A Guiselle Aguilar Araya, a su mamá y a su hermana las sorprendió la covid-19 en julio del año pasado. No olvida la fecha, fue un 25 de julio. En ese momento, a sus 58 años, la enfermedad las encontró sin una sola dosis de la vacuna y eso complicó las cosas.
Del Hospital de Alajuela la trasladaron al México para que tuviera una mejor atención, algo que su madre no tuvo, pues falleció. Aguilar estuvo internada 57 días en el centro médico en La Uruca antes de regresar de nuevo al de Alajuela.
“A mi familia le dijeron varias veces que se despidieran de mí. Creyeron que me iba a morir”, recordó.
Luego de tanto tiempo en cama y debido a la gravedad, su cuerpo había olvidado realizar acciones simples, como caminar, tomar una cuchara o escribir. Además, había síntomas que no se iban, como la fatiga que le impedía realizar lo más cotidiano.
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La fatiga junto con la tos y la dificultad respiratoria son los problemas más frecuentes que presentan los costarricenses con covid prolongada, síndrome poscovid o, como se le conoce en inglés, long covid. Se trata de síntomas de muy diversa índole que persisten al menos dos semanas y en ocasiones, como la de Aguilar, se mantienen por meses e incluso hasta más de un año.
La tríada fue identificada por el Centro Nacional de Rehabilitación (Cenare), que entre febrero y diciembre de este año albergó el programa poscovid, mediante el cual atendió a 250 personas con síntomas persistentes, para los que aplicó distintos tipos de terapias.
Estos padecimientos o condiciones también corresponden a los vistos por el Centro de Investigación Observatorio del Desarrollo de la Universidad de Costa Rica (CIOdD - UCR), que en una encuesta evidenció que un 40% de los participantes que tuvo covid-19 dijo sufrir síntomas al menos un año después. Sin embargo, allí se evidenció que los dolores musculares también eran frecuentes.
De acuerdo con Viviana Murillo, quien tuvo a su cargo el programa poscovid del Cenare, la mayoría de los pacientes que atendieron tuvieron una enfermedad grave o crítica.
“Tuvieron períodos de internamiento en los que se dejaron de hacer funciones básicas. No vemos solo las secuelas de la enfermedad, también de lo que se ve producto después de una hospitalización prolongada”, expresó la médica.
No obstante, entre estas 250 personas también hubo pacientes con síntomas iniciales tan leves como los de un resfriado y que luego, cuando se creían recuperados, llegaron nuevos padecimientos que persistieron semanas o meses.
“Son personas que antes de su enfermedad hacían mucho deporte y actividades de alto impacto y después de su infección han quedado limitados. Otros quedaron con dificultad respiratoria y sienten que les falta el aire hasta cuando conversan”, señaló Murillo.
Tatiana Fernández, terapeuta ocupacional también fue testigo. La pérdida de masa muscular y la debilidad por problemas respiratorios fue de los aspectos que más tuvo que trabajar.
“Nos imaginamos que esto solo le pasa a quien estuvo en cuidados intensivos, pero hemos tenido gente aquí que pasaron la primera parte de covid en sus casas y ni siquiera tuvieron que ir a un doctor, pero a los pocos días tuvieron dificultades diarias que los llevaron a buscar ayuda”, narró.
A esta situación, se suman efectos en salud mental y emocional, como los que normalmente se asocian con depresión o ansiedad, como tristeza sin explicación y apatía por hacer las cosas que les gustaba, o “niebla mental”, en donde la falta de memoria y de concentración llega a otro nivel.
“No son síntomas que se tengan todo el tiempo. Es decir, no es que, por ejemplo, se les olvide todo todo el tiempo, son como episodios”, dijo Murillo.
La fisioterapeuta Adriana Céspedes advirtió de que también los males físicos afectan la salud mental. Por ejemplo, personas que eran muy ágiles y funcionales y ahora se agitan con solo caminar, ven su salud mental afectada.
Según Céspedes ha tenido que tratar una diversidad de manifestaciones de poscovid. Desde personas que tenían dificultades respiratorias con solo levantarse de la silla, hasta pérdida de fuerza y tono muscular y de coordinación de movimientos.
“Cada persona podía presentar cosas muy diferentes a las demás y en intensidades muy diferentes”, resumió.
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Subregistro
Las personas atendidas en el programa poscovid fueron quienes más necesitaron de una rehabilitación posterior a su enfermedad, pero no son las únicas que han vivido este tipo de manifestaciones prolongadas.
Estos números pueden ser mucho mayores, las estadísticas a nivel mundial hablan, dependiendo de la fuente, de entre un 10% y un 20% de quienes han tenido la enfermedad. En Costa Rica no hay datos oficiales.
Agustín Gómez, coordinador de la encuesta de la UCR, indicó al presentar los datos, que el 40% que ellos registraron en las más de 650 personas evaluadas podía dar cuenta de la magnitud del problema.
De acuerdo con el investigador, si se toman estos datos y se extrapolan a la población nacional, serían cerca de 1,2 millones de personas las que se han contagiado al menos una vez. De estas, 1,1 millones habrían presentado síntomas. A los 12 meses se caracterizarían 490.000 personas con esa persistencia.
“En términos relativos se trata de que casi medio millón tiene tos no solo por unos días, sino por tantos meses. O cansancio crónico, ¿qué hacés? Es gente que no cuenta con la misma calidad de vida de antes”, afirmó.
Entre estos individuos, que no se reflejan en los números del Cenare, hubo quienes tuvieron atención privada o los que, al no conocer del programa a nivel nacional específico para estos padecimientos, no buscaron ayuda ni pidieron referencias.
Angie Rodríguez y Karla Espinoza son dos de estas personas. Ambas notaron un cambio en su salud y calidad de vida desde que tuvieron la infección y buscaron ayuda a través de medicina privada. Ellas no necesitaron de terapia en el Cenare, pero sí están bajo control de médicos.
En el caso de la primera, tuvo su positivo el 28 de agosto de 2022. Ella presentó un dolor de cabeza muy intenso, un poco de congestión, vómito súbito y dolor de estómago. Estuvo dos días en cama para cuidar su enfermedad. A las dos semanas, cuando ya pensó que era momento de estar recuperada, los síntomas cambiaron, sentía taquicardia y las extremidades temblaban.
Esto coincidió con que tenía pendientes exámenes de sangre de rutina. Por primera vez en su vida se marcaron alteraciones en su tiroides.
“Como si tuviera hipertiroidismo. Mi diagnóstico es de tiroiditis, me hice un ultrasonido y me salió un nódulo pequeño. Me dijeron que era consecuencia de covid-19. En otros países se reportaba de dos a tres semanas de haber contraído covid”, recordó.
También perdió 13 kilos, al pasar de 69 a 56 en cuestión de tres meses. Tuvo mucho agotamiento, problemas para recordar palabras básicas.
Ahora está en control y debe someterse a exámenes. Con el tratamiento para la tiroides ya se le fueron los demás síntomas.
“Yo no me imaginé tener secuelas. Tengo 39 años, soy saludable. Tuve que recurrir a especialistas. Solo pienso lo mal que me hubiera ido si no hubiera estado vacunada”, enfatizó.
En el caso de Espinoza, los síntomas fueron mucho menores. Ella se infectó en enero pasado, con síntomas que describió como muy leves. Desde entonces tiene tos. No en todo momento, pero sí mucho más frecuentemente de lo que hacía antes.
Fue donde una neumóloga y le dijo que eso era muy común. Estuvo en tratamiento durante más de dos meses. Ahora tiene una rinitis permanente.
“La gente puede decir, es leve, es solo tos, pero la calidad de vida no es la misma. Yo trabajo con la voz, estoy en reuniones constantes, a veces es muy difícil mantener el ritmo”, dijo Espinoza, quien es comunicadora.
Los más afectados
Según el Cenare, el grueso de los pacientes están entre los 40 y los 60 años, el menor era de 11 años y el mayor de 94. El 55% son mujeres.
De los pacientes, 219 ya fueron dados de alta porque lograron recuperar su funcionalidad. Hay 10 que se mantienen. Doña Guiselle Aguilar es una de ellas.
Según la encuesta de la UCR, la dificultad para respirar es más común en hombres y la tos se ve más en mujeres, al igual que el dolor muscular o en articulaciones. El dolor de pecho y problemas para dormir son más frecuentes en hombres, el dolor de cabeza en mujeres.
También estos síntomas son más comunes en las personas que se han infectado más de una vez.
El sexo es una variable que debe tomarse en cuenta. A nivel internacional se ha visto que los hombres son más propensos a morir de esta enfermedad, mientras que las mujeres son más proclives a tener una covid-19 prolongada.
El infectólogo Álvaro Avilés detalló que ante en un mismo estímulo (el virus) se tienen respuestas diferenciadas.
“En un hombre, las defensas ‘tiran’ respuestas muy intensas de poca duración, en una mujer la respuesta es más baja, pero con mayor persistencia”, ejemplificó.
Si hacemos la analogía de que nuestro sistema inmune es un ejército, el de los hombres podría ser más propenso a tirar una sola bomba atómica, las mujeres lanzarían muchas balas de bajo calibre durante mayor tiempo.
No obstante, según el especialista, el sexo en sí mismo no es más que un factor de riesgo (o factor de protección) que se combina con otras muchas condiciones.
¿Qué hacer?
Los especialistas recomendaron buscar ayuda médica si sentimos que no somos los mismos después de la enfermedad, aunque ya nos diera antes y la vez o veces anteriores no haya sido problema.
“Esto va a acompañarnos como enfermedad por muchos años, no en las magnitudes que ya vimos, pero sí debemos prestar atención a si tenemos fatiga y nos imposibilita hacer las cosas cotidianas que usualmente hacemos, o si tenemos dificultad respiratoria. No podemos dejar pasar tiempo y acudir a revisión médica”, expuso Fernández.
En los últimos días, tanto la Caja Costarricense de Seguro Social como el Ministerio de Salud han llamado a retomar medidas preventivas dado el aumento en casos y hospitalizaciones por covid-19.