La industria farmacéutica recurre a alianzas con empresas, gobiernos y academia para acelerar el hallazgo de una cura efectiva contra el SARS-CoV-2, el nuevo coronavirus causante de covid-19.
De acuerdo con representantes de la Federación Centroamericana de Laboratorios Farmacéuticos (Fedefarma), se desarrolla un trabajo colectivo “sin precedentes”, en procura de nuevas técnicas para reducir los tiempos que usualmente consume el desarrollo e investigación de una posible vacuna y medicamento específico contra esa nueva enfermedad pulmonar.
Fedefarma pertenece a la Federación Internacional de Fabricantes y Asociaciones (IFPMA), que reúne a más de 20 compañías biofarmacéuticas.
A tres meses de la descripción del genoma del nuevo coronavirus, en el mundo se desarrollan más de 1.000 estudios clínicos relacionados con covid-19, pero solo alrededor de una decena de ellos tienen que ver con la búsqueda de una vacuna.
La presidenta de Fedefarma, Victoria Brenes, explicó a La Nación que muchos de los estudios los está haciendo la industria en asociación con otras compañías, institutos de investigación, fundaciones y asociaciones, o de manera independiente con el propósito de hallar pronto una terapia efectiva.
“Hablar de tiempos es muy difícil. Solo entre los miembros de la industria farmacéutica que son parte de Fedefarma, se están haciendo 80 ensayos. Hay ocho vacunas en estatus de estudio clínico, pero hay muchas más en estatus preclínico. Es un trabajo sin precedentes”, comentó Brenes.
De manera paralela a esa búsqueda, las empresas farmacéuticas trabajan para garantizar el abastecimiento de todos los medicamentos necesarios para el mercado.
“Que no vaya a haber un faltante de productos. Nos hemos acercado a los gobiernos para ver de qué manera se aceleran trámites, como las renovaciones de registros sanitarios”, mencionó Brenes.
Adicionalmente, uno de los mayores desafíos, en cuanto aparezca una vacuna o tratamiento contra covid-19, será el de asegurar la capacidad de producción para garantizar su suministro a todo el planeta.
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“En el momento en que haya un producto efectivo, el siguiente tema es accesibilidad y la disponibilidad”.
"Hay que asegurar las escalas. Asegurar, primero, que los pacientes que padecen otras enfermedades sigan abastecidos; asegurar que la investigación y el desarrollo de nuevos productos sean colaborativas, y buscar acuerdos con gobiernos y universidades para reaccionar contra un enemigo desconocido a la mayor velocidad posible”, explicó Álvaro Soto, vicepresidente de Fedefarma y gerente general del laboratorio farmacéutico Roche para América Central, el Caribe y Venezuela.
Según Soto, en tiempos normales, el desarrollo de una vacuna consumía, en promedio, cinco años. La pandemia por covid-19 hace que la industria acelere el paso para reducir ese tiempo a 18 meses.
“Aquí todos estamos tratando de buscar resultados más rápidos. El primer paso, cuando se dé ese hallazgo, es probar la efectividad y seguridad. Luego, viene el desafío de la producción porque no se trata de una terapia para una enfermedad que afecta un país o para dos. Esto es mundial. Ninguna compañía sola, por más que incremente su producción, va a poder abastecer al mundo. Todos estamos claros en eso”, agregó Soto.
Debido a la pandemia, la industria farmacéutica desarrolló en tiempo récord la capacidad de diagnóstico con la producción de pruebas, seguras y precisas, para detectar covid-19.
“En Roche, por ejemplo, hemos acelerado dramáticamente el lanzamiento de test para una enfermedad que no existía. El primero salió al mercado en marzo, con una enfermedad que se dio a conocer en su genoma en enero, y ya hay más de seis o siete compañías trabajando en tests”, informó el gerente de Roche.
El comportamiento inusual del mercado internacional en el contexto de covid-19, que incluso llegó a ser calificado de “canibalismo” por el presidente ejecutivo de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), Román Macaya, ha obligado a la industria a solicitar a los gobiernos flexibilizaciones en la parte regulatoria, sin arriesgar la seguridad, para que los productos tengan un flujo más libre y haya mayor equidad.
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"Ha habido un esfuerzo masivo en coordinación con diferentes plantas de distribución y de manufactura para que haya una adecuada distribución de los productos. Y ahí los gobiernos, y en particular Costa Rica, han flexibilizado la parte regulatoria”, explicó Soto, quien asegura que todo se ha hecho respetando los códigos de ética.