Luego de 20 meses de uso en todos los sitios cerrados, las mascarillas se convirtieron en parte de la indumentaria de los ticos; de tela, quirúrgicas, KN95, de colores, con diseños, logos de empresas...ahí estaba el cubrebocas para evitar o reducir el riesgo de transmisión de la covid-19.
De pronto, con el cambio de gobierno, llega el anuncio de un decreto que elimina la obligatoriedad de este dispositivo, lo que genera advertencias inmediatas de especialistas de que la pandemia no ha terminado y, por el contrario, podría estar tomando fuerza, razones poderosas para que recomienden mantener su uso, sobre todo en ciertos lugares, circunstancias y para ciertas personas.
La Nación consultó sobre el tema con la viróloga Eugenia Corrales Aguilar, con el epidemiólogo Juan José Romero, el investigador de la Universidad de Costa Rica Rodolfo Romero y la pediatra infectóloga María Luisa Ávila.
Todos coincidieron en que, independientemente de si es o no obligatorio, conviene mantener su uso pues si una persona tiene un virus, lo sepa o no, con el uso del cubrebocas evita que se contagien quienes están a su alrededor.
Hay que recordar que el SARS-CoV-2 es un virus que puede provocar síntomas días después de su infección o incluso no manifestarse del todo, o bien, que sean muy leves hasta confundirse con una alergia o un catarro.
El cubrebocas actúa como un filtro que minimiza las probabilidades de que el virus se libere, y, si lo hace, que sea en menores cantidades las que infectarán en menor medida.
“Todos estamos cansados de las mascarillas, pero cada vez que la usamos estamos protegiendo a las personas que están a nuestro alrededor y ellas nos protegen a nosotros. Todavía hay vulnerabilidad y es recomendable seguirla utilizando”, manifestó Corrales Aguilar.
Su uso es todavía más necesario en lugares donde la concentración del virus puede ser mayor, como es el caso de:
- Transporte público: autobuses, trenes, taxis, servicios de transporte colectivo.
- Centros de salud: hospitales, clínicas, Ebáis, farmacias.
- Hogares de larga estancia de adultos mayores o personas con discapacidad.
- Guarderías o sitios de cuidado para niños menores de cinco años.
- Aulas donde se dan conferencias o clases, oficinas sin ventanas o ventilación.
- Sitios cerrados, sin ventanas y con ventilación pobre.
- Lugares donde hay muchas personas y cuesta mantener la distancia.
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A criterio de Corrales, hay lugares donde se debe mantener la obligatoriedad del dispositivo por un tiempo más, pues hay mayor circulación viral, o menor ventilación, o contacto muy cercano o más personas con vulnerabilidades.
“Obviamente en todos los centros de salud. En lugares de trabajo o estudio donde no hay ventilación y a veces no hay distancia suficiente. En el transporte público, sobre todo en época lluviosa, donde se cierran las ventanas para evitar que el agua entre a la unidad, y hay aglomeración de personas, la mascarilla debería ser de mucha utilidad”, manifestó.
Otros lugares podrían ser más optativos y dependen de cuanto quisiera exponerse la persona: “yo podría ir a pintarme las uñas. Si estoy en un espacio cerrado y voy a tener contacto muy cercano con quien me va a pintar, yo priorizaría mascarilla. Si es una reunión presencial en un lugar de mayor ventilación, con mayor distancia yo sí podría decir ‘me la juego’, porque al fin y al cabo es eso: sopesar probabilidades, no es ni infalible ni que no sirva del todo, es de medir mayor o menor riesgo”.
Ávila puso otro ejemplo de un espacio donde la mascarilla debería ser imprescindible: “En hogares de ancianos, donde hay población en la que por la edad sus anticuerpos decaen aunque estén vacunados, el personal que los atiende no debería atenderlos sin mascarilla. O una guardería de niños en las que por edad no pueden ser vacunados. Estamos entrando a una quinta ola, esto no se ha terminado”.
Para Juan José Romero, también depende mucho de la ventilación del lugar, del tiempo que vaya a permanecer en este, la cantidad de personas en el recinto y la posibilidad que se tiene de guardar distancia. Cada caso es diferente.
“¿Va a ir al supermercado? Póngase la mascarilla, son lugares con mayor espacio y ventilación, pero es bueno protegerse. Y una reunión en espacios cerrados o el cine, si quiere protegerse porque no todos usan mascarilla, pues póngase doble mascarilla. Y finalmente, si no ha ido por su tercera dosis, vaya. Si ya puede ponerse la cuarta, hágalo”, aconsejó Juan José Romero.
Cualquier mascarilla bien utilizada ayuda. Sin embargo, las N95 o KN95 protegen mejor que las quirúrgicas y aún más que las de tela. Estas también deben tener una forma de colocación para que alcance su máxima protección, debemos asegurarnos que quede fija a nuestro rostro. Las KN95 tienen la ventaja de usarse más de una vez, pero debe seguirse un protocolo para ello.
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Proteger a los más vulnerables
La mascarilla es en sí misma una medida altruista. Por ello, una de las razones para usarla es proteger a quienes tienen factores de riesgo, problemas inmunitarios o aún no han sido vacunados, aunque también quienes la portan se exponen menos.
“La mascarilla será necesaria en personas con enfermedades crónicas o en quienes tienen problemas de defensas. Cada persona deberá sopesar según su condición. Los médicos también sabrán guiarlos”, dijo Rodolfo Romero.
Para Ávila también es recomendable que las usen quienes viven con adultos mayores, con personas con problemas inmunitarios o con niños menores de cinco años, que por su edad no tienen una vacuna para ellos.
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