Ana Isabel Villalobos Ocampo recibió sus dos embarazos como una bendición. En todo momento consideró que sus hijos son parte del plan de Dios y nunca se angustió al pensar que podrían nacer siendo personas de talla baja, así como ella.
Ezequiel, de cinco años, y Felipe, de siete meses, llegaron al mundo como niños de talla promedio, es decir, no heredaron la acondroplasia (un trastorno del crecimiento de los huesos) de su madre y en el caso de Ezequiel, tampoco de su papá, quien también es un hombre pequeño.
Aunque Costa Rica continúa siendo un país que no está adaptado para las personas pequeñas y en la sociedad nunca faltan las miradas extrañas y situaciones discriminatorias, Ana Isabel creció en un hogar en el que le enseñaron que tener talla baja no era ningún obstáculo y así es: ella no conoce de límites.
Tampoco se inmuta ante las preguntas fuera de lugar de las personas, ni se intimidó con la actitud intransigente de un médico que solo por verla le aseguró que su hijo Felipe sería una persona pequeña: ella sabía que no sería así.
“Me criaron de forma abierta, con cero complejos. Me enseñaron a hacer mis cosas, solucionando yo. Si necesitaba hacer algo, buscaba la manera de realizarlo. En mi casa cocino, lavo, limpio. Hago todo”, contó.
Convertirse en mamá nunca le generó preocupaciones, por el contrario, la describe como una maravillosa experiencia.
“Es el mejor regalo que Dios da, sin duda, más con dos muñequitos que él me dio. Tengo demasiado que agradecer. Nunca me sentí incapaz, ellos me dan fuerza para salir adelante. El tamaño no me impide ser una mamá como las demás”, afirmó.
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Ana Isabel trabaja en un puesto administrativo en una empresa financiera; conduce su propio automóvil que cuenta con una adaptación en el pedal y cuando puede teletrabajar, lleva y recoge a Ezequiel del preescolar.
Cuando teletrabaja, Ana Isabel cuenta con la compañía de sus papás o hermanas, pues como madre trabajadora de un niño y un bebé, necesita apoyo.
Igualmente, si le corresponde el trabajo presencial en la oficina, los niños quedan a cargo de sus familiares.
Hijos de talla alta
Los embarazos de Ana Isabel transcurrieron sin sobresaltos, la segunda vez solo se sintió más cansada. Por su condición, es necesario que los bebés nazcan mediante cesárea y además, el parto se realiza antes de cumplir los nueve meses de gestación.
“Ya me operé; por mi condición es peligroso (otro embarazo). Hay más riesgo, fueron dos cesáreas. Además, es muy pesado”, expresó.
En el 2019, poco antes del nacimiento de Ezequiel, el doctor Danilo Medina Angulo, especialista en Ginecología obstétrica y jefe de esa sección en el Hospital Calderón Guardia, explicó a La Nación que el embarazo en una persona con acondroplasia transcurre “como cualquier otro”.
Eso sí, precisó que aun cuando la gestación tiene un curso idéntico al de cualquier mujer, si el bebé es de proporción promedio, esto representa que la mamá viva un embarazo como si fuera múltiple.
Cuando su primer hijo estaba por nacer, un genetista le explicó a Ana Isabel y al padre de Ezequiel (un hombre de talla pequeña), que el bebé tendría un 50% de probabilidades de heredar la acondroplasia, 25% de nacer con talla promedio y 25% de que los genes de ambos padres mutaran y el niño “no lograra nacer”.
En el caso de Felipe, la mamá explica que había 50% de posibilidades de que naciera de talla baja y 50% de que llegara al mundo como un niño de talla alta. El papá del bebé tiene talla promedio.
“Cuando alguien tiene acondroplasia, el riesgo de tener un hijo con la misma condición es de un 50% para cada evento reproductivo. Si el hijo nace sano, nunca va a transmitir la enfermedad”, explicó el doctor y genetista Manuel Saborío Rocafort para el reportaje Personas pequeñas: la lucha por adaptarse a un mundo de talla grande.
Para la madre, lo más importante siempre ha sido que sus hijos sean niños saludables, sin embargo, cuando supo que no serían personas pequeñas, sintió tranquilidad, no porque no los fuera amar de la misma manera, sino porque así ellos no pasarían por comentarios imprudentes, miradas incómodas, discriminación o estereotipos.
“Mi vida como mujer pequeña ha sido supernormal. Pero si deseé que fueran (los niños) de condición grande, para que no sufrieran en esta sociedad que ahora es tan cruel, discriminatoria y que no está adaptada”, confió.
‘Mamá pequeña’
Ana Isabel busca criar a sus hijos como buenas personas, esa es una de sus metas como mamá. Quiere que ellos respeten a sus semejantes “sin importar las diferencias”.
“A Ezequiel le inculcó el respeto. No solo con personas pequeñas, sino con otra que tenga otra condición. Le digo que él tiene que respetar y no burlarse de las personas diferentes”.
La madre ya ha topado con comentarios de niños cuando va a recoger a Ezequiel al kínder. “Dicen: ‘vean, una pequeña, o también dicen la otra palabra’”, comentó.
Ana se refiere a la palabra “enana”, un término que considera incorrecto e irrespetuoso. La manera adecuada es persona pequeña o de talla baja, recordó.
Cuando Ezequiel ha escuchado a otros chiquitos referirse a Ana Isabel, su única reacción ha sido decir orgullosamente: “Ella es mi mamá”.
“Él sabe que yo soy pequeña, de hecho me dice mamá pequeña y a mi mamá, mamá grande”, agregó.
Al hablar de los retos de su maternidad, Ana Isabel menciona que ser madre de dos y trabajar a la vez se torna cansado; sin embargo, la alegría que le dan las sonrisas y miradas tiernas de sus hijos lo valen todo.
“Ezequiel es un niño muy activo, el bebé ya pesa bastante y también es tremendito (risas). Creí que iba a ser más tranquilito. Cuando ve al hermano se pone como loco. Ezequiel me ayuda mucho, si necesito que me haga favores, como traerme algo mientras atiendo al bebé, él lo hace”, comentó la mamá que planea ofrecerle mantener la lactancia a Felipe hasta los dos años, tal y como hizo con su primogénito.
Un orgullo para la familia
Durante esta entrevista, estuvo presente Lizeth Villalobos, la hermana mayor de Ana Isabel y la madrina de Ezequiel y Felipe. Ella es una de las personas que ayuda con los niños cuando Ana está trabajando.
Para Lizeth, su hermana es un orgullo. Ana es la única persona pequeña de su familia y Lizeth la admira por su independencia desde niña y por cómo ahora, siendo madre de dos niños, es tan esforzada y dedicada.
“Nunca la han afectado los estereotipos. Ella trabaja, tiene apartamento, maneja su carro, hace todas las cosas, es muy carga. Siempre está pendiente de ellos dos, de que no les falte nada. Siempre andan lindos y arreglados. Es una mamá muy responsable y la admiramos. Mi hermana no conoce de limitaciones”, afirmó Lizeth Villalobos.
Con su manera de ver y llevar la vida, Ana Isabel Villalobos demuestra que su estatura no define quién es y lo que puede lograr.
“Me siento una persona normal, como todos. El tamaño no me impide hacer las cosas. Soy una mamá como todas”, ratificó.