Fanny Alvarado Chacón habla mientras se siente con dolor, escalofríos, debilidad y la fiebre va y viene. Se le escucha toser constantemente. Está pasando por tercera vez por una infección de covid-19, y reconoce que esta vez, aunque no ha requerido de un hospital, se siente peor que en las anteriores.
La primera vez que enfermó fue en agosto de 2020, cuando no había vacunas disponibles. Los síntomas le duraron varios meses y dice sufrir las secuelas en uno de sus riñones. El segundo contagio llegó a inicios de setiembre de 2021, cuando por su edad pudo haber tenido la primera dosis de la vacuna, pero no la quiso recibir. El tercer diagnóstico positivo lo recibió el pasado lunes 10 de enero.
Esta mujer, de 50 años y vecina de Llorente de Flores, en Heredia, rechazó la vacuna una y otra vez. Se la ofrecieron en el centro de salud, llegaron a su barrio, la invitaron directamente a colocársela. Por su trabajo como asistente de pacientes en diferentes viviendas, sabía de los riesgos de contagiar a alguien más, pero no hubo manera. Poco después quedó sin trabajo.
Su temor a posibles efectos secundarios la hizo huir de la vacuna. No confiaba en ella. Ahora quiere compartir su historia para aconsejarle a quienes tienen miedo que se informen pues, según señala con absoluto conocimiento de causa, la enfermedad es mucho peor que cualquier efecto secundario que pudiera provocar la inoculación.
“Yo me arrepiento, me arrepiento, me arrepiento. Esto que estoy sintiendo no se lo deseo a nadie. Yo sé que la vacuna no me hubiera evitado contagiarme, pero sé que no estaría así de mal. La otra gente vacunada a la que he visto que se ha enfermado la ha pasado mucho mejor y más rápido que yo. La vacuna sí protege”, aseguró en una entrevista por videollamada con La Nación.
De acuerdo con la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), a inicios del 2022 todavía quedaban en el país 308.000 personas mayores de 12 años que no han recibido una sola dosis. Estos números podrían ser menores debido a que no reflejan a muchos vacunados en el extranjero, pero sí se cuentan por miles quienes se niegan a inocularse. Las autoridades sanitarias impulsan una estrategia para tratar de cubrir a esta población lo antes posible.
A finales de agosto, el Ministerio de Salud reportaba a 342 costarricenses que habían dado positivo dos veces a la prueba de covid-19. De ellos, solo el 11% contaba con el esquema completo de vacunación —habían pasado dos semanas desde su segunda dosis—. El 76% tenía un esquema incompleto —considerado como protección insuficiente ante la enfermedad—, y un 13% no tenía vacunas. Solo se registra un fallecido, un hombre de 78 años que no estaba inoculado.
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Cuando empezaron los síntomas esta última vez creyó que no era covid-19, pues suponía que todavía tenía inmunidad por su contagio anterior. “Yo dije, ‘voy a hacerme la prueba. Cuando me dé negativa, voy y me vacuno de una vez con la vacuna que sea’, pero estoy positiva. Dicen que la tercera es la vencida. La cuarta no la voy a vivir, y si la vivo, que sea más leve gracias a la vacuna”, señaló.
Alvarado se promete a sí misma que apenas se recupere irá al área de salud por esa “bendita inyección” que debio aplicarse hace tanto tiempo.
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El miedo es mal consejero, subraya esta madre y abuela. El escuchar sobre la posibilidad de trombos (coágulos) en los vacunados con AstraZéneca sus miedos aumentaron. Y pensó que como ya se había infectado en 2020 no era tan necesaria. La primera vacuna que le ofrecieron fue precisamente la de AstraZéneca y su miedo le hizo huir más.
“Le cogí miedo. Creí que me iba a dar de todo: un trombo que se me fuera al pulmón, al cerebro, que se me hiciera algo. Mis hijos me pedían que me pusiera la vacuna. Mi hija y mi hijo se vacunaron con AstraZéneca y estuvieron mal un día y ya después nada les pasó; pero yo seguía con mucho miedo. Ya después no quería ninguna vacuna”, recordó.
Esos temores hicieron que ella incluso les pidiera a sus hijos no vacunarse. Sin embargo, al ser mayores de edad, tomaron la decisión de sí hacerlo, fueron al área de salud. “Ahí están gracias a Dios, sin pasar por todo lo que yo estoy pasando”, afirmó.
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Alvarado no sabe cuál variante del SARS-CoV-2 tiene, puesto que eso depende de un análisis genómico más detallado al que se le da en el laboratorio. Sin embargo, le preocupa la ligereza con la que se toma a la variante ómicron.
“Escuché ‘que nos contagiemos todos de ómicron para ya salir de esto’. No podemos darle tan poquita importancia a esta variante. Están proyectando hasta más de 15.000 casos diarios, y no a todos les va a ir bien. No sabemos las secuelas a largo plazo tampoco”, advirtió.
“Que no minimicen el ómicron. Si usted tiene una patología de fondo y además no está vacunando esto le puede hacer mucho daño. Todavía están a tiempo, vacúnense, hagan un poquito de conciencia, todavía están a tiempo, todavía pueden ir. No quiero que les pase esto que yo estoy viviendo. Esta tercera vez estoy peor”, insistió.
Ella manifiesta que de ahora en adelante buscará hacer conciencia en todas las personas que conoce que aún no se han inoculado para que lo hagan apenas tengan la oportunidad.
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Retrasos en atención
El tener este tercer contagio durante uno de los mayores picos de la pandemia hace que tenga que esperar más de la cuenta. Fue a realizarse la prueba el 7 de enero y al día 12 no había recibido su orden sanitaria.
“Esto se le está saliendo de las manos al Ministerio de Salud, a la Caja (Costarricense de Seguro Social, CCSS). Se están enfermando los doctores y los que trabajan en hospitales ¿qué va a pasar si muchos doctores se incapacitan? ¿quién va a atender a los que sí van a hospitalizarse?”, afirmó.
También le preocupa la cantidad de gente en autobuses: “dicen que 20 personas de pie en bus. Pero eso ya va a tener más gente que puede contagiarse”.
Doña Fanny aseguró que se vacunará y que intentará convencer a las personas que tuvieron el miedo que ella una vez tuvo para que se inoculen, pero pide a las autoridades mayor acción para diagnosticar, girar órdenes sanitarias y tomar medidas.
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