Asistentes Técnicos de Atención Primaria (ATAP) afrontan una carrera contra el tiempo para evitar que se pierdan las dosis preparadas de vacunas contra la covid-19 en el cantón de Osa, en la zona sur del país.
Lograr que una gran parte de los adultos mayores del municipio se aplicara la primera dosis resultó una odisea y, ahora, conseguir que reciban la segunda ha significado una cruzada igual de intensa.
Eso fue lo que motivó el martes anterior a Randy Arguedas, quien labora en el Ebáis de Coronado de Osa, a buscar a un adulto mayor hasta en la parada donde estaba a punto de tomar un autobús hacia Palmar Norte.
Allí, al encontrarlo, logró aplicarle la segunda dosis de la vacuna de Pfizer.
Arguedas contó que le había dejado el mensaje al ciudadano el día anterior para que llegara al Ebáis a ponerse la vacuna, pero el familiar que recibió la llamada olvidó hacerle el recordatorio.
Al ver que no llegaba a la cita, tuvo que salir hacia la casa del adulto mayor, pues ya las dosis estaban preparadas.
Según contó, en el lugar le dijeron que el señor no estaba y que no sabían a qué hora llegaba.
“En eso un nieto me dice que lo había visto esperando el bus en una parada por ahí cerca. Cuando me dice eso, salgo para la parada y ahí estaba. Cuando me vio llegar, se echó una carcajada y me dice ‘usted viene por mí, se me había olvidado’”, recordó el funcionario.
De acuerdo con Arguedas, este tipo de situaciones son comunes y frecuentemente deben ir a “pescar” a los adultos mayores para ponerles la inyección a sus trabajos en el campo, a los potreros o en el manglar donde algunos sacan pianguas.
“Muy frecuentemente por ser tantos días de espera para la segunda dosis, a los pacientes de esta zona se les olvida; muchos son adultos mayores que trabajan en ganadería y generalmente tenemos que andar en eso, llamando a recordar.
Algunos dicen que sí, pero llega el momento y no se presentan. Entonces, tenemos que salir corriendo porque la preparación y las dosis tienen tiempo que no se puede pasar”, contó.
Lorena Villalobos, directora de Enfermería del Área de Salud de Osa, relató que algunos pobladores no tienen los recursos para desplazarse al Ebáis, además de que hay poca cobertura celular para recibir las llamadas de los recordatorios o, cuando los ancianos viven solos, se les olvida la fecha en que deben regresar por la dosis.
“Otra cosa que se dificulta es que los compañeros llegan y no encuentran a la persona; tienen que ir donde están pianguando, a buscarlos ahí donde están metidos en el fango para captar las segundas dosis, porque, de lo contrario, no van a venir”, añadió.
Arguedas añadió que, en el Ebáis de Coronado, existen asegurados que tienen que desplazarse hasta dos horas a pie para poder llegar por la vacuna.
Incluso, deben echar mano de lanchas para cubrir una zona costera donde dependen de la marea para poder acceder, así como caballos para la zona montañosa y vehículos llamados “mulas” que les prestan los extranjeros para llegar a las partes más complicadas.
Otra de las dificultades que han enfrentado los funcionarios de salud es que, en algunas familias, los adultos mayores se sienten inhibidos, pues sus hijos les dicen que no se apliquen las vacunas.
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Villalobos recordó el caso de una señora que tiene varios hijos y constantemente llama porque alguno de ellos, que está de acuerdo, le dice que se la aplique. Sin embargo, cuando llegan a buscarla con la ambulancia —porque al ser oxígeno-dependiente debe aplicarse la vacuna en el hospital— ya otro ha influido para que cambie de opinión.
‘Siento que estoy de cacería’
La directora de Enfermería aún recuerda el mensaje que uno de los ATAPs le envió acompañado de una foto dentro de un vehículo.
El funcionario le dijo que llevaba horas en frente de la casa de un asegurado esperando a que este llegara para “cazarlo” y aplicarle la vacuna pendiente.
Para su mala suerte, el señor no llegó y tuvo que correr en busca de otro señor para aplicarle la vacuna y que esta no se perdiera.
En otra de las anécdotas que le han compartido, ocurrió una situación similar con un anciano de 91 años que, por fin, luego de mucho trabajo de convencimiento, había aceptado ponerse la vacuna.
Cuando llegaron a su casa, echó para atrás y no hubo forma de hacerlo cambiar de opinión.
“Eso pasó y en medio de un aguacero torrencial, los compañeros andaban a las 8 p. m. levantando a unos señores que ya estaban durmiendo a ver si no se perdían esas dosis”, recordó.
Villalobos sostuvo que también es frecuente que deban quedarse hasta altas horas de la noche llamando a los asegurados para recordarles sus citas, pues durante el día es imposible localizarlos.
A pesar de eso, esa área de Salud logró completar más del 80% del segundo grupo y poder iniciar con el tercero, en el cual han encontrado mayor anuencia a aplicarse las dosis.
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De acuerdo con los datos de la Caja Costarricense de Seguro Social, hasta el martes anterior esta área de salud había aplicado la vacuna a 5.609 personas, de ellas 3.567 ya recibieron la segunda dosis.
“Todos han hecho un esfuerzo increíble, es como de hacer un libro de cada historia los lugares donde tiene que ir”, aseguró la directora de Enfermería.