Los hospitales de la Caja están alojando una nueva cepa de la bacteria Clostridium difficile , muy resistente a los antibióticos y, en consecuencia, más difícil de atacar con el arsenal terapéutico actual.
Esta bacteria causa diarreas muy severas, sobre todo a personas cuya microbiota (flora) intestinal ha sido debilitada por el uso y abuso de esos fármacos.
El impacto sobre los enfermos de esa nueva cepa de Clostridium difficile aún está en proceso de estudio, en el Laboratorio de Investigación en Bacteriología Anaerobia (LIBA), de la Universidad de Costa Rica (UCR), que es el único en el país que hace este tipo de análisis.
Los investigadores la identifican como NAP9 / RT017 (A-B+). Entre el 2015 y lo que va del 2016, su presencia en los aislamientos efectuados en dicho laboratorio subió de un 40% a un 60%, informó Carlos Quesada Gómez, investigador principal de los proyectos sobre Clostridium difficile en el LIBA.
Esta bacteria ha protagonizado varios brotes de dicho mal en el país, desde el 2009.
Uno de los más graves ocurrió en el Hospital San Juan de Dios; ahí murieron, al menos, 17 personas en el mencionado 2009.
También encendió alertas en los hospitales Monseñor Sanabria, en Puntarenas; Max Peralta, en Cartago, y Geriátrico, en San José.
Quesada advirtió que el país puede estar ante variantes más severas en su ataque y más resistentes a los antibióticos.
Esto tendría consecuencias para los pacientes (que se enfrentarían a cuadros más severos) y también impacto para los centros de salud, que aumentarían los costos de hospitalización y tratamiento por esta causa.
De acuerdo con datos de Vigilancia Epidemiológica de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), cada año se tratan a unos 5.000 enfermos afectados con infecciones atribuidas a la atención en salud (IAAS), o infecciones nosocomiales. Las causadas por Clostridium ocuparon, en el 2013, el puesto número 17 en incidencia entre un grupo de 20 patógenos.
Exploración. En los tres últimos años de análisis, el LIBA encontró cepas que antes no aparecían. Son variantes de la bacteria que traen diferencias en las toxinas, el principal factor que desencadena las diarreas.
“Se trata de toxinas que a nivel celular tienen mecanismos de acción diferentes. Cómo se traduce esto en la enfermedad es lo que estamos tratando de investigar.
”También hemos encontrado cepas que secretan toxinas variantes que los kits diagnósticos (paquetes con reactivos) no logran detectar. Esto es muy importante porque estaríamos ante cepas que no logran ser detectadas por las pruebas de laboratorio convencionales, solo por medio de (análisis de) biología molecular y cultivos de este patógeno. A nivel de diagnóstico hospitalario, esto es clave porque podrían estar pasándose por alto ciertos cuadros”, dijo Quesada.
De acuerdo con datos de ese laboratorio, Clostridium difficile ha venido desplazando a otros patógenos causantes de infecciones hospitalarias en países desarrollados.
La evolución de esta bacteria, hizo que pasara de ser una perfecta desconocida antes de 1970, cuando ni siquiera se identificaban casos, a desarrollar cepas hipervirulentas (con gran potencial de ataque) después del 2000.
“Clostridium difficile ha venido codeándose con otras bacterias, al punto de que en otros países del mundo puede convertirse en el factor patógeno número uno. La situación de Costa Rica no es diferente. Irónicamente, habla muy bien del sistema de salud, porque en los países que tienen muy buen servicio de salud Clostridium se convierte en un problema. Esta bacteria no es un problema de países subdesarrollado. Este es un reflejo de que nuestro sistema de salud es de país desarrollado”, dijo Quesada.
En los últimos años, se ha mantenido constante la presencia de otros tipos, como la cepa hipervirulenta (muy agresiva) NAP1 /RT027 y la autóctona NAPCR1/RT012.
Del 2009 a la fecha, el LIBA ha identificado alrededor de 60 a 80 cepas en los hospitales San Juan de Dios, México y Geriátrico, de un total de 600 aislamientos efectuados en los últimos 7 años.Toda esta investigación, cuyo costo asciende a $200.000, ha sido donada a la seguridad social, con fondos de la UCR y el Consejo Nacional de Rectores (Conare).
Desde el inicio de estos estudios, en el 2009, el laboratorio ha analizado muestras de los hospitales Calderón Guardia, México, San Juan de Dios, Max Peralta y Monseñor Sanabria. También del hospital Enrique Baltodano, San Carlos y el Centro Nacional de Rehabilitación (Cenare).
Tales variaciones se han podido detectar porque el laboratorio amplió el escenario de investigación a más hospitales (ha trabajado con diez en seis años).
En tanto, la detección también se debe al manejo de los antibióticos, al tipo de pacientes (gran parte son adultos mayores) y a las medidas que se tomen para controlar la bacteria.
Quesada advirtió que estos estudios tienen un subregistro importante porque el laboratorio solamente trabaja con las muestras que envían los hospitales cuando detectan cambios en el comportamiento de las infecciones por Clostridium difficile .
Lo ideal es mantener una vigilancia constante como la que sostienen con el Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología.
Con ellos, recogieron muestras en los últimos 18 meses que les permiten hacer, no solo un análisis microbiológico, sino apoyar los datos con información clínica de los pacientes.