En el relato que hace María Daniela Leitón Villavicencio sobre su internamiento de 11 días en el Hospital Nacional Psiquiátrico abunda una palabra: miedo. También menciona con frecuencia ‘prisión’ y ‘maltrato’.
La joven cartaginesa, de 20 años, corroboró en una entrevista con La Nación los hechos que denunció en su cuenta de Twitter, el 28 de junio. Su intención, dijo, es que “nadie pase por lo mismo”.
Me tomé un ratito para escribir mi experiencia en el Hospital Nacional Psiquiátrico, al cual ingresé por una depresión... me es difícil compartir esto pero lo único que quiero es que nadie pase por lo mismo pic.twitter.com/m4idYJvVLP
— María Daniela (@danielaleiton02) June 28, 2021
Leitón, quien estudia Terapia Física, tiene una larga cadena de eventos depresivos, contó después. La noche del 11 de junio, en una de esas crisis, acudió por ayuda al servicio de Emergencias del Hospital Max Peralta, en Cartago.
Al día siguiente, fue referida en ambulancia al Nacional Psiquiátrico, en Pavas.
Fue cuando comenzó la historia de la primera y, espera que sea la única vez, que estuvo internada en ese hospital. Según dijo, la experiencia vivida entre el 12 y el 22 de junio fue una pesadilla.
Leitón aseguró haber sido testigo de que el personal de Enfermería amenaza con amarrar a las pacientes por no comer, bañarse o, simplemente por llorar.
Las internas, en su mayoría, eran como ella: veinteañeras con historia de depresión, ansiedad o bipolaridad, entre otros problemas de salud mental.
La muchacha reclamó que fue atendida por una psiquiatra que no la miró siquiera. “Nunca me miró a los ojos, ¡nunca!”, afirmó.
Además, se quejó porque en el hospital le limitaron la posibilidad de comunicarse con sus seres queridos por teléfono, la única vía disponible en tiempos de pandemia.
Más de 24 horas después de su primer posteo en la red social, decenas de personas mantenían un extenso ‘hilo’, como le conocen a la cadena de mensajes en Twitter.
Ese hilo lo componen otras historias sobre hechos similares a los que vivió Leitón en su internamiento, pero con otros protagonistas.
La Nación conoce, al menos, seis casos parecidos que, tras el tuit de Leitón, manifestaron su interés en dar a conocer su vivencia.
Uno de ellos fue el de la mamá de una adolescente quien, hace casi dos años, estuvo internada en ese hospital. La joven salió del Psiquiátrico más descompensada de lo que entró, aseguró su progenitora.
Las autoridades del hospital, encabezadas por su nuevo director, Cristian Elizondo Salazar, solicitaron a Leitón y a cualquier otra persona que asegure haber sido víctima de algún maltrato, que presente formalmente la denuncia.
El médico advirtió de no que se pueden guiar siempre por lo que digan las redes sociales, y requieren la formalización de la queja, la cual prometió revisar y, en caso necesario, realizar las correcciones necesarias.
‘Esto no es normal’
María Daniela Leitón se describió como una muchacha independiente, vive en su propio apartamento con sus dos gatos, Agatha y Almendro. Hasta hace poco, trabajaba en un call center.
“Tenía miedo de publicarlo”, reconoció al inicio de la entrevista.
“No puedo creer que tantas personas no hayan tenido una voz en esto. ¡Cómo es posible que todo lo que ahí sucede se vea como normal!”, dice.
La mala atención a su crisis emocional comenzó en Emergencias del Max Peralta, en donde, asegura, no le dieron contención al episodio que sufría. Solo recibió una inyección de gravol, que la puso a dormir la única noche que pasó ahí.
Del hospital cartaginés fue referida a Pavas, en San José, donde una mujer, que ni la saludó ni se presentó, le lanzó a quemarropa esta pregunta: “¿Usted se quiere matar?”.
“Supongo que era una doctora, porque la psiquiatra que me atendió en Emergencias me dijo que era la jefa”, dijo.
Fue ubicada en el pabellón 1A de mujeres. De todo el personal que vio pasar por ahí en los diferentes cambios de turno durante sus 11 días de internamiento, solo guarda buenos recuerdos de una enfermera, a quien identificó como Denisse, y de la psicóloga que la atendió una vez.
“Estaba muy asustada”, admitió. Durante el primer fin de semana ahí, le quitaron el tratamiento que usualmente toma para controlar su depresión. Le dieron otro, el lunes 14 de junio.
Las dos primeras noches, como no lograba conciliar el sueño, le inyectaron gravol, una práctica común, cuenta, para poner a dormir a quienes no lograban conciliar el sueño a las 11 p. m., después del cambio de turno de las 10. Sus compañeras de salón le aconsejaron que se hiciera la dormida, para que no le punzaran tanto las nalgas, contó.
La ansiedad le desencadenó un cuadro de diarrea durante al menos una semana, que la deshidrató. Asegura que la atención que recibió para esto fue tardía.
Estando ahí también se enteró de que los fines de semana solo queda un psiquiatra disponible para la atención en todo el hospital. Es del servicio de Emergencias, dijo, y debe lidiar con cualquier imprevisto que surja en esos días.
“Estoy atrapada”, pensó, sobre todo cuando la psiquiatra que la atendió –la misma que, dice, nunca la miró a los ojos mientras le hablaba–, le negó la salida que solicitó al ver que los días pasaban sin tratamiento para su crisis.
“Estaba en un lugar en el que no quería estar, viendo cosas que yo no quería ver. Me sentía castigada por tener una enfermedad mental”, expresó Leitón.
La mujer afirmó, además, que fue testigo de cómo los enfermeros daban ‘las PAM’ (clonazepam, lorazepam, diazepam), a diestra y siniestra, desde buena mañana, para poner a dormir a los pacientes.
Dos escenas quedarán grabadas en su mente para siempre, narró. La primera, cuando a una de sus compañeras de salón la amarraron y le pusieron una camisa de fuerza, “como si estuviéramos en la época medieval”.
La segunda escena la protagonizó, dijo, otra paciente que además padecía epilepsia. Leitón fue testigo cuando el médico le dijo al personal de la estación de Enfermería que la paciente debía movilizarse en silla de ruedas para prevenir caídas, luego de sufrir un ataque.
Sin embargo, contraviniendo la indicación, un enfermero obligó a la mujer a ponerse de pie para recibir sus medicamentos. La joven sufrió una caída que impactó a las demás compañeras de salón.
“Me tocó vivir esto y ya pasó. Pero uno no puede volver a ser igual. Uno no puede ignorar tanto maltrato.
“Sueño que estoy ahí. Me despierto desubicada y vuelvo a sentir miedo”, expresó María Daniela Leitón pasados diez días de su salida del Psiquiátrico, sin tratamiento y referencia para dar seguimiento a su condición.
Ella aseguró que interpondrá la denuncia.