Entre enero y mayo de este año, 10 mujeres perdieron la vida a manos de sus parejas, esposos, novios o por el simple hecho de ser mujer. Esa condición las convirtió en los rostros de las 10 víctimas de feminicidio que registra el país. Kimberly Jazmín Barrantes Pérez fue una de ellas, y esto fue lo que compartió su papá sobre su historia.
Un sueño le trajo un mal presentimiento a don Wilber Barrantes Castillo.
Cerca de las 11 p. m. del sábado 17 de marzo, Barrantes se vio a sí mismo en una habitación en compañía de su exesposa y de su única hija, quien le profería un amoroso beso... Era un beso de despedida.
Al despertar, a eso de las 5 a. m., se percató de que había varias llamadas perdidas en su teléfono celular. Cuando se disponía a devolver los llamados, ingresó una nueva comunicación: “Tengo que darle una mala noticia, mataron a su hija”, le dijeron.
Kimberly Jazmín Barrantes Pérez tenía 20 años cuando la asesinaron. Su padre la describe como muchacha "muy trabajadora” y una madre amorosa que luchaba para cuidar a sus dos hijas.
De adolescente, fue goleadora en su equipo de fútbol y deseaba ser veterinaria. Sin embargo, con el nacimiento de sus niñas pospuso aquellos sueños para cuidarlas y trabajar, pues había cuentas que pagar.
Kimberly madrugaba todas las mañanas para abordar el bus que la llevaba a la finca bananera donde laboraba. Es el mismo bus que su hija mayor aún sale corriendo a topar, con la esperanza de que traiga a su mamá de regreso a casa.
“Fue un balde de agua fría, una estocada en el corazón”, afirma don Wilber al recordar el momento en que recibió la fatídica noticia.
En ese momento, en medio del dolor y la turbación, recordó un mensaje de voz que su hija le envió por WhatsApp dos meses antes, el martes 16 de enero, para contarle que su excompañero sentimental la había amenazado de muerte.
Hija y padre estaban en comunicación constante. Eso les permitía mantener un vínculo muy estrecho, a pesar de que él vive en Chomes de Puntarenas y ella residía en El Cairo 2.000, en Siquirres de Limón.
Don Wilber afirma que él y otros familiares le habían expresado temor por la conducta del hombre, de apellido Campos. “Hay celos malos”, advierte. Sin embargo, cuenta que la muchacha en un principio no atendió razones.
Recuerda que su hija finalmente tomó acciones legales para evitar que este individuo se acercara a ella y a sus pequeñas, y para que aportara a la manutención de las menores. Sin embargo, admite que el mensaje del 16 de enero le generó inquietud.
La amenaza se volvió tragedia la noche del 17 de marzo. Según la versión policial, Campos ingresó violentamente a la casa de la joven y penetró hasta el cuarto donde dormían ella, su madre y las niñas.
El hombre ultimó a la muchacha de un balazo en la cabeza y también disparó contra su exsuegra antes de darse a la fuga.
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Pese a la gravedad de las heridas sufridas, doña Yorleny Pérez Córdoba sacó fuerzas para tomar a sus dos nietas (quienes resultaron ilesas) y llevárselas a pie a la casa de una hermana, ubicada a unos 70 metros del sitio.
Campos fue detenido y hoy se encuentra en la cárcel mientras la Fiscalía concluye la investigación.
Entre tanto, la mamá de Kimberly aún se recupera de las heridas físicas y emocionales. Ella tuvo que irse con sus nietas a otra casa porque no puede trabajar y, por tanto, ya no puede pagar el alquiler.
De momento, ninguna entidad pública se les ha acercado a ofrecerles alguna ayuda económica o, al menos, guía emocional para manejar el duelo.
Por su parte, don Wilber reconoce que ha llorado en soledad. Sin embargo, cuenta que ahora visita con mayor frecuencia a sus nietas y que espera que se haga justicia en el caso de su hija.
Este hombre, de rostro afable, considera que es hora de poner fin al círculo de violencia que viven muchos hogares costarricenses. “Esto no puede seguir, hay que pararlo. ¿Pero cómo se para eso? Diay, con las denuncias y mano dura”, asegura.
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