Si nos atreviéramos más a hablar sobre la muerte, seguramente la intensidad con la que viviríamos sería otra. Con probabilidad, aceptar esa certeza inevitable, irreversible y absoluta, que llegará −no se sabe ni cuándo ni cómo− nos ayudaría a exprimirle el jugo a la vida, hasta su minuto final.
¿Que puede parecer un tema poco glamuroso? Quizá. Por cultura, educación y hasta por religión vemos a la muerte con miedo y hasta con cierto desdén, siendo la sombra que nos acompaña desde nuestro nacimiento.
Gaby Pérez Islas está acostumbrada a invitar a la muerte a sus conversaciones. Se sienta con ella y la mira con naturalidad a los ojos, porque sabe que es una maestra de vida.
Como tanatóloga, ha invertido sus últimos 25 años en acompañar no solo a quienes han perdido a un ser querido o se enfrentan a la inminencia de su propia muerte, sino a aquellos cuyos duelos se circunscriben a una pareja que se fue, a un despido laboral o a la pérdida de la salud.
Esta reconocida tanatóloga mexicana visitó en Costa Rica para participar en la Feria del Libro 2023, invitada por la Librería Internacional. En esta ocasión, Gaby Pérez Islas presentó la nueva edición de su libro Elige no tener miedo. Una hora antes atendió a La Nación, la tarde de este 27 de agosto. El siguiente es un resumen de la entrevista.
− Usted describe a la muerte como inevitable, irreversible y absoluta. ¿Puede la muerte enseñarnos a vivir?
− La muerte es la gran maestra. Te dice: ‘sí, la vida se va a acabar. ¿Qué vas a hacer con el tiempo dado? ¿Voltear el reloj de arena y solo estar viendo los granitos a ver cuándo se termina? ¿O aprovechar el tiempo para que cada aliento que tengas sea disfrutable, para que quieras salir a ver la vida?’
“Yo a la muerte la tengo en un buen concepto. Por eso soy tanatóloga y tengo 25 años de experiencia profesional. Creo que la muerte es la graduación de la vida, algo que merecemos después de haber cursado todas las materias que hay aquí. Pero cuando llegue la muerte yo quiero que me encuentre viva. Ojalá con un boleto para venir de vacaciones a Costa Rica, pero con el ánimo, y con ganas hasta el final, dentro lo más que se pueda”.
− ¿Es importante incorporar este tema en todos los ámbitos de la vida?
− Sí, y de la familia. Me gustaría que este libro Elige no tener miedo fuera un libro de texto para los jóvenes. Habla del miedo a la muerte, al abandono, pero también de la muerte de un hijo y del suicidio. Los jóvenes tienen que leer lo que realmente pasa en la psique de la familia cuando alguien se quita la vida. Tenemos que hablar de estos temas, porque hablar de esto no es poner ideas en la cabeza; es dejar salir la presión y darles información real. Quitarle la parte romántica al suicidio, que no es un Romeo y Julieta, y ver las cosas como son: que no es una solución, que no arregla nada y deja tras de sí una estela de mucho dolor.
− No hablar de la muerte y volver la vista al otro lado, ese ‘no es conmigo’, ¿a qué nos lleva?
− A la negación. Y si estamos en negación, no actuamos. Y luego vamos a catapultarnos a la victimización. Ni me hice responsable cuando tenía que serlo aquí, ni lo soy en el proceso cuando ya pasó la pérdida. La tanatología es la teoría de la responsabilidad: no eres víctima, no escogiste lo que te pasó, pero sí eliges con qué actitud lo enfrentas.
Naturalizar la muerte
− En Costa Rica, no es frecuente encontrar tanatólogos o hablar de tanatología.
− Ojalá que a partir de hoy pueda saberse más. Es una disciplina de acompañamiento. Es una terapia corta, como un empujoncito para regresar a las vías de tu vida. Es una intervención en crisis. A lo mejor la pérdida sucedió hace muchos años, pero tú no te has recuperado y no has vuelto a ser feliz ni a disfrutar la vida, o tienes culpa del sobreviviente. Y para todo esto nos ayuda esta maravillosa disciplina de la doctora Elisabeth Kübler Ross.
− Los duelos no necesariamente son por una muerte física. Vivimos muchos duelos a lo largo de la vida. Háblenos de esos duelos.
− Hay pérdidas de la salud, que son dolorosísimas. Pérdidas por el paso del tiempo, la pérdida de un trabajo es una sensación de desamparo sobre cómo voy a cuidar de los míos... Todas estas pérdidas se van acumulando y llega un momento cuando, como en un roperito con muchos cajones mal cerrados, que te vas de boca. Tienes que ir cerrando cada uno de estos cajones para mantenerte en tu centro, porque pierdes el equilibrio.
“Con mis pacientes no hablo de superar sino de aceptar. Superar es dejar atrás y aceptar es asimilar y seguir adelante. Recoger los pedacitos de tu vida, y recordar algo: cuando el corazón se rompe, no se hace pedazos. Se abre y le cabe más amor. Cuando andamos todos ahí con el corazón roto, abierto, pues dejemos entrar personas, entrar libros... La vulnerabilidad no es debilidad, es la oportunidad de conectarnos con otro, que también sufre”.
− Aceptar, ¿también es reconocer la vulnerabilidad para decir que necesito ayuda?
− Esa es la verdadera autoestima. Saber que yo lo puedo todo pero no lo puedo sola. Cuando te duele una muela, vas al dentista... pero, ¿por qué cuando nos duele el alma decimos ‘yo puedo’, ‘no, yo estoy bien’, ‘yo no necesito’. Nos secamos las lágrimas y andamos llorando por los rincones cuando podríamos compartir el llanto y la pena, que compartidos se aligeran.
− ¿Cómo acompañar en el duelo?
− Me gusta la palabra acompañar porque ante el dolor la mayoría de las personas dan un paso atrás. Estar con alguien en duelo no es dar instrucciones. Todo lo que huela a una orden, ¡no lo digas! ‘No llores, no digas eso, ya no pienses eso’. No lo digas. ¿Por qué lo inhibes? Aprende a estar con el dolor de alguien y déjalo llorar. No le digan a alguien ‘ya no llores’, por favor. Nunca he visto un acta de defunción que diga ‘causa de la muerte: llanto’. Nadie muere por eso, pero cuando te lo tragas eso sí , a la larga te hace daño y somatizas de muchas maneras lo que la vida naturalmente te da un cauce.
− ¿No sabemos acompañar en el duelo, quizá, por miedo?
− Miedo a que nos rechacen, a que nos vean vulnerables, a que nos lastimen, miedo a no voy a poder con esto. Te digo una verdad que es maravillosa: uno sobrevive la muerte de un ser querido. De momento, no sabes cómo. De momento crees que no, pero la vida se va abriendo camino y te vuelve a seducir para que te quedes en ella.
−Recuérdenos los cuatro consejos para tomar en cuenta de cara a prepararnos para nuestra propia muerte.
− El primero es pedir perdón. Yo creo que tenemos que hacer las pases con la vida y con los demás y ofrecer una disculpa a todo aquella persona que hayamos podido lastimar. Segundo, perdonar. No te lleves en tu maleta resentimientos y rencores porque pesan demasiado. Perdona y suelta. Tercero: agradece. El agradecimiento nos cambia la frecuencia vibratoria aunque estemos enfermos. Hay que decir gracias por todo: por la oportunidad de haber vivido.
“Y, finalmente, el cuarto punto es decir lo que sentimos. ¡Cómo le tenemos miedo al lenguaje de las emociones! Creemos que si empiezo a hablar de esto voy a llorar. ¿Y? Más vale un llanto compartido ahora que estamos juntos, a que luego llores mi ausencia cuando ya no esté. Es ahora, elige no tener miedo, para vivir tu vida hasta el último minuto de ella”.
− En sus 25 años como tanatóloga, ¿le ha costado introducir estos temas?
− Mucho, mucho. Tienes que lidiar con la superstición. A veces empiezo a hablar y cruzan los dedos o tocan madera. Yo les digo: ‘respiren, no pasa nada’. Si por hablar de muerte uno muriera, yo me hubiera muerto hace muchos años porque este es mi tema de todos los días. Cuesta que los médicos también entiendan lo que es un acompañamiento compasivo. Tienen demasiado trabajo, están muy ocupados. Y sobre todo en las salas de urgencia se empieza a perder la parte humana.
“Cuesta humanizar, y cuesta entender algo que aunque quisiéramos que no, es irremediable y va a pasar, y es lo único seguro que tenemos. Y no es para que estés triste, sino para que estés vivo. Ya lo dijo William Shakespeare: ‘¿Qué hay que hacer antes de morir? ¡Vivir!’”
− Hablar de la muerte, ¿facilita la vida?
− Yo tengo a la muerte en un buen concepto y hablo de ella con mucha naturalidad. Hablo porque la muerte es natural. No me gusta que hemos normalizado las cosas terribles que pasan en el mundo y vemos en los noticieros. Eso es normalizar la violencia y el crimen. Eso no está bien.
“Lo que debemos naturalizar es el tema de que hay un ciclo. No es ‘pero, ¿por qué murió él si era tan joven?’ Porque los jóvenes también mueren. ‘Pero, ¿por qué murió ella si era tan buena?’ Los buenos también mueren. No es una cuestión de edad. Tienen un destino, es cuando te toca, es tu momento. Cuídate, ten prevención pero no tengas miedo, porque el miedo es como manejar tu carro de vida con el freno de mano puesto: le vas a acabar tronando la caja de velocidades. Vive y disfruta hasta el final”.
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