“Estoy muy agradecido con Dios porque pude estar ahí. Pude hablarle a través de un vidrio, y sé que ella me escuchaba. Pude cantarle los salmos que le encantaban. Dios es tan grande que me permitió cerrar la Pascua con esta vigilia y verla morir”.
María de los Ángeles Rodríguez Mejías falleció el viernes 15 de mayo, a la 1:20 p. m., en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), del Hospital México, en donde estaba desde el 25 de abril infectada con covid-19.
Fue la primera mujer en fallecer por esta causa, y la novena en una lista que a hasta este domingo suma 30 decesos.
Tenía 58 años, y enfrentaba una doble lucha, pues apenas en febrero le habían diagnosticado un tipo de cáncer llamado linfoma.
Ese viernes 15 de mayo, su esposo, Rosmi Quirós, había llegado cinco horas antes a la UCI para estar a su lado. Los médicos lo llamaron desde la noche anterior para que pasara las que serían las últimas horas con quien había sido su esposa durante 22 años.
“Cuando me llamaron para decirme que ya estaba muy malita, fui inmediatamente. Me impresioné porque me habían alistado un saloncito a la par del cubículo donde ella estaba. Yo deseaba estar a su lado, pero nos separaba un vidrio. Me dijeron que me podía quedar ahí todo el tiempo que quisiera.
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“Estaba llena de máquinas. Tenía la de hemodiálisis y la máquina para vigilar sus signos vitales. Una enfermera me explicó cada cosa. Ahí pude ver cómo su respiración iba bajando, cómo las pulsaciones se debilitaban. A la 1:20 la máquina sonó. Ya ellos no podían hacer nada. Había muerto”, describe Quirós con serenidad.
“Esa es la parte fea de covid: no poder abrazar a tu ser querido en el último momento, darle besitos, decirle ‘te quiero’ mil veces más. Esta es la parte cruel de esta enfermedad, pero gracias a Dios pude estar con ella”, agregó este fiel creyente católico.
Nadie más de su familia la vio. El protocolo para las víctimas mortales de covid-19 incluye meter el cuerpo en varias bolsas especiales para cadáveres, sellar el ataúd y sepultar a la persona inmediatamente, sin vela, misa o entierro como los de antes.
Quirós conoció lo que es perder a un ser muy querido varias décadas atrás, cuando su mamá falleció de cáncer.
“Ahí entendí que la muerte es un paso nada más. Por eso, no me iba a enojar con mi Señor. Todos los días le doy gracias a Dios por los 22 años que estuve casado con Mary, por los hijos que nos dio. Dios me concedió una gran esposa, a quien pude amar. Los últimos seis meses de mi vida fueron los de la máxima expresión del amor”.
Casi tres décadas de historia juntos
Mary, como le llaman los más cercanos, era la mayor en una familia de ocho hermanos: seis mujeres y dos hombres. Nació en Tacacorí, a diez kilómetros de Carrillos, en Alajuela, donde vivía quien años después se convertiría en su marido y en el papá de sus dos hijos, Rosmi Quirós.
La pareja compartió primero en la fábrica donde trabajaban, pero después hubo muchos más espacios de encuentro, como la Iglesia.
“Ella trabajaba en el área de maquila y yo en bodega. En ese entonces, había 463 mujeres y 20 hombres en la fábrica, pero ella era la que el Señor tenía reservada para mí.
“¡Tenía un pelazo! ¡Era una chica hermosa! Aunque al principio me caía mal, poco a poco su forma de ser reservada, trabajadora y muy responsable me fue enamorando”, recuerda Quirós.
Devotos católicos, Rosmi y Mary fueron novios durante cinco años antes de casarse el 31 de octubre de 1998. Desde entonces, como pareja, formaron parte del catecumenado en Alajuela, y participaban muy activamente en las actividades eclesiásticas del pueblo donde viven, Tambor.
“Mary y yo, tratamos siempre de buscar la voluntad del Señor en todo: en el noviazgo, en nuestro matrimonio. Con nuestros hijos”, explica Quirós. Y esta es la razón más importante con la que él explica la paz con la que vive, a pesar de la ausencia de su esposa.
Lo atribuye a una mano que siempre lo ha sostenido, a él y a su familia. Sobre todo, en los momentos más difíciles de los últimos meses, como cuando a su esposa le detectaron un cáncer, en febrero, y como aquel viernes 15 de mayo, cuando se tuvo que despedir para siempre de ella a través del vidrio de un cubículo, en la Unidad de Cuidados Intensivos.
“Esta ha sido una Pascua bastante larga, pero estamos contentos. ¡Viera la cadena de oración por ella, aquí y en otros países! La iglesia se llenó de flores para su novenario. ¡Si le contara todas las maravillas que vivimos en esta enfermedad de Mary, duraríamos horas!”, comentó Quirós.
Recuerdos imborrables
A Mary no le gustaba mucho cocinar, pero lo hacía exquisito. Era famosa, especialmente, por su pan de piña, el bizcocho, la olla de carne y las tortillas aliñadas. Pero, especialmente por su pan de piña.
“Todos la conocían por el pan de piña. Cada vez que había eventos en la Catedral (de Alajuela) ella lo llevaba, y era lo primero que se acababa. Más de uno intentó copiarle la receta, pero nadie le llegó.
“Antes de casarnos, ella llevó un curso de cocina, ahí aprendió muchas cosas. ¡Vea qué cosas de la vida! No le gustaba cocinar, pero era una cocinera impresionante”, recordó su marido.
Dedicada a la crianza de sus dos hijos, Emanuel y María Fernanda, Mary Rodríguez también destacó por su don para decorar porque tenía mucha habilidad con las manualidades.
Lo hacía con frecuencia en los templos de la comunidad, y en su casa, junto a Quirós, se lucían todas las navidades con uno de los portales más famosos en kilómetros a la redonda.
“Nuestro portal mide de cinco metros de largo y cuatro de ancho. Toda la decoración en papel la hacía ella y yo me encargaba del esqueleto del portal. Hace tres años, para el rezo del Niño, llegaron 98 personas. En el 2018, 118 y para el año pasado más de un centenar. Por supuesto, también venían detrás del pan de piña de Mari”, recuerda Quirós.
Vueltas de la vida
La enfermedad le llegó a doña Mary de repente, pues siempre había sido una mujer muy saludable. Nunca padeció de nada.
Por eso, su esposo se preocupó cuando en una conversación telefónica durante un viaje que él hizo a China en enero, por trabajo, ella le comentó que tenía la barriga muy hinchada y sentía mucha pesadez.
Al regresar de China, adonde viajaba frecuentemente por trabajar en ventas en un gran almacén, Quirós se dio a la tarea de buscar las citas médicas y los exámenes que, en febrero, les ayudaron a descubrir un linfoma en el intestino delgado.
“Tenía seis pelotas, de 6 cm a 12 cm, que se prolongaban hasta el hígado. Recibió tres ciclos de quimioterapia, de la más pesada”, comentó Quirós.
Precisamente, recién había acabado de recibir el tercer ciclo, cuando empezó con los síntomas de covid-19, principalmente una fiebre altísima, que llegó a casi 42 grados la noche previa a su internamiento.
Quirós sospecha que su esposa pudo haberse contagiado en el hospital, donde permaneció internada para la quimioterapia del 13 al 20 de abril.
No pudo ser que él la contagiara de su viaje a China porque lo realizó en los primeros días de enero y para el momento de la manifestación de los síntomas ya habían pasado tres meses.
Desde el primer momento, cuando su esposa ingresó casi sin signos vitales al servicio de Emergencias, la atención del hospital fue esmerada y humana, recuerda.
Un video que se hizo viral en redes registra el momento en que el equipo de salud de la UCI le cantó cumpleaños, el 27 de abril. Dos días antes, Rodríguez había subido a esa unidad, ubicada en el sétimo piso del Hospital México.
Hubo un momento en todo este proceso, donde el personal les inyectó ánimo. “Un doctor nos dijo que estaba contento porque otro paciente como ella, con covid y cáncer, se había recuperado. Que no perdiéramos la esperanza”, recuerda.
Aquellos han sido de los días más duros para esta familia, porque todos tuvieron que guardar cuarentena al haber tenido contacto estrecho con Mary. Ninguno presentó síntomas de la enfermedad, ni antes ni ahora.Ella fue la única que se enfermó.
Sesenta audios le enviaron con mensajes de cariño y ánimo durante los días que estuvo ahí. No pudo escuchar ninguno porque su estado comenzó a complicarse. El sábado 26 de abril fue la última videollamada en la que ella pudo comunicarse.
“‘Amor, hay que estar tranquilos. Hay que seguir adelante. Confiemos, el Señor sabe por qué pasan las cosas. Sigamos rezando'. Eso fue lo último que me dijo antes de que la sedaran. Son las palabras que me han quedado y las que me dan ánimo y paz para continuar”, dijo Quirós.
El domingo 3 de mayo fue el último día que la vieron un poco despierta. También fue el último día en que ella pudo verlos.
Ausencia en paz
Rosmi Quirós nunca se cansó de enviarle mensajes todos los días, aunque supiera que Mary no los iba a escuchar nunca.
La psicóloga del hospital, recuerda, se ofreció a ponerle a Mary un último mensaje, la noche previa a su fallecimiento. Fue cuando Quirós y su hijo mayor le enviaron dos audios de varios minutos.
“El jueves 14 (de mayo) me informaron de que el linfoma estaba sangrando. Ni la hemodiálisis funcionaba. En la noche, me llamó otra doctora muy preocupada porque mi esposa seguía sangrando. Me dio lástima porque estaba muy preocupada.
“Yo le dije: ‘Dios está en control: haga su mejor esfuerzo. Dejen todo en las manos de Dios’. El viernes me llamaron en la pura mañana porque ya estaba muy mal.
“Sí, murió y es muy lógico que me duela. Pero el Señor en nuestras vidas cambió el agua por vino, como en las bodas de Caná. Ahora sí experimenté qué es el verdadero amor y por eso le doy gracias a Dios porque pude amar verdaderamente a mi esposa y ella se sintió amada”.