En la casa de un adulto mayor, el médico que lo visitó encontró una colección de latas de atún, pan y café negro, los tres únicos alimentos que el señor comía porque se le complicaba adquirir otros. La razón que dio es que vivía solo y no tenía un familiar, un vecino o un amigo que le comprara lo que él necesitaba para alimentarse bien.
Este es un caso real de un paciente tratado por un médico geriatra. Su situación describe uno de tantos riesgos que afrontan 109.884 adultos mayores de 65 años que, en el 2022, admitieron vivir solos en sus casas, en lo que técnicamente se conoce como hogar unipersonal, o de una sola persona.
Con ello, se incrementan los riesgos de desnutrición, pérdida de control sobre la ingesta de medicamentos y la propensión a convertirse en víctimas de caídas, incendios y problemas emocionales, principalmente ansiedad, depresión e ideas suicidas.
Hasta el año pasado, Costa Rica tenía una población de 710.400 personas de 65 años y más; es decir, un 13,6% de su población.
Un 15,5% de ellos vive solo, reveló un estudio del Observatorio del Envejecimiento, de la unidad de la Facultad de Medicina de la Universidad de Costa Rica (UCR), presentado el 15 de junio anterior.
De esas casi 110.000 personas que viven solas, más de la mitad supera los 85 años (un 20% tiene entre 85 y 89 años; un 18,4% entre 90 y 94 años y un 15,8% entre 95 y 97 años).
Son hombres y mujeres que pertenecen a los grupos de edad en los cuales, generalmente, hay una mayor dependencia física del cuidado para las actividades diarias.
Este estudio de la UCR toma como base datos de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO), del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) del 2022, que se realizó en julio de ese año.
Aunque se desconoce con exactitud cómo viven todas estas personas, los especialistas en Geriatría y Gerontología consultados por La Nación encienden las alarmas y señalan la urgencia de verificar sus condiciones de vida.
¿Por qué plantean esta recomendación? Según los especialistas, la población adulta mayor percibe la soledad como el mayor problema que la aqueja. Esa percepción constituye un llamado de atención para que la sociedad formule planes de trabajo para atender como es debido esta necesidad de acompañamiento.
Riesgos incrementados
Para Fernando Morales Martínez, decano de la Facultad de Medicina de la UCR, la cifra de adultos mayores viviendo solos no puede ni debe pasar inadvertida por los riesgos que implica.
De acuerdo con este especialista en Geriatría, si estas personas carecen de respaldo y atención de sus familias y sus comunidades, enfrentan un riesgo social muy severo.
Daniel Valerio es jefe del servicio de Hospitalización del Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología (HNGG). Aclara que estos riesgos no se ciernen únicamente sobre quienes viven sin compañía, pues también hay adultos mayores con familias numerosas que viven en absoluta soledad, pues sus parientes les niegan o limitan la atención.
La directora médica del Hospital de Geriatría, Milena Bolaños, reconoce la necesidad de autonomía e independencia de las personas adultas mayores. Es un derecho, además.
Sin embargo, Bolaños recomienda a quienes viven solos varias medidas de protección. Por ejemplo, señala, saber a quien recurrir en caso de una emergencia y mantener activa la socialización para reducir episodios de ansiedad y depresión.
A los familiares, Bolaños les pide estar pendientes de sus adultos mayores y mantener el contacto para que estén solos la menor cantidad de tiempo; especialmente en las noches.
Para Norbel Román, presidente del Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (Conapam), vivir sola no debe ser un problema para esta población siempre y cuando tengan autonomía y un entorno que les brinde todas las condiciones de seguridad y protección que necesitan.
Los que preocupan, dice Román, son quienes tienen algún grado de discapacidad que les limita la independencia. Recuerda que en el país un 35% de las personas mayores de 65 años tiene alguna discapacidad.
A este dato se debe sumar la cantidad de población adulta mayor que vive en pobreza y en pobreza extrema por lo que advierte que la vulnerabilidad de este grupo es alta. El mismo estudio de la UCR informó que un 27% de los adultos mayores enfrenta esta condición; o sea, más de 189.000 adultos mayores.
De acuerdo con investigaciones realizadas en el territorio nacional, durante los últimos 13 años que viven las mujeres y los últimos diez de los hombres, sus condiciones de vida pueden decaer al punto de requerir el apoyo de la familia, la comunidad y el Estado, indica Norbel Román.
El presidente del Conapam aboga por construir las condiciones para un envejecimiento exitoso, con ciudades amigables con los adultos mayores, que ofrezcan buenas condiciones de desplazamiento, seguridad, disfrute y alimentación.
Las ciudades amigables con las personas adultas mayores deberían tener aceras adecuadas, servicios idóneos, una red social eficiente que las proteja y atienda sus necesidades. Sin embargo, indica Román, existen en el país algunos barrios donde estas premisas no se cumplen y vivir solo es un gran riesgo.
Soledad es un golpe emocional
El geriatra Daniel Valerio asegura que la soledad en los adultos mayores favorece las ideas suicidas, la depresión, el incumplimiento de tratamientos, la falta de control y la descompensación producida por las enfermedades crónicas, que son el pan de cada día de esta población.
No basta, de acuerdo con los geriatras, llevarles la comida. No. Las personas adultas mayores necesitan compañía.
María de los Ángeles Solís Umaña, presidenta de la Asociación Pro Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología (Apronage), explica que el envejecimiento produce una disminución fisiológica de las capacidades y si no se buscan opciones de interacción social se pueden producir graves efectos en la salud física y emocional.
“Podemos tener un aislamiento voluntario en donde el individuo por su propia voluntad se aísla una vez que se jubila. O un aislamiento impuesto debido a una serie de situaciones como son las enfermedades que no les permite interactuar con otros individuos e, incluso, el rechazo propio de la persona hacia los familiares y amigos”, expresa Solís.
Los profesionales coinciden en la necesidad de reformular las políticas en torno al cuido de la población adulta mayor. Las fuerzas vivas de las diversas comunidades deben tener un papel protagónico.
Para Fernando Morales, una de las decisiones que debería tomarse es ampliar la red de cuido, que lamentablemente hoy llega solo a 14.000 personas.
Las comunidades también deben organizarse para convertirse en sociedades amigables con la población adulta mayor, pendientes de su alimentación, medicamentos, citas con el médico, del pago puntual de sus servicios, el mantenimiento del domicilio, entre otras necesidades, insta el geriatra Daniel Valerio.
Morales, Solís y Valerio opinan que esta situación no se resuelve con la creación de más hogares de ancianos, sino con sociedades más solidarias y familias más comprometidas con la población adulta mayor.
Solís también apunta a fomentar el envejecimiento saludable, proporcionar a la población que envejece una pensión suficiente para su independencia, buscar la solidaridad de las comunidades, y, sobre todo, garantizar el compromiso de la familia con sus mayores.
Colaboró la periodista Ángela Ávalos Rodríguez
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