María Paula, Maritza, Mariana, Rita, Karen Vanessa, Grettel Tatiana, Kimberly, María Isabel, Yarissa Tatiana y Hellen.
Ellas ya nunca responderán cuando alguien mencione sus nombres ni podrán contar su historia. Sin embargo, no deben ser olvidadas.
Las voces de estas diez mujeres fueron silenciadas durante el primer semestre de este año. Todas son víctimas del feminicidio. La mayoría murió a manos de su esposo, su novio, su compañero o del padre de sus hijos.
Sin embargo, de esos 10 crímenes solo siete serían juzgados bajo Ley de Penalización de Violencia contra las Mujeres, porque se estableció que los sospechosos eran sus parejas sentimentales, los mismos que en el pasado les juraron, en la intimidad o ante la sociedad, amor y dedicación.
De acuerdo con esa normativa, la “pena para quien mate a una mujer con la que mantenga una relación de matrimonio, en unión de hecho, declarada o no, es de 20 a 35 años” de prisión.
Las otras tres muertes regitradas en este período son categorizadas como feminicidio ampliado, concepto que el sistema judicial de Costa Rica creó con base en la definición de violencia de género de la Convención de Belém do Pará.
Dicho concepto incluye las muertes violentas de mujeres en razón de su género, es decir, sin que haya una relación de matrimonio o unión libre. Estas incluyen, por ejemplo, a las ocurridas durante el noviazgo, después de un divorcio, luego del cese de una unión de hecho y a raíz de un ataque sexual.
En estos casos, el delito por el que los agresores serían juzgados es homicidio simple o calificado.
Daño profundo
Cada una de estas muertes dejó muchas más víctimas.
Los diez crímenes dejaron huérfanos a 12 niños y adolescentes de entre uno y 17 años. Algunos de ellos incluso vieron como la vida de su mamá se apagaba, sin poder hacer nada para impedirlo.
Además, el asesinato de Maritza, María Isabel y Grettel Tatiana también trajo como consecuencia la muerte de los tres bebés que ellas llevaban en sus vientres.
La mitad de las víctimas tenía 20 años o menos. Dos de ellas, eran nicaragüenses que habían llegado al país a buscar mejores oportunidades.
De todos estos hechos de sangre, solo el crimen de Mariana Leiva se encuentra en juicio. La razón es que su esposo se entregó y esto permitió tramitar su caso por flagrancia para agilizar el proceso.
Hay siete causas contra los supuestos feminicidas. De ellos seis –incluído el que ya está en juicio– cumplen prisión preventiva.
Por su parte, el sospechoso de la muerte de Yarissa Ramírez se encuentra en libertad sin medidas cautelares, mientras que el presunto asesino de Hellen Abarca permanece en libertad aunque debe portar tobillera eléctrónica.
Entre tanto, en el caso de María Paula Vargas se extinguió la acción penal porque el homicida se quitó la vida, y en el de Grettel Tatiana Téllez el proceso está en "archivo fiscal" porque no se ha logrado ubicar al imputado.
¿Por qué un hombre mata a una mujer?
Hace años que la frase “crimen pasional” empezó a chocar en los colectivos pro defensa de los derechos de las mujeres. Estos grupos alegan que no puede haber pasión cuando se le quita la vida a la persona que durante años o meses ha estado a su lado, a la madre de sus hijos, a la compañera.
El feminicidio tampoco es visto por los expertos como un hecho fortuito, impulsivo o aislado, sino como el fin de un ciclo repetitivo y en escalada.
“Es la manifestación última y brutal de la violencia de género”, sentencia la ministra de la Condición de la Mujer y presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres (Inamu), Patricia Mora.
No es un homicidio común, advierte el Observatorio de Violencia de Género contra las Mujeres y Acceso a la Justicia. Más bien, advierte, es el producto, normalmente, de una violencia escalonada y de una relación desigual entre la mujer y el hombre feminicida.
Más que un ciclo, se trata de una espiral que va en aumento, dice Marvin Durán, psicólogo de la Oficina de Atención y Protección a la Víctima del Ministerio Público.
Señales de alerta
- El ejercicio de poder y control sobre la víctima.
- Limitación de toma de decisiones y libertades.
- El aislamiento, se le impide que se relacione incluso con familiares.
- Los celos extremos.
- Limita sus libertades económicas.
- Aumento en la frecuencia y la intensidad de los episodios de violencia.
“No es algo que, como dicen, ‘hoy todo estaba bien y mañana la mató’ (...) Los episodios de violencia se van dando cada año y al principio no son tan agresivos. Conforme pasa el tiempo, lo que era verla feo ya no es un insulto; entonces aumenta el nivel de la violencia y el tiempo en que ocurre va disminuyendo”, explicó.
En muchos casos, las víctimas no se ven dentro de este ciclo porque la mente se va adaptando como un mecanismo de defensa.
“Por eso no es tan fácil como decirle ‘la va a matar, ¿por qué no se sale’?”, alegó Durán.
Para los agresores, llega un momento en que la violencia se ha adaptado a la dinámica de tal forma que se invisibilizan las otras personas en su entorno (por ejemplo los hijos).
Aunque cada caso debe verse de forma independiente, el profesional explicó que este tipo de acciones están asociadas con aprendizajes históricos que se vienen reproduciendo desde hace años.
“El hombre como dueño de conocimiento, encargado de proveer los alimentos y la mujer si puede colabora. Así lo dice el Código de Familia”, añadió.
De acuerdo con Durán, parte de esos aprendizajes y el arraigo que tienen los conceptos de lo que implica ser hombre, también se reflejan en el hecho de que se sientan dueños de las mujeres e incluso de su vida.
La fiscala de Género Gabriela Alfaro señaló tres momentos críticos en los que puede aumentar el riesgo de ser víctima de un feminicidio:
- Cuando la mujer decide separarse y se lo dice a su pareja.
- Cuando interpone la primera denuncia por malos tratos.
- Cuando solicita medidas de protección.
"Para muchos hombres con estos valores equívocos de la masculinidad como género dominante, es como si ante estas situaciones se les ridiculizara; tienen la sensación de ser fracasados y débiles. Es en ese momento cuando la mujer corre mayor peligro", aseveró Alfaro.
En el poder está la salvación
La atención de la violencia doméstica es inmediata y articulada, aseguraron las autoridades, a pesar de que los casos son muy frecuentes. El Sistema de Emergencias 9-1-1 recibe llamados de auxilio cada cinco minutos.
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Las medidas de protección dictadas por jueces de Violencia Doméstica tampoco se levantan por simple solicitud de las víctimas.
A pesar de tales esfuerzos y leyes, las acciones se quedan cortas, pues en la última década más de 300 mujeres han muerto por estas agresiones.
El presidente de la Corte Suprema de Justicia, Carlos Chinchilla, lo advirtió: el número de femicidios seguirá en aumento, si no se toman las medidas necesarias para erradicar la violencia en contra de las mujeres.
“Una tobillera en una persona agresora no lo va a detener a que mate a su expareja, lo único que nos sirve es para decir ‘él llegó y la mató’”, sentenció.
“Hay que empoderar a las mujeres en esto, darles protección y darles seguimiento, pero también medidas adecuadas para que no vuelva a suceder”, agregó.
Para Patricia Mora, jerarca del Inamu, además de la atención de las emergencias, se debe trabajar en las raíces que provocan esas situaciones.
“Una mujer que realiza durante horas, durante toda su vida, un trabajo como el doméstico que no existe porque no se le ha otorgado un valor económico, en el seno de su familia es una mantenida de alguien. Se sitúa a ese ser humano en una situación de absoluta desventaja con respecto a su pareja”, afirmó.
Según Mora, no es casualidad que al menos ocho de las víctimas de este año vivieran en condiciones de pobreza y en zonas con bajos índices de desarrollo.
Para ella, las políticas del Estado deben orientarse para que las mujeres tengan acceso al "trabajo decente y formal", porque así es como se establece la igualdad con los varones.
El Gobierno anunció, recientemente, que declararía emergencia nacional por la violencia contra las mujeres.
Tal declaratoria, alega la funcionaria, permitiría focalizar y redirigir los recursos humanos y económicos para una atención más eficaz y una mejor prevención.