico psiquiatra del Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA) y coordinador de la clínica para el tratamiento de personas afectadas por consumo de opioides, habló con La Nación sobre los problemas de adicción entre funcionarios de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
En el 2021, la Caja atendió 994 casos de trastornos mentales y del comportamiento por abuso de drogas como alcohol, opioides, fármacos y otros.
Entre 2017 y 2021, el número de atenciones de trabajadores de la Seguridad Social por ese tipo de problemas creció un 363%.
El experto manifestó que los profesionales en salud cargan con una mayor sanción social a la hora de reconocer adicciones. Además, subrayó, en muchos casos no han recibido la atención adecuada por parte de las instituciones o carecen de apoyo de sus patronos para superar la enfermedad.
Por ejemplo, recordó que años atrás efectuaron un estudio sobre el consumo de alcohol en un hospital público y todos los médicos respondían que no consumían bebidas alcohólicas, lo cual calificó como poco creíble. Acá un extracto de la conversación:
– Especialistas consultados indican que las adicciones entre médicos y otros profesionales de la salud son un tema muy poco estudiado debido a las consecuencias laborales y sociales que podrían provocar ¿Usted coincide?
– Pienso que lo que estamos viendo es un reflejo de esa perspectiva peyorativa o ese prejuicio social que tiene el consumo de drogas en la población en general, lo que pasa es que en el sector salud se da una de las paradojas más impresionantes que pueden haber, porque los médicos son los que están ayudando, están atendiendo personas, resolviendo la salud y el dolor de los pacientes y cuando ellos (los médicos) tienen un problema, les pasa lo que le pasa a cualquier consumidor de sustancias, se les da la espalda.
“(...) Ahí lo que prima es que hay una incomprensión absoluta de que la adicción es una enfermedad mental, es decir, los circuitos cerebrales que tienen que ver con la toma de decisiones, el control de los impulsos, la regulación de los actos y el juicio. Todo eso está mediado por circuitos en el lóbulo frontal del cerebro, cuando la adicción ha secuestrado esos circuitos, el sujeto robotiza su conducta, lo que prima en él es la necesidad imperiosa de consumir, no opera la inteligencia, ni la experiencia, ni las funciones. Es una enfermedad severa que requiere tratamiento intensivo.
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– Cuando la Caja dice que hospitalizó a 15 funcionarios por adicciones el año pasado ¿se trata de una hospitalización de emergencia que resuelve la crisis pero no atiende la adicción?
– Sí exacto. Se tratan las complicaciones, si está deprimido, si tiene una intención suicida, si está ansioso, si no duerme, si tiene un cuadro psicótico, pero eso es, nada más, la punta del iceberg. El asunto gordo que está debajo de todo eso es una adicción y requiere un tratamiento intensivo y prolongado (...) Pero la Caja no ofrece esto, lo ofrecen otros servicios. Desafortunadamente, a los funcionarios se les hace difícil, porque eso requiere de procesos. Sin embargo, quiero decir que eso está cambiando, porque ya hemos atendido varios funcionarios adictos al alcohol, a la cocaína o a los opioides y ha habido anuencia para poder incapacitar y sacar a esas personas el tiempo suficiente para que hagan un proceso de recuperación, eso antes era mucho más difícil.
“(...) Lo que ha prevalecido en esto es esa aversión hacia los pacientes adictos. La idea, en el imaginario social, es que no hay nada qué hacer, que no se pierda el tiempo, que no se gaste pólvora en zopilotes, que nadie se recupera. Esa es la idea social que existe, las mismas familias de los adictos, a veces, piensan eso porque ellos han hecho un montón de intentos de ayudarlo, pero son intentos no terapéuticos o no profesionales”.
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– Hemos visto casos en los que funcionarios roban ampollas de fentanilo de hospitales ¿Cómo se deben abordar esos casos? ¿El tratamiento debe ir de la mano con la sanción?
– No. Uno no puede ver el síntoma, hay que ver la enfermedad. Si usted ve el síntoma, los pacientes adictos son necios, majaderos, impertinentes, agresivos, irritables, manipuladores, con conductas delictivas. Si usted solo ve el síntoma, agarra al paciente a patadas, pero cuando usted tiene la capacidad para entender y comprender la enfermedad se da cuenta de que esa persona está mal de la cabeza. Cuando usted ve el comportamiento antes de la conducta adictiva es otra persona y eso es muy fácil de determinar, porque uno hace un estudio y puede ver que esa persona era excelente, era un profesional de primera, pero desde hace tres años es otra persona. La adicción es como una mutación, una cosa es el adicto y otra cosa es la persona.
“Dolorosamente, muchas enfermeras y médicos con problemas de estos son despedidos. Cuando se va por la sanción es un acto inequívoco de ignorancia y desconocimiento. Por ejemplo, si un estudiante se viste de médico para ir a robar ampollas es un reflejo de que está muy mal, que está muy enfermo, lo que necesita es ayuda. La sanción solo agrava la enfermedad, muchos de esos casos que se sancionan terminan en la calle o en suicidio o consumiendo más.
“Llama mucho la atención, sobre todo, la adicción al fentanilo, porque el hospital es el búnker, es una confitería, ahí están todas esas drogas, en cualquier gaveta, en cualquier lado y se complican más porque esas drogas son más llamativas porque producen sedación y producen un efecto muy corto, Entonces, se mantiene una búsqueda incesante para el consumo”.
*Si usted tiene problemas de adicciones puede llamar al 2224-6122 o asistir a las instalaciones del IAFA en Montes de Oca, San José.