Antes de que emergiera la covid-19, la población adulta mayor ya era un sector golpeado por un coctel de padecimientos: enfermedades crónicas, depresión, soledad, violencia…
La nueva enfermedad respiratoria echó más leña a la hoguera y agregó más tensión a este grupo, que cada vez es más numeroso en la población de Costa Rica.
Su perfil de morbimortalidad coloca a nuestros adultos mayores en una clara desventaja que ya carga con la letalidad más elevada por covid-19.
Mientras que el promedio general de hipertensión es de 36%, en el grupo de los mayores ese porcentaje alcanza el 70%.
Con la diabetes se presenta el mismo fenómeno. La última encuesta de Factores de Riesgo Cardiovascular elaborada por la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), reveló que, en promedio, la población diabética es de 14%, mientras que en el grupo de los adultos mayores alcanzó el 29%.
Y esa situación preocupa a los especialistas, quienes urgen un equilibrio que permita protegerlos contra la covid-19, y que a su vez las familias mantengan un contacto estrecho, con distanciamiento físico, que permita atender sus necesidades de comida, de tratamientos, acompañamiento y afecto.
Tanto Vilma García Camacho, coordinadora del Programa del Adulto Mayor de la CCSS, como Marcela Hernández de Mezerville, especialista en Infectología, admiten que se requiere creatividad para que el adulto mayor no se sienta abandonado ni excluido, pero, sin brincarse ninguna medida de protección.
Igual planteamiento hizo Milena Bolaños Sánchez, directora del Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología, para quien urge hallar el equilibrio permita reducir el riesgo de contagio y, al mismo tiempo, evitar que ocurran descompensaciones que afecten su estabilidad física y emocional.
Las tres especialistas recordaron que cuanto más sean las personas con las que se interactúa y esa interacción sea más cercana y más prolongada, mayor será el riesgo de contagio y propagación de la enfermedad. Por eso, insistieron en evitar el contacto estrecho con los adultos mayores. Existe evidencia de adultos mayores que se han infectado por una visita.
El distanciamiento físico, sin embargo, no implica desatención y lamentablemente en muchas familias esa es la excusa que se ha puesto para no llenar esas necesidades de los mayores.
Cuidarlos sin dejarlos solos
Roy Wong MClure, epidemiólogo de la CCSS, reconoce que la atención a este sector es todo un reto, al ser un grupo de alta vulnerabilidad por la saña de las enfermedades crónicas, que además pueden enmascarar las señales de infección por el Sars-CoV-2.
Además, añade Bolaños, la respuesta inmunológica de una persona adulta mayor puede verse afectada para actuar contra este y otros agentes infecciosos.
Se suman en este momento cuadros de ansiedad y depresión, por lo que no dicen si se sienten mal por miedo a asistir al hospital y contagiarse con la covid-19. La situación incide en su llegada tardía a los hospitales, cuando las posibilidades de recuperación son exiguas.
Estas expresiones de depresión, angustia y ansiedad también las están palpando en la línea 800-amayor, donde su grupo técnico ha tenido que dar contención al menos a 10 personas con ideas suicidas en los últimos días, confirmó Emiliana Rivera Meza, directora ejecutiva del Consejo Nacional para persona Adulta Mayor (Conapam).
La angustia es porque no ven a sus hijos ni a sus nietos, porque sus hijos se quedaron sin trabajo o por la soledad que los embarga.
Entretanto, en los hospitales hay unos 100 adultos que quedaron abandonados, a los que urge reubicar en otras instituciones para desahogar los centros médicos y liberar camas para atender a pacientes afectados por la covid-19.
Para hacerlo, señaló Rivera, necesitan que la Asamblea Legislativa autorice cambiar el destino de una partida cercana a los ¢500 millones.
Adicionalmente, el país tiene cerca de 30.000 personas que frisan los 65 años, están por debajo del umbral de pobreza y requieren atención para evitar que sean blanco de la covid-19.
¿Qué hacer?
De acuerdo con las especialistas, hay que echar mano de todos los recursos tecnológicos para mantener muy vivo el contacto con ellos, de manera que sientan que, aunque con distancia, sus hijos, hijas, nietas y otros parientes están siempre presentes y pendientes.
Esa es la posibilidad, por ejemplo, que dan las videollamadas.
Asimismo, en todos los hogares donde habita un adulto mayor también debe existir un protocolo que permita protegerlo del contagio la covid-19, el cual se debe cumplir a cabalidad.
Todas las personas que ingresen a la vivienda y no pertenezcan a la burbuja social deben cambiarse la ropa, los zapatos y lavarse las manos con agua y jabón antes de ingresar. Iguales reglas aplican para los cuidadores, especialmente cuando tiene contacto por cambio de posición, de pañales, alimentación u otros.
También hay que protegerlos de que no vayan a lugares públicos como ferias del agricultor, aunque a muchos les cuesta quebrar la rutina de ir al banco, salir a conversar con amigos, agrega Hernández.
A ellos hay que convencerlos de que, en este momento, esa conducta es inapropiada y riesgosa.
A pesar de esos condicionamientos, en la medida de sus posibilidades, hay que procurar que se mantengan activos y ocupados.
De acuerdo con Hernández, si en la casa donde habita el adulto mayor hay una persona resfriada o con otro padecimiento, debe guardar la distancia, no acercarse y no olvidarse de las medidas de higiene y el uso de mascarillas.
Jeanneth López Vega, administradora de la residencia geriátrica Arlo, en San Joaquín de Flores, Heredia, coincidió en la complejidad de la situación para todas las partes.
Desde el mes de marzo, los familiares de las personas internadas en esa residencia no tienen contacto estrecho por el riesgo de contagio. También se suprimieron las salidas del hogar, incluso a las casas de sus familiares.
Les ha costado, pero los familiares comprenden el objetivo de las medidas. En su lugar, han recurrido a llamadas y videollamadas para que tanto los residentes como sus parientes tengan contacto, pero a distancia.
Ningún familiar puede ingresar a la residencia y la única opción de un encuentro presencial es que se acerquen a los portones y los puedan ver y saludar a casi cinco metros de distancia. Han recurrido a pizarras para que ambas partes se expresen mutuamente sus sentimientos.
”No ha sido fácil, pero tenemos que actuar así porque nos da miedo que se contagien, en virtud de que se trata de una población muy vulnerable: todos poseen algún padecimiento que los hace más frágiles a ser atacados por el nuevo coronavirus”.
Para reducir los problemas depresivos, han incrementado las actividades y terapias físicas y ocupaciones al aire libre, pero ellos también viven la incertidumbre que agobia a toda la población costarricense.