En los últimos dos años, siete de cada diez adolescentes han llegado con cortadas o autolesiones en su cuerpo −cutting– a la consulta de Psicología del Adolescente, en el Hospital Nacional de Niños. Los especialistas en adolescencia le llaman a este tipo de comportamiento “lesiones autoinfligidas” y las incluyen en el grupo donde están las ideas suicidas y los intentos de quitarse la vida.
Esta es una de la larga lista de secuelas en la salud mental de los menores de edad por el impacto emocional de la pandemia por la covid-19.
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“La cifra me impresionó. Es muy alta”, dijo Olga Arguedas Arguedas, directora médica del Hospital Nacional de Niños, durante el V Foro de Salud organizado por La Nación, este 25 de agosto, y que fue dedicado a la discusión del impacto de la pandemia por la covid-19 en la salud mental de los costarricenses.
Este foro fue patrocinado por la farmacéutica Roche, la Federación Centroamericana de Laboratorios Farmacéuticos (Fedefarma) y Emergencias Médicas.
Además de Arguedas, participaron la investigadora de la Universidad Estatal a Distancia (UNED), Eva Carazo Vargas; la directora del Hospital Nacional de Geriatría, Milena Bolaños; y el presidente ejecutivo del Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (Conapam), Norbel Román Garita.
También, asistieron la psicóloga de la Universidad Nacional (UNA), Gabriela Vindas; y el gerente de Roche para el Caribe, Centroamérica y Venezuela, Álvaro Soto. El foro se pueden ver en el siguiente enlace: https://youtu.be/urt57uD47Ok
En el V Foro de Salud, se reveló que alrededor de 1,3 millones de costarricenses mayores de 15 años viven con cuadros graves de ansiedad, depresión y estrés como resultado de casi tres años de convivir con los efectos causados por la pandemia de la covid-19, como el miedo a morir y enfermar, la inestabilidad laboral y la pérdida de espacios de socialización y esparcimiento.
En ese contexto, los datos aportados por Olga Arguedas Arguedas también encienden alarmas. La médica explicó que, en el mundo, se dobló la cifra de hospitalizaciones en menores de edad por múltiples causas relacionadas con su salud mental; internamientos que, además, son más prolongados que los que había antes de la pandemia.
Según la médica, los reportes internacionales muestran que se doblaron las hospitalizaciones por depresión, intentos de suicidio, trastornos obsesivo-compulsivos y del apetito. “Ese es el universo mundial de las principales patologías graves de los menores de edad.
“Unicef (Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, por sus siglas en inglés) hizo un informe sobre el impacto de la pandemia en Costa Rica. Encontró que un 9% de personas entre 15 y 17 años han tenido ideas de cómo quitarse la vida; un 5% las ha concretado.
“La salud mental del niño es un espejo de la salud mental de su familia, del cuidado y la acuciosidad de la familia para garantizar la protección de los más pequeños. Una familia mentalmente saludable y equilibrada es muy cuidadosa. La pandemia ocasionó un impacto importantísimo en la salud mental de la familia como un todo”, dijo la directora hospitalaria.
Lista de secuelas
Arguedas, quien también es especialista en Inmunología, enlistó varias de las principales secuelas que han detectado en la salud mental de los pacientes que acuden a diferentes consultas en el Hospital Nacional de Niños.
Este es un centro de tercer nivel de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), lo cual quiere decir que, en teoría, ahí deben llegar los casos más complejos que no pudieron ser resueltos en otros niveles de atención, como un Ebáis o un hospital regional.
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Los datos de la Clínica del Adolescente, facilitados por su directora, Daniela Carvajal, detectó cuatro situaciones preocupantes al analizar datos del 2020 y 2021:
- Primero: intentos de autoeliminación, fundamentalmente, mediante ingesta de medicamentos. Es una de las mayores causas de consulta de adolescentes.
- Segundo: cutting, o autolesiones. Con siete de cada diez pacientes con este tipo de lesiones.
- Tercero: incremento en atenciones por trastornos del apetito.
“En el 2020, tuvimos 101 casos de trastornos del apetito moderados o graves, que implican hospitalización porque pueden morir. En el 2021, fueron 159 casos, un promedio de 13 por mes”, precisó Arguedas.
- Cuarto: aumento de las atenciones por síndrome metabólico.
“Durante la pandemia, los niños y adolescentes permanecieron en sus casas, sedentarios, encerrados e ingiriendo gran cantidad de carbohidratos. Una proporción importante de niños aumentó de peso y cayó en esta condición, que se llama síndrome metabólico, que los predispone a padecer en la vida adulta enfermedades cardiovasculares o diabetes mellitus tipos dos.
“¿Qué estamos viendo ahora? A todos estos niños, que nos están llegando con sobrepeso u obesidad, hipertensos, con trastornos de triglicéridos, de los lípidos y de la glicemia, y con algunos signos físicos típicos de síndrome metabólico los cuales tenemos que abordar porque esto es una emergencia para los adultos de un futuro cercano”, advirtió la médica.
Detrás de las intoxicaciones
Una quinta secuela es el aumento de intoxicaciones.
Según reporta el Centro Nacional de Intoxicaciones, que tiene como sede el Hospital de Niños, en el 2021 hubo un incremento del 31% en el número de intoxicaciones reportadas en comparación con el 2019.
Según Arguedas, se intoxicó una persona cada 37 minutos. Este centro recibe consultas y reportes de todo el país, de personas de todas las edades, no solo menores de edad.
En el primer año de la pandemia, 2.284 de estas intoxicaciones fueron tentativas de suicidio. La cifra subió a 2.721 un año después. El reporte de intoxicaciones por adicción también registró un incremento (de 1.455 a 1.847, entre el 2020 y el 2021).
“La parte que a mí me ocupa son las intoxicaciones en niños, niñas y adolescentes: la cifra prepandémica del 2019 es de 337 intoxicaciones. En lo que vamos del 2022 acumulamos 527. En el 2021, fueron 700, este año dobló el número de intoxicaciones comparativamente con el 2019, año prepandémico.
“¿Por qué se intoxican los niños? Por medicamentos disponibles en la casa, en la mesa de noche de sus papás o los abuelitos: acetaminofén, fluoxetina, clonazepam, difenhidramina, que se usa para dormir. El impacto en salud mental de los adultos, que causó muchísimos trastornos del sueño, hizo que en los hogares hubiera más disponibilidad de medicamentos y esta situación se disparó”, explicó la médica.
Anteriormente, el Centro Nacional de Intoxicaciones advirtió de comportamientos de este tipo en menores muy pequeños, incluso de seis años, dato que corroboró Arguedas durante el foro. Citó 32 intentos de autoeliminación en niños menores de nueve años, y tres en niños de seis años.
“Esto es una luz roja, un llamado de atención sobre una serie de intervenciones que hay que hacer en varios niveles, pero para empezar se debe hacer a nivel del hogar. Es un dato muy impresionante, porque un niño de seis años se imaginaría uno que debería tener gozo, curiosidad y esperanza”, dijo Arguedas.
Otras secuelas de covid-19
Arguedas también citó otras consecuencias en la salud mental de la convivencia con la pandemia para los menores de edad.
Comentó que, desde el servicio de Psiquiatría, notaron más trastornos de ansiedad por regresar a la escuela, pues la reclusión a la que obligó la pandemia durante los primeros meses hizo que los niños en casa perdieran destrezas y habilidades para interactuar con sus pares.
“Vemos crisis de pánico por fobia escolar, un temor enorme al escrutinio social al que son sometidos por sus compañeros, muchísimo matonismo y cibyerbullying. Muchas secuelas del periodo pandémico donde lamentablemente no hubo muchas veces una supervisión parental adecuada en el uso del Internet y de redes, y los niños estuvieron expuestos a contenidos inapropiados y violentos que siempre pasan la factura en la formación de la estructura (cerebral) del niño”, explicó la pediatra.
Al mismo tiempo, registran lo que llaman ‘un rebote’ de los trastornos del aprendizaje escolar y del déficit atencional. ¿Qué pasó?
Según Arguedas, los niños que durante la pandemia empezaron primero y segundo grado no tuvieron la oportunidad de que se les diagnosticara algún trastorno del aprendizaje. Esto solo es posible en el aula, de manera presencial, lo cual fue imposible durante un año.
Por su parte, en la consulta de Psiquiatría, han tenido que atender a niños afectados por procesos de duelo debido a que perdieron seres queridos por la pandemia.
“Resulta muy emotivo y desgarrador. Muchos de nuestros niños, niñas y adolescentes perdieron a personas significativas en su vida por la pandemia, y a las que amaban mucho: perdieron a sus papás, a sus abuelitos, que en Costa Rica siguen siendo personas muy importantes en la familia.
“Otros no los perdieron pero sus papás y abuelitos regresaron de estancias hospitalarias prolongadas con secuelas muy importantes: motoras, cognitivas, con traqueostomía, y estos niños están viviendo hoy, en el 2022, con ellos en su casa, y esto tiene un impacto importantísimo en salud mental”, advirtió la médica.
Para acabar de cargar esa lista de secuelas, Arguedas mencionó que los cambios en la dinámica del hogar, debido al confinamiento y al teletrabajo, hizo que los menores perdieran la estructura de los tiempos de alimentación, la de los tiempos de sueño y los límites de exposición a las pantallas.
“Conversando con la jefa de Psiquiatría del hospital, me dijo que ahora nos toca rehabilitarlos para que vuelvan al mundo real y dejar la pantalla con un uso restringido”, citó Arguedas.
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Actualmente, dijo hay una iniciativa con grupos interdisciplinarios dedicados a salud mental que entrarán a funcionar en todos los sitios donde hay un Ebáis.
“Esto permite la detección temprana de los casos, con el abordaje para evitar que estos crezcan en complejidad y eventualmente, permitan la detección y el envío a niveles superiores de los casos más graves. Es innegable que nos falta camino por recorrer pero al menos ya existe una estructura.
“Ahora toca actuar. Partiendo de esta información que ya tenemos y nos muestra este vacío en la formación social de niños, niñas y adolescentes, en la educación, nos toca ahora generación de adultos trabajar para compensar esta pausa en la evolución de los niños, acaecida por la pandemia.