Tenían las mejores excusas para quedarse unas horas más entre las cobijas, revisando videojuegos en el celular o para encontrarse con amigos, aunque fuera en una reunión virtual. Con la familia confinada en casa debido a la pandemia más grave del último siglo, ellos y ellas tenían una buena lista de razones para ir en dirección contraria a la que decidieron, finalmente, tomar.
Estos jóvenes voluntarios se levantan súper temprano para llegar a los vacunatorios antes de que arribe la primera persona en busca de una vacuna contra la covid, y se van mucho después del último. Y aunque muchos no visten como enfermeros o enfermeras, ya están entrenados para tomar su puesto apenas se empiezan a mover las filas hacia los puestos de vacunación.
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Son personas que regalan su trabajo, uno que quizá usted ni siquiera notó mientras hacía la hilera tras el ansiado carné de vacunación. En su mayoría, son personas jóvenes, muchos estudiantes universitarios, que donan su tiempo a la mayor y quizá más importante jornada masiva de vacunación nacional que se haya hecho contra una enfermedad: la que el país emprendió para frenar la covid-19, en diciembre del 2020.
La Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) no maneja una cifra sobre cuántas personas trabajan voluntariamente como soporte para sus equipos de Enfermería, responsables de organizar y realizar esta vacunación.
Solo en el área de Salud de Tibás, al norte de San José, administrada por Coopesaín, se ha tenido en todo este tiempo un promedio de 11 voluntarios, entre estudiantes y miembros de la comunidad identificados con esta tarea.
Vilma Malespín, directora de Enfermeria de Coopesaín, resalta la enorme ayuda del voluntariado en esta pandemia. Han colaborado con el personal para darle mayor fluidez a las filas y garantizar la seguridad de los asistentes con el cumplimiento de los protocolos, como el distanciamiento físico y el uso correcto de mascarillas.
También, han dado soporte en la orientación de quienes acuden a vacunarse, y con el llenado de documentos. De los 11, actualmente hay dos activos, que acuden prácticamente todos los días, todo el día: Carolina Rodríguez y Daniel Solano, de 19 y 20 años, respectivamente.
En los puestos de vacunación del Hospital Calderón Guardia, en la capital, se ha contado con ayuda de la Universidad Internacional de las Américas (UIA), que no solo prestó parte de sus instalaciones para recibir a cientos de personas interesadas en vacunarse, sino que motivó a todos sus estudiantes a participar de la campaña con un resultado inesperado: desde setiembre, entre 50 y 100 alumnos se han apuntado como voluntarios sin que su participación sea parte de un requisito académico. Simplemente, lo hacen por el deseo de ayudar, confirmó Edgar Hernández Mora, vicerrector académico de la UIA.
La enfermera del Calderón y una de las coordinadoras ahí de vacunación contra la covid, Saray Fajardo Masís, reconoce que este apoyo les ha servido bastante, junto a los voluntarios del programa ‘Yo le guío’, de la CCSS.
“Tenemos el apoyo del hospital, pero somos conscientes de que, por cada uno de los integrantes del grupo de vacunación, hay salones que se quedan sin ese personal. En momentos de mayor necesidad, el soporte de estos voluntarios ha sido indispensable, y ha ayudado a que el proceso fluya con mayor seguridad y rapidez para todos”, dijo Fajardo.
Entre rosas y espinas
A Carolina Rodríguez le encanta la música, el baile y las artes plásticas. Este amor por el arte lo cultivó en el Conservatorio de Castella, de donde es egresada. Y ahí, afirma, desarrolló ese interés por ayudar a otros. Es lo que ella responde para explicar por qué es una de los dos voluntarios al pie del cañón, todos los días, en el vacunatorio contra la covid de Coopesaín.
Si usted vive en Tibás y se ha ido a vacunar al puesto instalado por Coopesaín, en la Universidad Hispanoamericana, quizá la ha visto entre las filas, ordenando gente, vigilante de que se cumplan los protocolos y muy atenta a llenar correctamente los carnés de vacunación.
Empezó como muchos: colaborando en llamar a los adultos mayores para citarlos a ponerse la vacuna.
Es cierto que en su familia hay relación con la atención en salud desde hace años, lo que la tiene acostumbrada a presenciar las carreras y largas y extenuantes jornadas de trabajo del personal sanitario, pero como ella misma reconoce, nunca había estado en los zapatos de su mamá, quien tiene más de 30 años de trabajar para Coopesaín.
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Ahora la joven sabe, en carne propia, lo que es llegar agotada por un largo día de trabajo en un servicio de salud, tratando con gente de todo tipo: desde quienes le agradecen su ayuda, hasta los indiferentes que apenas la notan o los que se enojan.
“Yo nunca había vivido en persona lo que es trabajar en un centro de salud ni en uno que hace vacunación de covid, lo cual es mucho más fuerte. Nosotros comenzamos con adultos mayores. El primer día, viví lo complicado de esto. Vi también que tenía la oportunidad de ayudar, sobre todo en momentos en que podía porque la universidad no me complicaba mucho por el tiempo”, comentó Rodríguez, quien estudia administración de empresas hoteleras.
A Daniel Solano le sucedió algo similar. Como Carolina, era testigo en su casa de la vivencia de familiares que trabajan en salud.
“Vi que necesitaban ayuda, y me nació hacerlo. En la casa, todo el mundo estaba encerrado, yo tenía bastante tiempo libre y quería hacer algo. Y esta es la primera vez que colaboro en algo tan grande como la vacunación”, comentó este estudiante de Planificación Económica y Social en la Universidad Nacional (UNA), amante del cine, sobre todo, del drama.
Aunque Carolina y Daniel no están uniformados ni usan gafete como el resto del equipo de salud de Coopesaín, sí se han puesto la camiseta, incluso, por encima del miedo a contagiarse, porque cuando empezaron como voluntarios no estaban vacunados.
¿Han tenido miedo a enfermar?, les preguntamos.
“La verdad, sí. Ver tanta gente, había días en que llegaban 500 o 600 personas y todos pasaban por mí, que en esos primeros momentos estaba en la entrada”, reconoció Daniel, quien ya tiene su esquema completo de vacunas, algo de lo que carecía al inicio.
Pero por encima del miedo, Daniel ha tenido experiencias lindas por las cuales ha valido la pena todo. “Ha habido gente muy agradecida. Recuerdo a un señor que después de vacunarse salió a comprarnos desayuno y nos lo regaló.
“¿Algo no tan bonito? Cuando la gente se enojaba porque llegaban a vacunarse y se les decía que no, porque se tenía que cumplir con una vacunación. Las vacunas estaban contadas. Hubo un muchacho muy enojado que hasta me grabó. Nunca salí en redes sociales, pero sí se enojó mucho”, recuerda.
Hasta ahora, sus familias han sorteado la covid. Ninguno de sus parientes ha enfermado, aunque sí han sido testigos de cómo la enfermedad tocó a la puerta de amigos y conocidos.
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“Las personas todavía no entienden que esto es real y que, para ganarle a la enfermedad, lo tenemos que hacer entre todos”, comentó Carolina.
En el horizonte están las terceras dosis, tanto para adultos mayores como para personal de primera línea de atención. También está a la vista la vacunación de los menores, entre 5 y 11 años. Daniel y Carolina ni titubean al contestar que, sí, se ven ahí, apoyando.