El silencio que el viernes 13 de marzo recorría los pasillos del Hospital San Rafael de Alajuela y sus alrededores, contrasta con la escena que la enfermera Maribel Jinesta López encontró cinco días antes, al atender la llamada para la cual se había preparado desde enero, cuando empezó a circular la alerta mundial sobre el nuevo coronavirus.
"La directora (Karen Rodríguez Segura) me llamó y me dijo: ‘¿podés venirte para abrir la unidad (para el coronavirus)? Ya llegó el momento’. Yo, personalmente, venía asustadilla. De camino, me despedí de mis dos hijos y dejé todo ordenado en casa antes de salir porque sabía que esto iba para largo.
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"Fue bastante impresionante ver la fila de compañeros que esperaban para tomarles el aspirado nasofaríngeo (parte de la prueba de laboratorio para detectar covid-19, en donde se extraen secreciones con un hisopo), que para uno es común hacerlo a un paciente, pero no a un compañero”, relata esta enfermera de 57 años, con 35 de trabajar en el hospital de Alajuela.
Esa llamada se dio el domingo 8 de marzo. Un día después, las autoridades del Ministerio de Salud y de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) cerraron la consulta externa del hospital, paralizaron las cirugías programadas y trasladaron hasta nuevo aviso la atención de Ginecología y Obstetricia a otros hospitales de la red, como el de San Ramón, Grecia o el México.
Desde entonces, una vertiginosa ola de actividad ha envuelto a los trabajadores del San Rafael, quienes están entre los principales protagonistas en esa primera línea de batalla contra covid-19, integrada por el personal del sistema nacional de salud: enfermeras, médicos, microbiólogos, asistentes de pacientes, misceláneos, choferes, guardas, trabajadores de mantenimiento, funcionarios administrativos y autoridades.
En el hospital de Alajuela se ha concentrado hasta hoy gran parte de las acciones para identificar y tratar enfermos y posibles casos sospechosos, entre los que figuran funcionarios de este centro regional que tuvieron contacto con uno de los primeros confirmados: un médico de 54 años quien se encuentra delicado en la Unidad de Cuidado Intensivo del Hospital México.
Al resto de los hospitales de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) se ha extendido la responsabilidad de asumir medidas de soporte y de identificación de personas con síntomas respiratorios sospechosos de la nueva enfermedad. Un 30% de las camas hospitalarias en la CCSS ya han sido separadas para la atención de eventuales casos graves.
La enfermera Maribel Jinesta López es una de los cuatro trabajadores de la Caja en el hospital San Rafael con quienes La Nación conversó el viernes 13 de marzo.
En la conversación también estuvo la subdirectora médica de ese hospital, Marcela Leandro Ulloa, la coordinadora de Psicología, Milagro Picado Arias, y el supervisor de servicios generales, Luis Carlos Vargas Valverde.
Ellos representan no solo a los 1.610 funcionarios de ese hospital, sino a los 57.000 de la CCSS que hoy están en la primera línea de batalla para hacer frente a covid-19, como ya lo hicieron antes contra la influenza AH1N1, el SARS o el cólera en décadas anteriores.
En otros países, el personal de salud ha sido considerado el ‘gran ejército’ contra el nuevo coronavirus. Costa Rica no es la excepción.
En el ‘epicentro’
Desde el momento en que se confirmó que uno de sus médicos estaba infectado con el nuevo conoravirus, el Hospital San Rafael de Alajuela se transformó en el epicentro de la nueva enfermedad respiratoria covid-19 en Costa Rica.
Según el último registro del Ministerio de Salud, 14 de los 27 confirmados en el país son contactos de este hombre de 54 años.
El médico interactuó mientras incubaba el virus con 165 trabajadores del San Rafael, la gran mayoría de los cuales han sido descartado como casos positivos, aunque se mantienen incapacitados 150 (casi el 10% del personal del San Rafael) como medida preventiva.
Mientras tanto, el hospital trabaja a media máquina, pues ese personal estará fuera por 14 días en total.
Las jornadas para quienes quedaron ahí desde que toda esta emergencia se desencadenó se han más que duplicado. Maribel Jinesta solo pudo salir un día a las 4:30 p. m., y por orden de su jefa, porque los otros no estuvo en su casa antes de las 10 p. m.
Son días intensos, cuando el paso del tiempo se acelera en medio de la vertiginosidad de una emergencia excepcional, como esta. El domingo 8 de febrero, cuando estaba planeado tomar solo 25 muestras, se tomaron 120. Y así el lunes y el martes.
Además de enfermera, ella es la coordinadora de Enfermería para el hospital de día (convertido desde el 8 de marzo en la unidad para atender enfermos respiratorios, principalmente, sospechosos por covid-19), y de la consulta externa.
No ha podido ver a sus padres adultos mayores, y los ratos con sus dos hijos, ya grandes y profesionales, se han limitado. Y sí, está cansada, aunque reconoce que para esto es que ha sido entrenada.
“Una vez que estuve ahí, después de 45 minutos o una hora, ya hasta se me olvidó que era domingo. Nos organizamos, estaban todas las autoridades de acá empezando a girar directrices... Empezó la parte operativa, que es la más intensa porque hay que estar pendiente de todo”, comentó la enfermera.
Y ese ‘todo’ implica muchísimas cosas: supervisar el correcto llenado de las boletas con las muestras para el Inciensa, vigilar que se tomara bien la muestra, controlar que esta coincida con el nombre del paciente, validar el seguro social...
“Ser enfermera es de o mejor que me ha pasado en la vida. Esta experiencia, me ha permitido refrescar conocimientos. ¡Ya perdí la cuenta de las horas que llevo trabajando! Pero tengo una ventaja: cuando llego a casa, me desconecto y puedo dormir”, comentó Jinesta.
De la oficina a la ‘zona caliente’
Antes de que la primera ola de covid-19 golpeara a Costa Rica desde el interior del hospital de Alajuela, la subdirectora de este centro regional, Marcela Leandro Ulloa, pasaba la mayor parte de su jornada laboral en tareas administrativas, en su oficina, ubicada en el cuarto piso.
El nuevo coronavirus la puso de lleno en la llamada ‘zona caliente’ pues ha sido una de las encargadas de tomar muestras a sus compañeros y pacientes, revisar el estado en que se encuentran los tres enfermos hospitalizados ahí y distribuir la información sobre el resultado de las pruebas entre los casos que figuran como sospechosos.
“Mi número ya es de uso público”, comentó entre risas.
Leandro, de 43 años y mamá de un niño de diez, es además epidemióloga.
“Todos nos esforzamos por ser uno solo. Trabajamos por una causa: que esto salga adelante y cortar esta transmisión. Porque lo que queremos es que no salga de aquí, del hospital. Lo valioso de todo es esta parte humana de todo el personal de salud que viene de madrugada, nos quedamos hasta la noche, volvemos a levantarnos de madrugada para volver a venir...”, comentó la médica.
Luego de trascender la situación del hospital alajuelense, a su esposo lo enviaron a hacer teletrabajo y su hijo se ha vuelto un ‘experto’ en covid-19 de tanto oír a su mamá hablar del asunto en los pocos momentos que permanece en casa, en donde el trabajo no para porque ahí el celular se convierte en otra extensión del hospital.
“La gente está cansada, agotada. A veces puede estar más agotada emocionalmente que físicamente, pero aún así seguimos adelante. Estamos diezmados de personal y tenido que traer gente de afuera, que a veces no quiere venir porque les da miedo. Este es un problema país, solo que en este momento el epicentro se dio en Alajuela”, admitió Leandro.
En todo este operativo se han involucrado misceláneos, fontaneros, choferes, guardas de seguridad. “El hospital entero ha corrido para frenar esto”, comentó Luis Carlos Valverde, supervisor de servicios generales.
La velocidad con que se han asumido ahí algunos cambios de la infraestructura para garantizar el aislamiento de los pacientes infectados, es uno de los ejemplos del compromiso del personal con esta emergencia, dijo.